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Nanopartículas y ARN: el prototipo de vacuna contra el cáncer de mama que Navarra espera lograr antes de 2023

Una parte de los investigadores del CIMA que participan en el proyecto BLANCA con su coordinadora, Puri Fortes, en el medio.

Sol Gragera

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Descifrar el libro de instrucciones -ADN- de las células del cáncer de mama y atacarlas con una vacuna muy parecida a las comercializadas contra la COVID-19. Este es el reto en el que están embarcados un equipo multidisciplinar del CIMA Universidad de Navarra -Centro de Investigación Médica Aplicada-, coordinado por la investigadora Puri Fortes. Pretenden desarrollar una vacuna contra el cáncer de mama triple negativo, el de peor pronóstico, con una fórmula basada también en un ARN mensajero encapsulado en una nanopartícula. Esta última, en cuya elaboración participa la empresa navarra Bionanoplus, permitirá transportar la información de la molécula al interior de las células. A partir de ahí, el objetivo es el mismo que persigue cualquier vacuna: activar las defensas para que luchen contra el cáncer.

“Lo más difícil es encontrar qué es lo que vuelve distintos a los tumores y permite que se vuelvan visibles para el sistema inmune”, reconoce la investigadora del Programa de Terapia Génica. El reto pasa, precisamente, por seleccionar la parte de la célula tumoral que las células del sistema inmunitario deben identificar para activarse. “Para el sistema inmune es muy fácil ver la corona de la superficie del Sars-Cov-2. Sin embargo, en el caso de un tumor, es mucho más difícil saber qué están mostrando las células tumorales en la superficie para que el sistema inmune sea capaz de verlo”. Las estrategias para abordar esta investigación, explica, son muchas. Y una de ellas es la que están elaborando en Navarra bajo el paraguas del proyecto BLANCA, que acaba de arrancar financiado por el Gobierno de Navarra con más de 1,2 millones de euros. El fin del mismo es no solo desentrañar el idioma del ARN contenido en la célula tumoral, también lo es introducir mejoras en la fórmula ya comercializada contra la COVID-19.

Cuando los científicos de BioNTech y Moderna -cuyo nombre viene de 'Modified RNA' precisamente- anunciaron hace una década que podían usar ARN mensajero para producir una vacuna, la noticia fue acogida inicialmente con escepticismo. Pero este avance científico, impulsado por la pandemia, facilita ahora otros descubrimientos. “Ha llevado muchos años construir cuál es la mejor nanopartícula y el mejor ARN posible para hacer una vacuna. Esto ha requerido de varios trucos que han sido fundamentales. Y nosotros vamos a partir de los trucos que ya se han descubierto. A partir de ahí, intentaremos mejorarlo. Pero sin estos descubrimientos previos sería muchísimo más difícil”, reconoce Fortes.

De hecho, antes de la pandemia, este prototipo de vacuna ya había sido ensayado en el mundo científico contra el cáncer, pero usando una tecnología que la hacía viable para un único paciente. En el caso de los investigadores del CIMA Universidad de Navarra, ya han realizado experimentos previos con muestras de cáncer de hígado. “Eso nos permite también tener unas pistas de qué hacer ahora con el cáncer de mama”, señala la coordinadora de un proyecto en el que están embarcados más de un centenar de profesionales como clínicos, médicos, enfermeras, oncólogos, patólogos, asociaciones de pacientes, biobanco, bioinformáticos, biólogos, moleculares o inmunólogos. En concreto, la lista la engrosan la Asociación Saray, la Fundación ADITECH, la mencionada Bionananoplus, la Fundación para la Investigación Médica Aplicada, el centro de investigación Navarrabiomed, el Hospital Universitario de Navarra, el Complejo Hospitalario de Navarra y Nasertic.

Según explica Fortes, los clínicos ya están trabajando para mandar muestras de pacientes. Y ya han llegado las primeras. “Una vez que llegan las muestras al CIMA, donde las centralizamos, se hacen unos estudios genómicos impresionantes. La tecnología que ha aparecido en estos últimos años nos permite rebuscar dentro de esas muestras para saber qué es lo que podría estar viendo el sistema inmune. Son experimentos muy complejos, pero existe el desarrollo para poder hacerlos”, abunda. El proyecto finaliza en 2023, momento en el que, de demostrar eficacia en modelos animales, entraría en la antesala de una fase I de investigación. “A partir de ahí se abre una ventana muy parecida a la que se tuvo que abrir en el caso de la vacuna contra el coronavirus. Hace falta financiación extra; permisos de agencia reguladoras; más pruebas en animales; hacer fases clínicas primero con pocos pacientes, para asegurarnos que no hay efectos secundarios, etc.”, explica.

Con todo, una de las diferencias fundamentales de esta vacuna radica en que ni tiene carácter preventivo ni busca, como en el caso de la COVID-19, desarrollar una inmunidad de grupo. “La COVID-19 es una enfermedad muy rápida. El cáncer de mama es una enfermedad que dura años. No hace falta inyectar a toda la población de forma preventiva. Sino que, una vez que se diagnostica un tumor, se le puede tomar una pequeña biopsia para ver si es candidato a la vacuna haciendo una PCR. Esperamos lograr una vacuna que permita a la mayoría de las pacientes ser candidatas. Una vez que tienes la enfermedad, existe tiempo de sobra para poner la vacuna a la vez que se hace el tratamiento normal”, apunta. De esta forma, la dosis sólo se administrará a pacientes a las que, además de las pruebas habituales, se les realizará la PCR sobre la muestra de la biopsia para identificar el tumor. De esta manera, el objetivo perseguido es potenciar otros tratamientos de inmunoterapia. “Tiene mucho sentido que estos dos tratamientos se potencien y que aumente la eficacia de los que existen ahora. De tal forma que el número de pacientes que se curan, esperamos, sea mucho mayor”, señala.

Lo que por ahora está claro es que la vacuna tendría la capacidad de producirse de forma masiva, ya que la tecnología base está desarrollada. Avanzar en la investigación, desentrañar el genoma del tumor, y lograr la eficacia en animales en tres años son objetivos ambiciosos, pero posibles, apunta la coordinadora del proyecto. A la pregunta sobre qué eficacia prevén que podrían lograr, señala que el “sueño” es lograr la misma que la vacuna contra el coronavirus: “Si de verdad los análisis genómicos nos permiten conocer mejor los tumores, que es la parte más complicada pero que pensamos que podemos conseguir. ¿Por qué no iba a tener la misma eficacia que una vacuna contra el coronavirus? Ahora, honestamente, no lo sé”. Pero para eso están investigando.

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