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La hostelería murciana: precariedad, hartazgo y fuga de camareros

Clientes en un bar de Murcia esperando a que los atiendan

Elena Ortuño

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Se acerca el 21 de junio, fecha señalada por la entrada del verano, y las oleadas de turistas que contribuyen cada año a levantar la economía española. En esta temporada en la que las costas se inundan de viajeros, el personal del sector hostelero brilla por su ausencia. En este sentido, la Región de Murcia adelanta a las provincias colindantes. ¿La causa? Las malas condiciones laborales respaldadas por un Convenio colectivo de Hostelería que no se renueva desde hace catorce años, y la reticencia de las patronales y los sindicatos a dar su brazo a torcer.

Teresa Fuentes, Secretaria General de la Federación de Servicios de Comisiones Obreras -CCOO- en la Región de Murcia, achaca el retraso en la renovación del convenio a dos puntos clave. Por un lado, la subida salarial que propone la patronal. Por el otro, la petición de los representantes de los empresarios de retirar el Suplemento de Incapacidad Temporal -IT- en las enfermedades comunes, una condición que los sindicatos no están dispuestos a asumir porque supondría “privar a los trabajadores de unos derechos que ya estaban consolidados”.

Jesús Jiménez, Presidente de la Federación Regional de Empresarios de Hostelería y Turismo -HOyTU-, considera la subida salarial pedida por CCOO y la Unión General de Trabajadores -UGT- “totalmente inasumible”, ya que perjudicarían a un sector “maltratado por la crisis pandémica”.

En busca de mejores condiciones

En la Región de Murcia, trabajadores del sector se están mudando a otras provincias españolas en la búsqueda de una mejora en las condiciones y, en concreto, del salario. Es reseñable la cantidad de camareros que deciden buscar trabajo en Almería y Alicante. En el último caso y según el Informe sobre la hostelería murciana de CCOO y UGT, mudarse unos kilómetros más allá significa cobrar alrededor de 250 euros mensuales más. El contraste será mayor cuando en Alicante se aplique la subida salarial del 4,5 por ciento, acordada este mayo entre los sindicatos y el empresariado alicantino.

“La Región de Murcia tiene, a nivel turístico, un potencial grandísimo. El problema es que es un gigante con pies de barro, porque de nada sirve que lleguen turistas si a los actores principales, que son los trabajadores, les pagan una miseria”, se lamenta Iñaki, miembro del comité de empresa del hotel en el que trabaja y empleado del sector hostelero desde hace 35 años. El porqué de esta huida hacia otras regiones se refleja en el mencionado informe de los sindicatos, donde se puede observar el contraste salarial entre provincias costeras limítrofes.

Pero la fuga no es solo entre áreas geográficas, sino también entre sectores. José lleva 20 años en la profesión y actualmente trabaja como cocinero. Siempre lo han tratado bien y está satisfecho con su trabajo. Aún así, para él las jornadas partidas son la piedra que se cuela en el zapato de la hostelería. “Yo entiendo al empresario y que no pueda contratar una plantilla distinta para cada turno de comida. Pero, con la jornada partida, enganchas por la mañana y vuelves por la tarde. Tienes dos o tres horas de por medio, pero no te puedes liar, porque enseguida tienes que volver”. Para el chef, esta es una de las causas por las que las personas buscan puestos en otros ámbitos. 

Iñaki está de acuerdo, puesto que muchas horas y poco tiempo libre equivalen a una sensación continua de estar siempre trabajando, especialmente en verano, cuando las jornadas son más largas. “Hay gente que sale luego a la noche en lugar de dormir, porque es el único rato que les queda. Esa gente bebe e, incluso, para aguantar determinadas jornadas coquetea con la droga”, alega.

Los contratos parciales son parte del problema. Jennifer trabaja en hostelería desde el verano de 2019, normalmente en la temporada estival. Su primera experiencia en el sector fue en un chiringuito de playa, donde nunca tuvo contrato. Su traslado a un restaurante en las proximidades de La Manga no supuso una mejora en su calidad de vida. “Me dieron de alta solo media jornada y yo hacía completa y más. Me dijeron que si lo hacían de esa manera, podrían darme en mano lo que se ahorraban en la seguridad social. Yo tonta no era, pero necesitaba el trabajo”. Jennifer fue privada en ambos locales de su día libre y trabajaba bajo condiciones que ella misma califica como “maltrato psicológico”. “La mayoría de las personas con las que yo he trabajado es gente en situación de necesidad: menores, inmigrantes sin papeles… gente a la que no le queda otra que aceptar lo que le den por miedo a ser despedidos”.

“La mayoría de los que aceptan malas condiciones lo hacen por necesidad”

La falta de una buena oferta de transporte público tanto en la costa como en el interior ha influido en la reducción de personal hostelero, expresa Iñaki. Si no se dispone de carné de conducir o dinero para pagar los crecientes precios del combustible, los trabajadores “se desaniman”.

El punto de inflexión se alcanzó en la pandemia. Trabajadores que echaban entre ocho y diez horas, sin estar recogidas en los contratos, acabaron incluidos en los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo -ERTE- habilitados desde el Gobierno para paliar las consecuencias económicas del virus. Según el Boletín Oficial del Estado -BOE-, a la hora de cobrarlo, se recibía el 70 por ciento bruto del salario cotizado, lo que en muchos casos era sinónimo de una cifra muy pequeña. Teresa Fuentes recuerda que “había padres y madres de familia que cobraban 400 euros a través del ERTE”, personas que necesitaban un sueldo para poder mantener a su familia, y que lo encontraron en otros sectores. “Cuando ya tienes la soga al cuello, haces lo que sea”, declara.

El Convenio de hostelería más antiguo de España

El Convenio de Hostelería de la Región de Murcia lleva desde 2008 prácticamente congelado, con la única intervención de una subida de las tablas salariales realizada en 2017, año en el que iniciaron las negociaciones entre sindicatos y patronales para actualizar el Convenio de hostelería más antiguo de España. La pandemia global y la creciente subida del IPC manifiestan la necesidad de una renovación del citado convenio.

¿Qué es lo que impide alcanzar un consenso? “Donde está el meollo de la cuestión es, primero, en el complemento de incapacidad temporal, que la patronal quiere retirar en el caso de las enfermedades comunes”, confirma Teresa Fuentes. Según ella, esto sería asumible si los trabajadores no tuvieran unos sueldos tan bajos. La patronal propuso una subida salarial progresiva de un 5-6 por ciento en dos años y la cobertura de una baja por enfermedad común anual. “Los sindicatos estamos dispuestos a ceder en lo primero, pero solo si no se eliminan derechos a través del complemento de IT”, explica la Secretaria.

Hoy, con la notable subida del Índice de precios al consumidor y la inflación que se está viviendo en España, Fuentes calcula que los hosteleros murcianos han perdido más de un 20 por ciento de su poder adquisitivo, ya que sus sueldos no están creciendo. “Murcia depende de la subida del Salario Mínimo Interprofesional -SMI- para que se suban los propios salarios”. La Secretaria General asegura que en otros territorios el sueldo de un cocinero o camarero está por encima del SMI. No es este el caso murciano. “Tenemos uno de los salarios más bajos de España y aún así la patronal nos acusa de demagogia por querer equilibrarlo”, lamenta.

Ante el problema, la Comunidad Autónoma manifiesta que está a disposición de lo que necesiten tanto sindicatos como patronal, aunque no considera que esté dentro de sus competencias. “La negociación en este ámbito es una cuestión exclusiva de los representantes de los trabajadores y de los sindicatos”, explica Marcos Ortuño, Consejero de Presidencia, Turismo, Cultura y Deportes de la Región de Murcia. HOyTu concuerda con el consejero, pero no ocurre lo mismo con Comisiones Obreras. “La comunidad autónoma debería intervenir para presionar a las patronales con el objetivo de que firmen un convenio decente”, denuncia Fuentes.

Cuenta Iñaki que cuando llegó a la Región, en 2005, había “mucho trabajo” y las condiciones eran “muy buenas”. A los tres años nació el nuevo convenio colectivo, y a partir de las crisis del 2008 se hicieron reformas laborales que afectaron negativamente a los trabajadores. El poder adquisitivo ha ido disminuyendo hasta llegar a los niveles actuales. “Todo ha evolucionado, menos la figura del camarero, que se ha quedado estancada junto al convenio que la avala”.

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