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¿Dónde están nuestros muertos?: el imposible descanso de los 52 asesinados en Valcaldera

Familiares de los 52 asesinados en Valcardera en 1936 depositan flores en el solar de la antigua cárcel de Pamplona.

Miguel M. Ariztegi

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Es una de las sangrantes páginas de memoria colectiva no cerradas en nuestro país. El primer fusilamiento masivo en Navarra tras el Alzamiento. 82 años después de la matanza de Valcaldera, un paraje del municipio navarro de Cadreita, los cuerpos de los 52 asesinados aquel 23 de agosto de 1936 siguen enterrados en paradero desconocido.

Su historia es la de unos republicanos secuestrados y ejecutados en 1936, vueltos a secuestrar en 1959 para llenar con sus restos el Valle de los Caídos, y rescatados y extraviados en 1979, cuando un grupo de familiares logró recuperar del santuario franquista los restos de 133 navarros -entre los que se encontraban los de estos 52-, si bien nunca llegaron a Pamplona. “Creemos que los enterraron en San Adrián, Azagra, Corella y Lodosa, pero por el momento no los hemos recuperado”, admite con pesar Jokin de Carlos, presidente de la asociación de familiares de fusilados en Navarra Affna 36.

De los 53 presos liberados aquel día de la cárcel de Pamplona, solo uno logró escapar. Con una herida de bala en una pierna, echó a correr aprovechando que se hacía de noche, se subió a un árbol mientras lo buscaban sus frustrados verdugos, logró remontar el río Aragón, llegar a los Pirineos y pasar la frontera a Francia. Fue Honorino Arteta Echarri, también acordeonista de la peña La Veleta entre los años 1931 y 1936.

Su nieta, Chantal Estrade, ha querido estar presente junto con los dos centenares de personas que hoy han rendido homenaje a la memoria de estos republicanos “asesinados por requetés y falangistas”. En el solar de la antigua cárcel de Pamplona primero, y en el propio paraje de Valcaldera después, han repetido la misma pregunta que llevan haciéndose ocho décadas: ¿Dónde están nuestros muertos? Han seguido el mismo horario que sus asesinos hace 82 años.

El Gobierno de Navarra, a través de su dirección general de Paz, Convivencia y Derechos Humanos, avanza en unas investigaciones que han quedado relegadas demasiado tiempo. Pero los restos de los 52 republicanos están aún en paradero desconocido pese a la “incesante búsqueda” que se lleva a cabo. Ya está claro que de la fosa de Valcaldera fueron trasladados en secreto al valle de los Caídos y que el tesón y afán por recuperarlos mostrado por algunos de sus familiares posibilitó que en 1979 retornaran a Navarra, donde, tras un homenaje dispensado en la localidad de Corella, se cree que fueron inhumados en algún cementerio próximo. Aquí se pierde la pista. “Alguien tiene que saber dónde se encuentran”, clama Jokin de Carlos.

Responsabilidad del Estado

“El Estado español es responsable de su cadena de custodia. No se puede entender que después de 82 años estén desaparecidos, mayor crueldad no se puede cometer, sus familiares siguen siendo torturados ante tal irracionalidad”, denuncia.

“Por todos ellos, por su recuerdo, por sus familiares que merecen encontrarlos, las instituciones navarras y la Justicia se deben comprometer y ayudar a localizarlos”, reclama la asociación memorialista, que también ruega colaboración a quien pueda facilitar datos o informar de alguna precisión. Puede hacerlo -incluso de forma anónima- a través de la web www.affna36.org, donde también pueden comprobarse los nombres de las 52 víctimas.

A petición de Affna-36, el Ayuntamiento de Pamplona acordó en el pleno del 7 de septiembre de 2017 recuperar y reconstruir en el solar que ocupó, el portal del edificio que albergó la cárcel, como monumento memorialista en recuerdo a los represaliados del golpe de estado del 36 y del franquismo. La declaración como Lugar de la Memoria Histórica permitirá recuperar un fragmento del edificio que albergó a cantidad de presos y presas políticos, la puerta por la que entraban víctimas de la represión en el verano del 36 y durante la dictadura; la puerta que algunos cruzaban hacia su asesinato: a los fosos de la vuelta del Castillo o hacia cualquier fosa o cuneta.

Valcaldera pasó a la Historia como el primer fusilamiento masivo en Navarra tras el Alzamiento. Quienes lo sufrieron eran personas asociadas a sindicatos, a la organización de huelgas o partidos de izquierda. Según relata Eneko Arteta, cuyo padre era primo carnal de Honorino, el único superviviente, días antes de ser ajusticiados se les dijo que iban a ser liberados, que “no tenían de qué preocuparse si no tenían delitos de sangre o no eran comunistas”. Pero aquel día, casi al anochecer, cuando les sacaron de la cárcel de Pamplona y vieron que en el autobús les acompañaban falangistas, requetés y confesores, supieron que no sería así.

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