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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Sin ser nada de eso yo

`Las vecinas de Valencia´ en el programa Callejeros / YouTube

Antonio Chumillas González

El aire acondicionado en Murcia es una necesidad.

No es cuestión de gustos ni es discutible: si quieres sobrevivir y trabajar en Murcia durante el mes de agosto, necesitas un aire acondicionado. Y si es industrial, mejor.

Por eso, cuando entro a una sucursal del Banco ______ (rellena con el nombre que te de más rabia), no puedo evitar que se me escape un discreto “¡Joder, qué frío!”.

Me sitúo frente a la máquina que debe expenderme un número para ser atendido y, tras batallear contra uno de esos insoportables paneles táctiles, consigo que me escupa el puesto D45.

Levanto la mirada y echo un ojo a la pantalla informativa: F37, M12, D31b y SímboloDeBatman 28.

Finjo que entiendo como funciona el sistema y tomo asiento junto a una mujer asiática que ve vídeos chorra en el móvil riendo escandalosamente. De su móvil se escapa una voz nasal que me suena vagamente familiar “... me dice puta, puta, puta a mí... Sin ser nada de eso yo”.

Mientras me pregunto si tendrá que hacer algún trámite o si solo habrá ido a la sucursal a escapar del infierno que emana del suelo, noto como el personal bancario y el resto de presentes le dirigen miradas de odio a la china (por cuestiones de economía lingüística, asumiremos a ciegas su nacionalidad).

Ella continúa riendo ajena a toda esta tensión y en mi fuero interno se desata una lucha entre el hecho de dejarla hacer lo que quiera o avisarla entes de que alguno de los presentes se lo diga con más improperios de los que podría escribir.

En pantalla, se sitúa el caos numérico y percibo un desconcierto general en los asientos de mi alrededor. Algo me dice que no soy el único que no termina de entender este sistema.

Pero nos callamos porque los españoles, independientemente de la generación, somos muy “así”: si hay algo que no comprendemos, preferimos callarnos y ver como responde el colectivo antes de hacer el ridículo.

O lo que nosotros consideramos un ridículo.

Mientras escucho las carcajadas de mi compañera, no puedo evitar preguntarme si no se estará riendo en realidad por ese cinismo español tan típico y si se ha puesto `Las vecinas de Valencia´ de fondo para disimular y no llamar mucho la atención.

Si es así, en lo primero ha acertado, pero debe mejorar el arte de la discreción.

Cuando me llaman (30 minutos después), me acerco a la Ventanilla 7 dispuesto a cobrar el cheque de una sustitución que hice en un trabajo de verano. La simpática Mª Carmen (nombre ficticio donde los haya), me coge el cheque evitando mirarme a los ojos y lo pasa por un lector. Cuando pita, levanta la vista y tenemos nuestro primer contacto visual.

Y no hace falta ser un genio para descubrir que me mira con pena.

Tal vez un 50% de pena y un 40% de condescendencia.

Dejo un 10% de margen de error. Es una fea costumbre que tengo.

Cuando habla, su generosidad queda opacada por mi patetismo de fábrica: “Debería cobrarte un euro y medio de interés... pero no lo voy a hacer porque tu sueldo se quedaría en nada.”

Mascullo un “Gracias” imperceptible, cojo el dinero y me dirijo a la puerta.

Antes de llegar, Mª Carmen chista desde su ventanilla y añade:

“¡Señora, podría hacer el favor de callarse! ¡Este es un espacio!”

La mujer china hace un ademán con la cabeza y baja el volumen.

Pero no quita el video ni deja de reírse.

Nadie puede frenar la felicidad, supongo.

Ni siquiera los bancos.

Salgo a la calle y no puedo evitar un “¡Joder, qué calor!” cuando este me abofetea en la cara.

Pero ya ni me importa ni me duele:

Hola, me llamo Antonio, tengo 28 años y soy un trabajador del siglo XXI. Sin entrar en detalles, el equivalente económico a mi jornada de trabajo de ocho horas debe ser bastante mierder si cobrar un euro y medio hace que “mi sueldo se quede en nada.”

Saco mi móvil y los auriculares y entro en youtube.

De camino a mi casa, pongo el vídeo de ciertas vecinas valencianas.

“... me dice puta, puta, puta a mi... Sin ser nada de eso yo”.

Me río y lo hago sonoramente en mitad de la calle.

Y no me importa.

Porque, de momento, es gratis.

De momento.

“Putón”.

Adoro YouTube.

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