El informe de la ONG Oxfam 'Una reconstrucción es posible y necesaria' recién publicado pone sobre las íes los puntos de lo que ya se temía; y los acentos sobre los datos que marcan la tremenda desigualdad social que sigue azotando al Estado español, por mucho que haya quien mantenga que la superación de la crisis financiera que derivó en Gran Recesión era cosa ya lograda justo cuando se desató la COVID-19.
El texto, además de ser prolijo en datos y gráficas demostrativas, señala en sus primeras páginas dos aspectos de primera magnitud a la hora de encarar la ya muy cacareada futura reconstrucción post-pandemia.
Uno, en la página 8, precisa cómo ha sido la incidencia social de la enfermedad: “[…] los primeros análisis muestran también que el impacto no ha sido igual para todos. Entre el pasado 18 de marzo y principios de junio, los milmillonarios españoles de la lista Forbes han visto aumentar el valor de su riqueza en algo más de 19.200 millones de euros (21.900 millones de dólares US). Todos ellos, sin excepción (23 milmillonarios, 18 hombres y 5 mujeres) han aumentado el valor de su riqueza. En sólo 79 días. Esta realidad contrasta con la vivida por una gran mayoría, para la que el mismo periodo ha supuesto un impacto económico y un coste social sin precedentes”.
El otro, dos páginas antes, precisa algunas cosas futuras que se ciernen: “Con un aumento esperado de la tasa de paro del 13% al 19%, además de una caída del PIB del 9% durante el año 2020, estimamos que el número de pobres en España podría aumentar en más de 700.000 personas, hasta alcanzar los 10,8 millones de personas. En términos porcentuales, este aumento supone un incremento de la pobreza relativa de 1,6 puntos, hasta alcanzar al 23,1% de la población (frente al 21,5% antes de la COVID-19). Sin embargo, estos números pueden llevarnos a engaño, pues la fuerte caída en el PIB también supone una importante caída del umbral de pobreza. Considerando constante el umbral de pobreza, la pobreza relativa podría llegar a alcanzar al 26% (más de 12,3 millones de personas)”.
Localizando la lectura del informe de Oxfam, tenemos motivos en la Región de Murcia para asustarnos. Y mucho. No porque la ONG haga referencia expresa a ella, sino porque si contextualizamos comparando con lo que hace justo un año decía el nada sospechoso Consejo Económico y Social (CES) regional tendremos motivos para salir corriendo y sálvese quien pueda.
El capítulo octavo de ese informe de 'nuestro' CES, referido a 2018 y presentado a final de junio de 2019, señalaba que la Región tiene un “grave problema” de pobreza y exclusión social, con indicadores peores que el resto del Estado, y que había caído en “profunda desaceleración”. Algunos datos señalados en la presentación de esa 'Memoria sobre la Situación Socioeconómica y Laboral de la Región de Murcia' son reveladores.
Por ejemplo, después de haberse perdido 13.000 empresas en el hundimiento económico de 2008-2013, solo se habían recuperado 8.800 en los cuatro años siguientes: es decir, no había vuelto el nivel anterior a la debacle. Paralelamente, el empleo creado era y es de baja calidad: siete de cada diez puestos fijos era a tiempo parcial, y no por elección.
La desigualdad en la distribución de la renta también se señalaba como rémora: el 10% de la población con menos renta reunía solo el 2,2% del total, mientras que el 10% de la población disponía del 22,9%; el riesgo de pobreza fue en 2018 fue del 31,1%, porcentaje cinco puntos superior al del inicio de la Gran Recesión y 8,5 puntos por encima de la media estatal del 21,6%.
Estos simples indicadores de la Memoria presentada el 24 de junio de 2019 muestran bastante aproximadamente el punto en el que la Región estaba al desatarse la pandemia en marzo pasado, ocho meses después. Frente a la situación sobrevenida en la que está Murcia ahora, la única idea que parece proponer el Gobierno de López Miras es bajar impuestos para reactivar la economía regional. Cosa que suena más a ocurrencia que a otra cosa. En esas estamos y parece que en ellas seguiremos. Quien sepa rezar que se acuerde de aquello de el señor nos coja confesados. Salvo que papá Estado salga al quite. Vale.
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