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Robo de bebés. Que sus huesos no tengan descanso
Las familias afectadas se pagan ellos mismos algo que debería hacer el Estado por cuenta propia y por iniciativa propia si es que al Estado le quedara alguna gota de vergüenza
Unidos Podemos ha planteado una Ley para que esto se resuelva: actuación de oficio de la Fiscalía, gratuidad en pruebas, banco de ADN, comisión de investigación en el Parlamento, no prescripción de ningún caso puesto que son delitos de lesa humanidad
Al final de su obra sobre un asesino de Londres, Thomas de Quincey nos informa de que fue enterrado en mitad del cruce de las calles más ruidosas de esa ciudad “para que sus huesos no tengan descanso”. Era una condena común en su época: en los cementerios había paz y los grandes criminales no se habían ganado esa paz, enterrarles en medio de una ciudad llena de alborotos, tráfico rodado y humano, suciedad y filtraciones suponía una condena mucho más terrible que cualquier muerte. Eterna, además, o al menos mientras dure la civilización. Otra cosa que al parecer creían era que los huesos albergaban el alma, pero eso nos daría para otro artículo.
Ignacia Mármol, limpiadora en el Hospital de sor María: “He visto llorar a muchas mujeres. Y patalear, pegar puñetazos en las camas preguntando por sus hijos.”
El robo de bebés que se practicó en España (y otros países) y que al parecer ha durado hasta 2004 (hay un caso demandado de ese año) constituye en mi opinión el peor delito posible. No encuentro peor tortura que decirle a una mujer recién parida que su hijo ha muerto y no permitirle ver el cuerpo.
Un cuerpo compartido durante 9 meses en lo más íntimo. Durante 9 meses. Notando cómo exige más espacio o cómo se acomoda cuando nos agachamos, cómo se alimenta con nosotras, cómo se despierta si comemos azúcar o cómo se duerme si escuchamos música.
Que se murió, nos dicen. Que es mejor no verlo por sus deformidades. A nosotras. Que adoramos cada uno de los centímetros de ese cuerpo tenga la forma que tenga. Que hemos dado de beber y de soñar a ese cuerpecito nos impiden verlo. Esa sagrada pequeña sangre nuestra.
Cogidas y llevadas.
Engañadas.
El machismo, el clasismo y el racismo, los peores delitos de lesa humanidad concurren en ese acto de secuestro.
Machismo: los ladrones elegían a las mujeres que daban a luz. Igual podrían haber elegido un ternero o un sofá. A las mujeres se les practicaba el «parto dirigido»: goteo con pentotal sódico que eliminaba los dolores y también la consciencia durante los alumbramientos. Pentotal sódico. Como en las sesiones de tortura de la CIA.
Clasismo: los médicos y las monjas se creían por encima de cualquier estamento de la sociedad, era su capricho el que decidía sobre bebés y parientes sin gota de consideración. Sobre sor María: “a muchos [compradores de niños] se les veía con cierto nivel económico. Entonces era suave como la seda, nada que ver con el trato habitual que nos daba a los demás”.
Racismo: los y las bebés robados eran siempre grandes, hermosotes. Se preferían los rubios, pero no era imprescindible.
La vileza de ese momento avergonzará a toda la humanidad durante siglos.
He dicho que me parecía el peor delito posible: he mentido.
El peor delito posible es que en España NO se está investigando estos robos. No hay una sistematización ni una Comisión ni una ayuda siquiera. Las familias afectadas se pagan ellos mismos algo que debería hacer el Estado por cuenta propia y por iniciativa propia si es que al Estado le quedara alguna gota de vergüenza. En este sentido, Unidos Podemos ha planteado una Ley para que esto se resuelva: actuación de oficio de la Fiscalía, gratuidad en pruebas, banco de ADN, comisión de investigación en el Parlamento, no prescripción de ningún caso puesto que son delitos de lesa humanidad.
No voy a decir nada más. No puedo.
Que se murió, nos dicen.
Una última cosa: sor María está enterrada en el mausoleo común de las Hermanas de su Orden. Sáquenla de ahí.
Está pudriendo la tierra.
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