Con fecha del 18 de abril de 2021, unas tres semanas después de que prosperase la moción de censura en el Ayuntamiento de Murcia que aupaba a la alcaldía al socialista José Antonio Serrano -con los votos del PSOE, Ciudadanos y Podemos-, el grupo municipal del PP en la corporación emitió un estrambótico comunicado que, de haber sido 28 de diciembre, hubiera sonado a jocosa inocentada. En él se instaba al nuevo equipo de gobierno -“tripartito” lo llamaban en la mencionada nota- a solucionar “el abandono que sufre el Mercado de Verónicas”.
El texto proseguía, poniendo las palabras en boca del edil popular Jesús Pacheco, con frases como que “esta plaza de abastos, la más emblemática de Murcia, no puede seguir descuidada y sin los arreglos que requiere mientras Podemos, Cs y PSOE miran para otro lado”. Culpaban de la situación al anterior concejal responsable, Juan Fernando Hernández, de Ciudadanos, partido que, recordemos, gobernó con el PP desde mayo de 2019, así como al actual, Juan Vicente Larrosa, del PSOE, que no llevaba ni un mes en el cargo. También apelaban a la desidia del alcalde Serrano y su equipo, con poco más de tres semanas en el poder, “que están pagando de forma injusta los vecinos y los comerciantes, que padecen pérdidas económicas en sus negocios ante el descenso de clientela por el mal estado que presenta el mercado, que tiene 50 puestos vacíos”.
La cosa sonaría a broma o inocentada si no fuera porque el PP ha venido gobernando la ciudad de Murcia desde las elecciones municipales de 1995. Es decir, desde hace la friolera de 26 años. Es más que probable que tiempo de sobra habrán tenido sus sucesivos ediles de Comercio y Mercados para mejorar, remozar y remodelar las instalaciones de la principal plaza de abastos que hay en la capital. Aquel comunicado, que a más de uno dejó ojiplático, marcó la pauta de lo que iba a ser la oposición al gobierno surgido de la moción de censura debatida y votada el 25 de marzo. Y que todo lo que hiciera el nuevo equipo estaría mal a los ojos del PP y sus votantes, incluso aquello de lo que no fuera responsable por una simple cuestión de temporalidad. A ello habrá que añadir la romería a la que se ha venido sometiendo el exalcalde Ballesta, visitando e inspeccionado obras como si todavía ostentara el bastón de mando y exhibiendo esas apariciones sin pudor en las redes sociales del partido.
La última guinda del pastel ha sido la impugnación de las mociones de censura en pedanías -también lo ha hecho Vox-, que se han de debatir y votar entre hoy y mañana, donde parece que se quiere seguir gobernando a toda costa aunque hayan cambiado las mayorías en la Glorieta. Es como la rabieta del niño mimado al que le han quitado el chupete para que se coma el potito. Hablan del afán del PSOE y Ciudadanos por repartirse sillones, como si esa no hubiera sido una constante de la política municipal desde tiempo inmemorial. Y los acusan de querer reeditar “la injusta e injustificada” moción de censura de hace siete meses, algo que dicen “pretenden perpetrar en una veintena de pedanías”. Al parecer, el secretario general de la corporación, amparado en el Consejo Jurídico, no ve ilegalidades en el proceso.
Lo cierto es que las encuestas, hoy por hoy, auguran una vuelta del PP a la Glorieta en 2023. Solo o en compañía de Vox. Por tanto, parecería lógico que estos dos años en la oposición transcurrieran con la dignidad propia de quien sabe que, en política, se puede hacer casi de todo menos el ridículo, algo que siempre sostuvo el president Tarradellas. Y aunque aún no esté claro quién será el candidato o candidata popular para esos comicios, que quizá sea el propio Ballesta, o no, es lo de aquello de perder con clase y vencer con osadía, que dijo Chaplin.
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