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Rimaderos en las aulas: rap para canalizar la creatividad y las emociones de los estudiantes

Imagen de un taller de rap.

Rocío Niebla

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Elena Caballero, alias La Basu, entra en el aula y los adolescentes bloquean el móvil y la miran con ciencia ficción en los ojos. Ella pisa fuerte, grande y con seguridad. Viste ancho (o no) dependiendo del día. Sus ojos iguana verde hablan sin que abra la boca. La clase se vuelve capilla y la maestra de ceremonias les cuenta que su profesión son las palabras, que vive de rimar. Desde las mesas, chicas y chicos se preguntan quién es, qué hace y por qué en hora lectiva un tornado de energía y fuerza ha roto la monotonía. “Soy rapera y escribo en euskera y en castellano. Las mujeres también existimos en el mundo del hip hop”. Lleva 15 años haciendo talleres de rap en institutos de Euskadi y aterriza delante de la pizarra para despertar los pensamientos del alumnado.

“Se nos ha olvidado expresarnos. Sentarnos y escucharnos. El taller les pone a pensar, a expresar sus emociones y a sacar lo que llevan dentro”, cuenta. La Basu invita a que, más que competir e “insultarse unos a otros como podrían entenderse las batallas de gallos”, los lápices se afilen y colectivamente escriban sobre sus preocupaciones o, por supuesto, “rimen para ser críticos con las injusticias”. De ahí nacen y beben las letras del rap. “Les digo que si no manejan la lengua, si no leen, no aprenden palabras, conceptos y conocen el mundo... su rap no tiene nivel”. En la asignatura anterior “la chavalada” dormitaba como oyentes pasivos, ahora tienen la cabeza a 200 revoluciones y están aprendiendo a escribir escribiendo. Se hace camino al andar, como decía Machado.

Pau Llonch ha cumplido 40 años y lleva desde los 15 escribiendo versos y defendiéndolos micro en mano. Miembro del grupo At Versaris, publicó un manual llamado El Rap a l'aula (Associació de Mestres Rosa Sensat, 2020) en el que cuenta la experiencia y los métodos de la cooperativa de raperos y raperas Versembrant en más de cien centros educativos de Cataluña. “Con el rap en las aulas trabajamos muchas cosas: retórica, poética, gramática, semántica, pragmática y comunicación”.

Llonch es discípulo del psicólogo ruso Lev S. Vygotski en cuanto al valor del arte y la educación creativa en el desarrollo de las personas. Y pregunta: “Pero ¿y si lo más importante con esta práctica artística, musical y creativa no tiene que ver con el ámbito cognitivo del procesamiento de contenidos?”. Prosigue: “Aquello que conmueve y lleva a un alumno a pasar la noche en vela escribiendo sobre sus suertes y desgracias para poder interpretarlas en clase, no es una excusa para aprender una tediosa lista de recursos literarios, sino una finalidad en sí misma, que construye y dirige más que cualquier conocimiento enciclopédico”.

Para Llonch, el éxito de llevar el rap a los centros educativos tiene que ver con el concepto de vygotskiano de la “psicotecnia de los sentimientos”. La que se ocupa de los mecanismos que “median las funciones encargadas de la acción de las cosas, y que permiten a la humanidad diseñar operadores externos sociales que permiten controlar, entender y percibir nuestra identidad, las emociones y las acciones”. Puede que en la escolarización reine el aspecto cognitivo (procesar información), pero el rap y las prácticas de Versembrant interpelan al “aspecto directivo, vinculadas a la construcción de la persona”.

Poner en orden sentimientos e intereses

He ahí niñas y niños poniendo orden a los sentimientos, los intereses, los planes de futuro, los anhelos e inquietudes que vuelcan en un papel, para luego empoderarse y salir a cantarlo. La rapera valenciana JazzWoman también se encuentra con adolescentes en centros escolares. “La escritura del rap les vale, como me sirve a mí, para desahogarse del día a día y para centrarse en sentimientos e inquietudes”. Considera que como los protagonistas son ellos y ellas, manejando sus propios versos y exponiéndolos al resto, trabajan la inseguridad y la baja o alta autoestima. Desde la cooperativa Versembrant añaden que el rap “construye personas críticas, autodeterminadas y emancipadas”. ¿No tendría que consistir en esto la educación?

Esteve Tortosa, cantante del grupo valenciano Auxili, es uno de los raperos que está en el programa Rapsodes promovido por la Conselleria d'Educació de la Comunidad Valenciana. Aterriza en un instituto después de pasar por el Viña Rock; puede que su público esta mañana sea igual o más exigente. “Es importante conocer al alumnado. Qué ven, qué escuchan, cómo hablan. Y a partir de ahí hablarles en sus códigos y conectar con ellos”. Es lo que Pau Llonch llama “dieta cultural”: si escuchan a los raperos granadinos Ayax y Prok o a Sara Socas es más fácil que mostrando sus versos aprendan qué es una metáfora, una anáfora o un calambur. “Aterrizar la teoría y que interioricen y aprendan con ejemplos prácticos que ellos y ellas consumen a diario”, dice el cantante de Auxili.

Teresa Arias alias Tesa, también rapera en el proyecto Rapsodes, se pregunta qué pasaría si las asignaturas 'marías' pasasen a ser troncales (centrales) en los centros educativos. Tortosa fue a dar un taller en la Secció de L'IES Conselleria a ocho chicos y chicas con problemas sociales y psicológicos. Menores que han sido expulsados del sistema educativo: fracasos escolares de manual. “Las sesiones fueron un auténtico flipe. Lo primero que me soltaron como metáfora fue: la vida es una prisión. Era como si los versos y la poesía les salieran de dentro”, dice. Tortosa, que los compara con alumnado “brillante” de otros institutos, lo achaca a que la educación reglada y ordinaria deja poco espacio a la creación: “Los alumnos de Bachillerato tienen muchas vergüenzas y la creatividad muy recortada. Cuando les pides inventar algo están como oxidados”.

Tanto Tesa como el cantante de Auxili consideran que las artes y la filosofía tienen poco espacio en el currículum para el potencial que ofrecen. Darles herramientas de expresión, abrirles caminos, hacerles pensar, contagiarles el amor por el arte y contarles las posibilidades que tiene el manejo de la palabra. Los talleres de rima asonante o consonante, la pulsación y el tempo también son una forma de plantearles asuntos tan importantes como la tabla periódica o el desarrollo de las placas tectónicas. “Hace unas sesiones con mis chavales escribimos una canción entre todos que cuando la volví a leer se me saltaron las lágrimas”, dice Tesa Arias. La letra habla sobre un niño negro que juega al básquet y que sus compañeros no le aceptan y se mofan de él. “Ellos y ellas decidieron escribir sobre el acoso escolar y el racismo. Durante una hora pensaron cómo contar la historia y manifestar de manera musical, creativa y colectiva el rotundo rechazo a cualquier tipo de desigualdad”, cuenta la rapera emocionada.

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