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Sobre este blog

Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

El ocio

Interior de un local de ocio nocturno en el que se aplican medidas por la pandemia.

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Los romanos distinguían entre el 'otium' (ocio), con el que se referían al tiempo libre, y el 'nec otium', el no ocio, el tiempo entregado a tareas que de alguna manera resultaban impuestas, de donde viene el término negocio.

La frontera entre el tiempo libre y el dedicado a obligaciones no siempre se puede delimitar claramente. Frecuentemente nos creamos obligaciones que no son tales, al menos en origen. Por ejemplo, uno puede quedar con un amigo para ir a pescar y disfrutar del tiempo libre. Sin embargo, una vez adquirido el compromiso, lo que era libre deja de serlo. Lo mismo puede aplicarse a la participación en causas sociales, grupos lúdicos, etc.

Otra manera de distinguir entre el ocio y el nec-ocio es el resultado esperado de la actividad. Si la actividad está orientada al beneficio pecuniario o al avance profesional, la consideramos negocio, de lo contrario es ocio. Según este criterio, un ama de casa estaría ociosa todo el día, lo que invalida esta definición.

Podemos encontrar otro enfoque centrándonos en el disfrute. Si algo es divertido es ocio, si se hace pesado, negocio. Tampoco me parece una distinción adecuada porque algunos disfrutamos de nuestro trabajo, aunque difícilmente lo llamaríamos ocio.

A pesar de la dificultad para establecer nítidamente una frontera, podemos entender que hay un 'tiempo libre' en que las personas intentamos realizar actividades placenteras. Según el entorno, la 'oferta' de actividades varía.

En nuestro entorno, los medios audiovisuales consumen gran parte del tiempo libre de las personas: televisión, redes sociales, internet, etc, ofrecen una amplia gama de actividades poco facilitadoras de la simbolización al centrarse en la imagen, solitarias o sólo relacionales en un sentido virtual, sedentarias y, frecuentemente pasivas, que con gran frecuencia no resultan edificantes para la persona.

Las actividades más físicas, como el deporte, paseos, excursiones, etc, pueden ser más beneficiosas para el cuerpo y la salud, pero no son siempre accesibles en un entorno urbano. Además, requieren esfuerzo, y eso no encaja bien en una cultura consumista. Aunque la población va adquiriendo una mayor conciencia de la importancia de hacer ejercicio, la proporción de tiempo libre dedicado a ello no resulta excesivamente alta.

La lectura es una actividad que puede ampliar conocimientos y promover un trabajo a nivel simbólico. Es una buena herramienta para el desarrollo personal, pero los españoles nos caracterizamos por leer poco. Leer es una actividad solitaria, aunque las bibliotecas, clubes de lectura y foros de debate puedan darle una dimensión relacional.

Me interesan especialmente las actividades de ocio con más potencial para facilitar el encuentro social, para establecer vínculos con los que tejer la matriz de una comunidad y que pueden catalizar la formación de parejas. En torno a estas actividades surgen espacios de encuentro en los que se desarrollan subculturas particulares, con sus valores y costumbres característicos.

Hubo una época en que la gente se reunía los domingos en misa, y era allí donde los muchachos intercambiaban miradas furtivas, con las que asentaban la base de futuras relaciones de pareja. Sin embargo, hace tiempo que la iglesia dejó de ser el foco aglutinador de la sociedad.

Hoy han cobrado mucha importancia las redes sociales a través de internet. En ellas se establecen relaciones con fantasmas, que distorsionan en mayor o menor medida la realidad del encuentro interpersonal. Es un entorno salvaje, aún por regular, en el que como en el 'Far West americano' de los tiempos de la conquista, la ley aún no ha terminado de implantar su dominio. En un futuro próximo veremos lo que este terreno puede dar de sí.

Entiendo que el lugar principal para el encuentro social de los jóvenes sigue siendo la discoteca, junto a su alternativa 'low cost', el botellón (o como decimos en Murcia, botelleo). Aunque este espacio encaja muy bien en la cultura consumista, ha sido perseguido durante la pandemia por motivos de salud pública. Sin embargo, ha sido imposible contenerlo porque desempeña una función necesaria para un grupo social que encuentra pocas alternativas para su canalización.

Apenas hay sitios para 'salir' con los amigos o 'ligar' más allá de las discotecas o los pubs. Resultan notables los esfuerzos de algunos ayuntamientos por ofrecer instalaciones deportivas, pero su impacto es limitado.

Espero que no se me acuse de 'demasiado conservador' por decir que la subcultura asociada a la discoteca, ligada a la noche, al alcohol y, frecuentemente a las drogas, no es la más sana ni la más constructiva que se puede concebir.

Necesitamos desarrollar otras actividades de ocio que cohesionen a la sociedad, que estén desligadas del consumismo y que promuevan el desarrollo de las personas. La cuestión es cómo hacerlo.

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