Hace ya 30 años, en agosto de 1992, el Ayuntamiento de Murcia intentó construir un aparcamiento subterráneo en la Avenida de la Fama. Ante la oposición vecinal, suspendió el proyecto y, a día de hoy, podemos ver en la citada avenida un pequeño monumento que celebra la movilización ciudadana de aquellos días.
En aquella época no resultaba difícil aparcar por la zona (salvo los jueves, cuando el mercado ocupaba, y sigue ocupando, la superficie del entorno). Sin embargo, en la actualidad, al haber crecido el parque automovilístico de la ciudad y haberse restringido zonas de aparcamiento en Vistabella, resulta extremadamente complicado aparcar en el área en cuestión, por lo que se echa en falta la existencia de algún parking, público o privado. En estas circunstancias, merece la pena revisar los sucesos de hace 30 años.
La motivación de la rebelión vecinal, como la de todo movimiento grupal, resulta oscura. Cada individuo tiene sus propios intereses y objetivos y, el que coincida con sus vecinos en cuanto a las acciones necesarias para conseguirlos, no implica necesariamente que comparta con ellos su motivación.
En cualquier caso, uno de los argumentos esgrimidos en la oposición a la obra fue que ésta implicaba la eliminación de las plataneras que ocupan la avenida. Aunque en Murcia no haya muchos árboles y, además, parezca que la población no los valore en demasía, no se puede descartar que realmente este motivo galvanizara la acción de los vecinos. De hecho, los incidentes desencadenados en Cartagena por la tala de eucaliptos en la Alameda de San Antón sí se pueden vincular claramente con la protección de los árboles.
Otro elemento a tener en cuenta en la revuelta es la tradicional desconfianza mutua entre pueblo y gobierno que, sin ser exclusiva de Murcia, podemos apreciar aquí sin dificultad. En el momento en que se intentó construir el aparcamiento subterráneo, éste no era necesario. Podemos apreciar en la acción un raro ejemplo de previsión a largo plazo. No es inconcebible que una autoridad municipal promueva un proyecto con años o décadas de antelación cuyo beneficio sólo se aprecie a posteriori. Tal vez el aeropuerto de Corvera sea un ejemplo de esto.
Sin embargo, tampoco es inconcebible que se realicen obras por intereses espúreos: cobro de comisiones, oportunidad de favorecer a amigos, gloria personal en el desarrollo de proyectos, etc. Desde el punto de vista legal, la presunción de inocencia obliga a no condenar a nadie sin evidencias en su contra, pero la opinión pública no siempre respeta esta presunción. La existencia de antecedentes, como la destrucción en 1953 de los baños árabes de la calle Madre de Dios, que habían sido declarados Monumento Histórico Artístico por el gobierno central en 1931, no ayuda a que los vecinos confíen en sus dirigentes.
Recuerdo oír a algunos vecinos, durante el levantamiento contra el aparcamiento de la Avenida de la Fama, que advertían que sin realizarse la obra podían aparcar gratis en la calle, pero que una vez se realizase ésta, aparecerían prohibiciones que les obligarían a pagar.
Ni yo estaba entonces, ni lo estoy ahora, en la mente de los promotores del proyecto. Sí creo entender un poco la mentalidad de un pueblo al que le cuesta entender que sus representantes políticos están al servicio de sus intereses. Un pueblo cuya literatura arranca con el “qué buen vasallo si hubiera buen señor”. Un pueblo que eleva como héroes a bandidos desde Viriato a El Empecinado.
La difícil relación de los murcianos (y los españoles en general) con la ley y la autoridad se puede apreciar recientemente en el éxito de figuras americanas como 'Harry el Sucio' o las representadas por Charles Bronson que, a la manera del alcalde de Zalamea, se sitúan por encima de la ley para hacer justicia.
Aunque ambos movimientos se basen en el mismo principio de autonomía popular, el choque contra el aparcamiento subterráneo de La Fama no ha aportado valor a la ciudad, a diferencia del movimiento para el soterramiento de las vías de ferrocarril, que ha desestrangulado la zona sur. No toda iniciativa popular es buena o mala, hay que analizar sus motivaciones y sus objetivos.
En cualquier caso, no podemos edificar una democracia sobre el enfrentamiento permanente entre el pueblo y su autoridad. De alguna manera vamos a tener que solucionar este conflicto.
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