Eso de la persecución del bien común es lo que normalmente se entiende como el principal motivo que ha de guiar la acción de los gobernantes. El problema viene y se convierte en irresoluble cuando ese bien común es difícil de definir o, incluso, no es tal sino que es simplemente el interés de determinado grupo. Por eso se recurre mayormente, y sobre todo en democracia, al más determinable interés o beneficio para la mayoría.
Así que esa nueva supuesta panacea que nos quieren vender, otra vez, quienes pretenden que el AVE llegue a Murcia antes y como sea ––léase, en superficie y después ya hablaremos–– se torna difícil de entender y defender si aplicamos lisa y llanamente el principio del interés de las mayorías.
Que unos cuantos empresarios agrupados en la CROEM se empeñen, apuntalando al PP en vías de desguace, en que el dichoso supertren venga de cualquier manera, pero cuanto antes, y sin parar mientes en los posibles perjuicios sociales no tiene mucho sentido.
Porque si, directamente, aplicamos el dicho famoso de la Medea de Séneca, ––Cui Prodest (a quién beneficia)––, veremos que los beneficiarios de esa gran arribada en superficie son unos pocos. Cuantificando: unas cuantas decenas de empresarios y otras tantas de ejecutivos más o menos agresivos, públicos y privados, que entienden que les merecerá la pena pagar una pasta gansa por desplazarse a Madrid en supertren vía Monforte del Cid, La Encina, Albacete, Motilla del Palancar, Cuenca… y olvidarse de la vía directa por Camarillas-Albacete y su electrificación.
Tortuoso trayecto el que, bien es cierto, están en su derecho de pedir. Si no fuera porque, para satisfacer los intereses de esas decenas ––¿quizá centenas?–– de beneficiarios quedarán menoscabados los derechos, intereses y condiciones de vida de decenas de miles de vecinos que habitan toda la zona sur de la capital murciana.
Por eso es falsa la campaña demagógica del Partido Podrido que asegura que la llegada del AVE como sea y cuanto antes beneficiará a un millón y medio de murcianos. Y también por eso es interesado y tergiversador el apoyo que la cúpula empresarial llamada CROEM presta a ese partido aún en San Esteban, cuya popularidad es tal que solo 2.245 afiliados de los supuestos casi 40.000 que tiene en la Región se han inscrito para votar en esas tan interesantes primarias para elegir líder o lideresa.
De modo que quienes ahora gobiernan en el Estado, o sea el PSOE, lo deberían tener fácil a la hora de decidir sobre tan controvertido asunto como es la llegada del AVE a Murcia. No solo respondiéndose en privado a la pregunta de ¿A quién beneficia? (Cui prodest?), sino también porque cómo entre ese supertren en la capital regional será determinante para decidir cómo han de pasar los modernos convoyes ferroviarios por Alcantarilla, Totana, Lorca… y cómo han de llegar a Cartagena.
A quienes han de influir determinantemente en la decisión final ––el delegado del Gobierno, Diego Conesa, y el secretario de Estado de Infraestructuras, Pedro Saura–– no les faltan datos, información, ni impresiones de primera mano para saber cuál sería la decisión correcta, teniendo en cuenta que la mayoría social y política regional demanda el cumplimiento del acuerdo de 2006: que el AVE llegue soterrado.
Las prisas son malas consejeras, dicen, a la hora de tomar decisiones y para pedir que se tomen. Ahí está el ejemplo de los portavoces del PP y del presidente de la patronal, el tal Albarracín que parece el undécimo consejero ––duodécimo, si contamos al buen chaval de la flauta dulce–– de los mal llamados 'populares'. Pero más bien antes que después tendrán que pronunciarse.
Es de esperar que la respuesta al Cui Prodest? sea la correcta, y los intereses de las mayorías ––respaldadas, por cierto, parlamentariamente por el acuerdo de la oposición del pasado jueves en la Asamblea Regional–– prevalezcan frente a los de unas élites arribistas y tergiversadoras, como ya acreditaron más que suficientemente en la época dorada del 'polarisworldismo', y han largamente demostrado durante toda esta controversia ferroviaria.
Si no fuera así, cambiaríamos el 'Cui prodest scelus, is fecit' (A quien beneficia el crimen es quien lo cometió) de la Medea de Séneca por el más común 'Quid Prodest?': ¿Para qué sirve? La respuesta, al caer.
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