Se atribuye a Helenio Herrera, aquel genio provocador de los banquillos a finales de la década de los 50 del siglo pasado, la frase de ganar un partido sin bajar del autobús. Tras caer en el Bernabéu frente al Madrid, el Barça jugaba su siguiente choque en Sevilla, contra el Betis. Un periodista madrileño le preguntó al técnico blaugrana por ese encuentro, vital para seguir aspirando a ganar la Liga del 59. Los béticos, por cierto, estaban haciendo una buena campaña. Fue cuando, con su habitual altanería, el argentino pronunció esas palabras que quedaron para los anales futbolísticos.
Algo parecido pasa en la Región de Murcia cuando alguien se cuestiona quién ganará las próximas elecciones. Según las encuestas, el PP parte como claro favorito. Las últimas autonómicas las ganó el PSOE por los pelos. Sin embargo, ahora las cosas han cambiado. Y no tanto por los méritos de unos como por los deméritos de otros. Los populares recuperan terreno, a pesar de que Vox sigue subiendo. A nadie extrañará que en mayo de 2023 ambas formaciones superen, juntas y holgadamente, la mayoría absoluta fijada en 23 diputados.
Lo de la frase de Helenio Herrera viene a cuento por lo poco que necesitarán el PP y Vox para superar a la izquierda. En especial, al PSOE, ya que Podemos se mantendrá, más o menos, en sus dos escaños. Por eso extraña tanto ese afán de algunos por hacer cosas raras e intentar atacar al adversario, en ocasiones con actuaciones de ópera bufa. Esto se produce de manera especial en la capital de la Región, donde los concejales del PP protagonizan, día sí y día también, acciones bastante difíciles de comprender. Todo comenzó en 2021, a los pocos días de que prosperase la moción de censura contra José Ballesta, cuando más bien parecía que otro partido, y no el PP, era el que había gobernado el municipio de Murcia desde 1995. Algunas de esas críticas hacia los recién llegados rozaban el esperpento.
Esta misma semana, el grupo municipal popular ha llegado a pedir que se declare persona non grata a la alcaldesa socialista de Toledo, Milagros Tolón, que vino a Murcia para participar en un acto de las 22 ciudades y pueblos alfonsíes. En la rueda de prensa, alguien le preguntó por el Trasvase, a lo que respondió expresando en voz alta lo que piensa, no solo ella, sino la mayoría de los políticos de Castilla-La Mancha, militen donde militen o hayan militado, desde José Bono a María Dolores de Cospedal, que parece que la memoria de algunos es muy corta. El alcalde de Murcia, José Antonio Serrano, al que reprochan -ignorando cualquier protocolo institucional- que invitara a su homóloga toledana, y que bien pudo tirar de diplomacia, templando gaitas o haciéndose el sueco, le dejó claro a continuación, ante las cámaras y micrófonos, su total desacuerdo con el cierre de esta importante infraestructura, por sus graves consecuencias para la Región.
Poco sentido tiene ese proceder, de no ser por el afán que tienen los actuales ediles populares de hacerse notar, sabedores de que forman parte del equipo del exalcalde, al que todavía desde la calle Génova no le han confirmado si repetirá o no como cabeza de cartel. Y es que si Ballesta no fuera el elegido -que muy posiblemente lo será- muchos de ellos contarían con escasas posibilidades de reengancharse en la futura candidatura que surgiese. Eso lo saben hasta los niños.
A nivel regional, la situación no ha variado demasiado en el parlamento autonómico. Los cambios en la dirección del partido y en el propio grupo parlamentario han reafirmado el perfil bajo que el PSOE ha venido manteniendo en su labor de oposición desde mayo de 2019. Y no será porque no hay cuestiones flagrantes para explayarse, como el ecocidio del Mar Menor o la insultante deuda pública que soporta la Comunidad Autónoma, por poner solo un par de ejemplos. Ello se traduce en el desencanto de una parte de su propio electorado, así como en un escaso trasvase del voto progresista que pudiera derivarse de la práctica desaparición de Ciudadanos del escenario político en esta tierra.
De manera que, aunque en el PP -y en Vox- bajaran los brazos en lo que resta de legislatura, nada impediría el triunfo aplastante en las urnas de estas dos fuerzas dentro de un año. Porque, no nos engañemos, la batalla, al final, se va a discernir entre estos dos partidos por ver quién depende de quién. Como en las recientes presidenciales francesas, salvando las distancias: la derecha económica de Macron contra la ultraderecha de Marine Le Pen. Sostengo la tesis de que aquí el PP duplicará en escaños a los de Abascal, si bien hay entre estos últimos quien sueña con que tengan que verse en la tesitura de ceder la vicepresidencia del Ejecutivo a un diputado popular. Puestos a soñar, ya se sabe. Por eso titulo de esta forma el artículo y me reafirmo en que, aunque la derecha -e incluso su extremidad- no hicieran campaña electoral en mayo de 2023, la suerte estará echada. Así, como suena.
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