Si las palabras se gastaran a fuerza de uso, en agosto ya no podríamos encontrar `decepción´ en el diccionario. Hace dos horas de la última investidura fallida de Pedro Sánchez y no hay mensaje en Facebook, WhatsApp, Telegram, no hay artículo, comentario, noticia que no contenga la palabra “decepción”. La arrogancia y el cálculo de Pedro Sánchez, colocados a kilómetros por encima del bien común al que invoca, son difíciles de digerir. Y qué decir de Unidas Podemos, cuya cortedad de miras le pasará una factura para la que dudo mucho que tenga fondos. El coste, que vendrá en forma de desafección (cuya conversión en moneda política es, como sabemos, abstención) será inasumible para este partido.
Como habrá sido la cosa para que haya sido Gabriel Rufián, que tan acostumbrados nos tiene a intervenciones poco convencionales, el encargado de poner cordura en todo el asunto. El político catalán se preguntaba en su turno de palabra (absolutamente brillante) durante cuántos años se tendrá que lamentar la izquierda de este día. Serán muchos y los daríamos por buenos si supiéramos que la lección quedaba aprendida, pero la memoria y la historia nos enseñan que no es así, que el político de izquierdas es capaz de convertir en arena una piedra a fuerza de tropezar con ella.
Según el PSOE, a la CEOE le inquieta que el ministerio de Trabajo pueda quedar en manos de Unidas Podemos. Yo creo que lo que de verdad inquieta es constatar que una institución como la CEOE, a la que no se ha votado, tenga un peso político decisivo. Y que luego se nos llene la boca de democracia.
Hemos tenido en este último intento de investidura una demostración inaudita de irresponsabilidad combinada con tontuna y las risas del trifachito se pueden oír desde el Hispasat. Ellos están tranquilos, ahora sólo tienen una tarea: comprarse un saco de palomitas bien grande y sentarse a esperar. Es sólo cuestión de dejar que la breva madure y para eso queda medio verano.
Frente al giro a la derecha de las tres derechas, a la izquierda sólo se le ocurre ponerse a discutir si son galgos conservadores o podencos neoliberales los que nos muerden los talones, dejando a la ciudadanía sin cobijo bajo un aguacero de homofobia, racismo, machismo, negacionismo del cambio climático, conservadurismo rancio…
Ahora los de Pedro acusan a Pablo y los de Pablo acusan a Pedro del estrepitoso fracaso en la investidura. Y lo peor es que todos tienen razón. A pesar de haber tenido tres meses para presentar propuestas, para estudiarlas y para trabajar sobre ellas, a las fuerzas de izquierda la formación de gobierno les ha quedado para septiembre, como a los malos estudiantes.
Muy bien, Pedro y Pablo, ahora que ya habéis demostrado los dos que sois más machotes que nadie ¿Cuál es el plan, colegas? Vamos a septiembre, pero ¿en septiembre, qué? ¿Qué garantías tenemos los votantes de izquierda de que vais a hacer en verano lo que no habéis hecho en primavera, máxime teniendo en cuenta el mal ambiente y las suspicacias que se han generado?
El 28 de abril salió de las urnas un mensaje claro y ahora, tanto PSOE como UP, están traicionando el mandato de sus votantes. Esto, más que de decepción, tiene visos de estafa. Espero que el sol de agosto lleve luz a esas cabezas y que en septiembre tengamos por fin aquello por lo que hemos votado: un gobierno de izquierdas.
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