Álvaro Bilbao, neuropsicólogo familiar: “Más allá de modas educativas, el funcionamiento del cerebro infantil sigue siendo el mismo”
Álvaro Bilbao, neuropsicólogo, doctor en Psicología y uno de los mayores referentes en el conocimiento del cerebro infantil, acaba de reeditar uno de sus libros, El Cerebro de los niños explicado a los padres (Plataforma Editorial, 2025), que cumple 10 años siendo uno de los manuales de referencia en cuestiones de educación y crianza. Cree que en esta década han cambiado muchas cosas, pero la esencia del funcionamiento del cerebro infantil permanece: “Los niños y niñas necesitan normas claras, límites y mucho afecto”, explica.
Con un enfoque científico pero accesible, Bilbao divulga su experiencia y conocimientos a través de libros, conferencias, redes sociales y medios de comunicación. Su tesis se centra en la necesidad de conocer a fondo las estructuras mentales de la infancia para poder ajustar expectativas y conseguir una educación positiva.
Se cumplen 10 años desde que se publicó por primera vez su libro El cerebro de los niños explicado a los padres. ¿Qué ha cambiado desde entonces en la sociedad en cuanto a educación y crianza?
El nuevo libro es una edición conmemorativa en la que hemos introducido un prólogo nuevo, yo he matizado algunos párrafos que quería mejorar y hemos incluido al final un cuestionario y algunas ideas nuevas, como el uso de pantallas, pero el libro sigue siendo básicamente el mismo que en 2015. Y es el mismo porque aunque las cosas hayan cambiado en una década, el funcionamiento del cerebro de los niños sigue siendo el mismo. Parte del éxito que ha tenido este libro en distintos países y culturas es que los principios de desarrollo cerebral son universales. Está basado en conceptos de psicología y neurodesarrollo que vienen desde el siglo XX, y son tan básicos que seguramente ya no cambien mucho más.
¿Cuáles diría que son esos conceptos básicos que como personas adultas debemos tener para comprender el cerebro de niños y niñas?
Lo primero que debemos entender es que el cerebro de los niños es distinto al de los adultos. No razonan de la misma manera: su cerebro es mucho más emocional, se emocionan con las cosas, necesitan mucha ternura, mucho afecto y mucho contacto físico. El cerebro de los adultos está programado para aprender a través del lenguaje, la razón y la lógica, mientras que el de los niños se basa mucho más en el juego y la experimentación. Por eso tocan cosas todo el rato, se levantan de la mesa… porque su cerebro es inmaduro, no son capaces de contener esos impulsos.
El cerebro de los adultos está programado para aprender a través del lenguaje, la razón y la lógica, mientras que el de los niños se basa mucho más en el juego y la experimentación
Los padres tienen que pasar mucho tiempo con sus hijos, jugar mucho con ellos y ayudarles a entender poco a poco las normas y los límites. Entendiendo que van a tener rabietas y que hay que ser pacientes. Tenemos que ser muy constantes en la educación, que el niño vea que hay cosas que no nos gustan y que no pueden hacer, pero sin enfadarnos tanto, entendiendo que no son cosas trágicas.
¿Saber lo que niños y niñas pueden hacer en cada etapa de desarrollo nos ayudará también a ajustar las expectativas que tenemos sobre ellos las personas adultas?
Sí, esto funciona como un juego de doble encaje, en el que los adultos tenemos que encajar que nuestros hijos a veces no están preparados para hacer lo que esperamos de ellos, pero también el niño tiene que encajar que nosotros esperamos de él otras cosas. Es un trabajo de las dos partes, porque el cerebro de los niños tiene que acomodar todas las reglas de la sociedad y de la cultura en la que vive, pero sin que como adultos esperemos que haga cosas que por desarrollo cerebral es incapaz de hacer todavía.
¿Debemos servirles también de ejemplo de conducta?
Es fundamental. Por ejemplo, en el ámbito del lenguaje, la parte de la escritura y de lectura requiere de lo que llamamos una instrucción, pero la parte del habla y la comprensión funciona simplemente a través del ejemplo. El cerebro va decodificando todos los procesos que tiene que hacer para poder hablar a partir del ejemplo de las personas de referencia.
Por mucho que tú le digas a tu hijo que coma verduras, si tú en casa no las comes, el niño no va a seguir lo que le dices, sino lo que te ve hacer
Y en otros ámbitos como el comportamiento, la gestión de la frustración y el enfado o los hábitos de salud, el ejemplo de los padres es fundamental. Por mucho que tú le digas a tu hijo que coma verduras, si tú en casa no las comes, el niño no va a seguir lo que le dices, sino lo que te ve hacer.
Tras el éxito de su libro, y de ser un conferenciante nacional e internacional, sigue pasando consulta con familias. ¿Es importante, además de divulgar, mantener un pie en la práctica clínica?
Sí, sobre todo porque es algo que yo necesito y que me gusta. Yo soy clínico, me gusta atender a las familias y hacerles un seguimiento, y además eso me da mucho feedback de lo que está pasando ahora con los niños y niñas. Hoy mismo, antes de empezar las entrevistas de la promoción del libro, he estado mandando unas pautas a una familia y a una profesora a los que atendí esta semana. Es importante para mí ser honesto y ser auténtico con las cosas que divulgo, y para eso necesito tener un pie en la clínica.
¿Es también una decisión personal para poder conciliar?
Por supuesto, también lo es. Hace cinco años, después de la pandemia, dejé mi trabajo en el hospital, porque no podía cogerme una reducción de jornada y me resultaba difícil compaginarlo con las conferencias nacionales e internacionales o la promoción de mis libros. Así que decidí dejar mi trabajo en el Centro de Referencia Estatal de Daño Cerebral para poder dedicarme a escribir, dar conferencias y trabajar con pocas familias dos días a la semana a un ritmo más tranquilo. Esto me permite conciliar mi vida laboral y familiar: llevo a mis hijos todos los días a la escuela y les preparo la comida.
¿Hay mucho intrusismo en su sector? Algunas personas critican el exceso de asesoras de crianza que no tienen titulación educativa ni sanitaria.
Sí, y enlazo con lo que comentaba en la pregunta sobre seguir pasando consulta: hay que ser profesional y honesto en lo que haces. Hoy en día vemos influencers o personas que divulgan sobre educación y crianza sin ser psicólogas, pedagogas ni expertas en nada. Pasa con todos los temas: nutrición, sueño, lactancia, educación, crianza con apego… Dicen que son expertos en crianza pero muchas veces no tienen ningún tipo de titulación ni trabajan con familias.
Muchos de los mejores psicólogos, a los que yo derivo casos complejos, no tienen redes sociales
Yo supongo que son gente que tiene buena intención, pero tienen muy poca formación y están asesorando sobre temas que son delicados, por eso muchas veces esas buenas intenciones acaban teniendo consecuencias muy negativas. Hay que escuchar a los profesionales del sector. Y muchos de los mejores psicólogos, a los que yo derivo casos complejos, no tienen redes sociales.
¿Tiene que ver este fenómeno con una cierta profesionalización de la crianza? ¿Padres y madres necesitamos leer sobre todos los temas, consultar a asesores, o debemos fiarnos más de nuestra intuición?
Es muy importante que sigamos nuestro instinto como padres y madres. Mi mujer, que es la madre más maravillosa que pueden tener mis hijos, no se ha leído nunca ningún libro de crianza ni de educación. El primero que se leyó fue el mío porque le pasé el borrador. Desde los años ochenta del siglo pasado hemos vivido muchas tendencias: la crianza con apego, la crianza consciente, la disciplina positiva, el baby-led-weaning… Muchos nombres que hacen que a veces los padres crean que tienen que conocer mil conceptos diferentes, cuando lo importante sigue siendo pasar tiempo con los niños, jugar con ellos… Eso es irreemplazable.
La mayor suerte que puede tener un niño es tener unos padres normales y corrientes, que no se agobian mucho por estas cosas ni buscan hacerlo todo perfecto. Padres y madres a los que les gusta tener niños y que tienen problemas, como todos, pero que no se angustian en exceso.
Usted propone un enfoque integral de la crianza, donde haya un equilibrio entre todas las personas que componen la familia. ¿En qué consiste esa visión sistémica?
Yo siempre digo que no soy tanto un psicólogo de niños sino de familias. El equilibrio dentro de la familia es muy importante. Por ejemplo, si estamos haciendo colecho, es importante que el niño esté a gusto, pero también el papá, la mamá y el hermano. Si por dejar a tu hijo que sea muy libre se va a ir al parque descalzo, y tú sientes en la tripa que eso no funciona, seguramente tengas que revisarlo. Cada vez vemos padres y madres que hacen cosas más raras –desde mi punto de vista–, y que vienen a consulta con problemas que tienen que ver con la falta de límites, de normas claras y de una cierta estructura. El cerebro, el de los niños y las niñas pero también el de los adultos, necesita equilibrio.
Las claves de la educación positiva son la firmeza y el cariño. ¿Pero qué pasa cuando falla la parte de la firmeza, y no establecemos unos límites o normas claras?
Lo primero que tenemos que entender es que la estructura da mucha seguridad al ser humano. Lo vemos en distintos ámbitos: el sueño, las normas sociales, la escuela… Las rutinas son fundamentales y la falta de ellas puede generar ansiedad en niños y niñas. También tenemos que enseñarles a cumplir una serie de normas en distintos ámbitos: en casa, en la escuela, a nivel social.
Hay momentos en que tenemos que ser los adultos quienes les digamos lo que deben hacer, y eso no es malo
Hay momentos en que tenemos que ser los adultos quienes les digamos lo que deben hacer, y eso no es malo. No hay que negociarlo todo con ellos. Por ejemplo, si un niño tiene un palo en la mano y acaba de pegar a otro, el padre no tiene que negociar nada, porque está a punto de volver a dar otro zurriagazo. En esos casos, yo siempre hablo de la regla de las tres C: contener, comprender y conectar. Primero retirarle el palo al niño para que no vuelva a pegar, y luego ya comprender qué estaba pasando e intentar conectar con él. Lo que pasa es que se pueden poner esas normas a base de gritos o a base de conexión, de colaboración y de poner límites de forma amable pero contundente. Eso sería lo ideal, aunque a todos los padres y madres se nos escapa un grito de vez en cuando.
Muchos padres y madres comprometidos con la educación respetuosa reconocen que, en algunos momentos, pierden los nervios y gritan o pegan a sus hijos. ¿Sigue siendo esto un tabú? ¿Y qué se puede hacer para evitarlo?
Es importante reparar ese daño: no dejarlo pasar y que se vaya quedando en el fondo de la mochila. Tenemos que entender que los niños, por la forma en la que está configurado su cerebro, tienen un estilo de pensamiento egocéntrico: se atribuyen a ellos mismos todas las cosas que pasan. Entonces pueden creer que, si les hemos dado un azote, es algo que se han merecido.
Es importante reparar ese daño: no dejarlo pasar y que se vaya quedando en el fondo de la mochila
Hay que explicárselo claramente: “Tú no te merecías que te diera este azote, es algo que papá no tiene que hacer y voy a intentar que no vuelva a pasar”. Esos mensajes son muy importantes. También veo mucho que los padres que abrazan con más fuerza un estilo de crianza muy respetuoso, pero no pueden sostenerlo, pierden los nervios con mucha frecuencia y a veces son los casos más graves.
Usted reconoce que ha tenido bastante éxito entre padres. ¿Cree que los hombres están más dispuestos a escuchar a un neuropsicólogo hablar del cerebro que, por ejemplo, a una psicóloga perinatal hablar de emociones?
Las madres suelen abrir camino con temas educativos, y muchas mujeres me lo dicen: “Mi marido, que no se ha querido leer nunca libros sobre educación y apego, se ha leído el tuyo y le ha encantado”. Creo que ha podido influir el hecho de que yo hablo mucho del funcionamiento del cerebro. Una de las diferencias que sabemos que existen entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres es que los hombres por lo general están más interesados en cómo funcionan las cosas.
También se sabe que somos más simples y necesitamos ver las cosas, por eso incluyo dibujos y diagramas del cerebro. Creo que eso ha podido contribuir a que tenga éxito entre los padres. Más allá del hecho de que yo sea un hombre, que también puede influir, pero quizás no tanto.
¿También ha evolucionado la corresponsabilidad educativa en la década que ha pasado desde que empezó a divulgar?
Cuando yo empecé a dar conferencias, en el año 2014, venían un 90% de mujeres y un 10% de hombres. Y ahora diría que estamos en un 60% de mujeres y 40% de hombres. Siguen siendo más mujeres, pero cada vez se apuntan más padres. A mí me alegra mucho que este tema les interese a los hombres y que se impliquen más en el cuidado de sus hijos.
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