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El “nuevo estatus” puede esperar... hasta las autonómicas

El portavoz peneuvista en la Cámara vasca, Joseba Egibar.

Aitor Guenaga

Siempre puede haber margen para la sorpresa (y más en la política vasca), pero el PNV, fiel a su histórica animadversión a la improvisación, sigue quemando etapas sin perder el control de la situación. Y acaparando cada vez más poder y representanción. Las encuestas le vuelven a sonreír: el último Sociómetro elaborado del Gobierno vasco le atribuye la victoria en Euskadi el próximo 20 de diciembre, desplazando a la coalición indepedentista de EH Bildu que hace cuatro años destronó a los penuvistas en el Congreso de los Diputados.

En ese contexto, y sin saber quién será el futuro inquilino de La Moncloa -aunque el lehendakari Urkullu ya ha dejado claro que espera que no siga Mariano Rajoy al frente del Gobierno de España-, el PNV no tiene prisa para plantear una reforma del actual autogobierno con un texto cerrado y articulado. Nadie tiene ninguna duda de que los peneuvistas pondrán negro sobre blanco en el documento que van a llevar a la ponencia de autogobierno aspectos como el derecho a decidir y su posible constitucionalización, la bilateralidad con el Estado, el reconocimiento de Euskadi como un sujeto político y la posibilidad de exprimir al máximo los derechos históricos reconocidos en la Carta Magna de 1978. Tampoco ahí se esperan grandes novedades. Habrá concreciones, como ha exigido el propio Joseba Egibar, mirando también al resto de partidos, pero con el objetivo solo de sentar las bases del futuro nuevo estatus de Euskadi.

La Ponencia de Autogobierno, que esta misma semana ha retomado sus trabajos, pero que no se volverá a reunir hasta el próximo 13 de enero, sigue a ritmo de crucero. Los trabajos de esta, ponencia que se constituyo en marzo de 2014 tras el acuerdo alcanzado entre socialistas y peneuvistas a finales de 2013, entran en su fase propositiva. Con un tempo que desespera a la representación de EH Bildu, que ya ha manifestado su negativa a dejar que el PNV “marque a su antojo los tiempos” y mantenga ese foro, que ha calificado de “fraude”, como un mero “pasatiempo”. Y ha planteado dos iniciativas que miran de reojo al desafío soberanista catalán: ha registrado una solicitud de pleno monográfico para “acordar las bases sobre las cuales poner en marcha un proceso democrático independentista en Euskal Herria”, aprovechando la oportunidad abierta en Cataluña. Y además, la próxima semana, el martes, registrará su anunciada Ley de Consultas. 

Andoni Ortuzar, presidente de los peneuvistas, quiere más que nunca que su partido esté presente en el momento en el que un afilado cuchillo abra -en canal a ser posible, según las aspiraciones de los nacionalistas- el melón de la Constitución para abordar una reforma territorial que dé acomodo a los nacionalismos periféricos. Está persuadido de que ha llegado la oportunidad para un reconocimiento del Estado plurinacional en el que Euskadi mire más a la Unión Europea, que a su encaje y acomodo en el nuevo diseño territorial de un Estado que hace aguas en esa materia.

Y de ahí que persiga un acomodo en los trabajos de la ponencia de autogobierno. Pocos recuerdan a estas alturas que dicho foro arrancó con un acuerdo entre peneuvistas y socialistas cerrado a finales de 2013, pocos meses después de que ambos partidos hubieran iniciado la nueva etapa de acuerdos con su pacto por la reactivación económica, seguido de los acuerdos presupuestarios -que previsiblemente renovarán a final de año- y del último gran pacto a nivel foral y municipal sellado tras las elecciones de mayo pasado.

El lehendakari Urkullu y Ortuzar saben el campo de juego que tienen enfrente: se lo ha explicado desde el secretario general del PSOE y candidato a ocupar La Moncloa, Pedro Sánchez, hasta la líder de los socialistas vascos en Euskadi, Idoia Mendia: una España federal que reconozca las “singularidades” vascas, incluso un concepto de “nación cultural”, pero desechando cualquier posibilidad de constitucionalizar el derecho a decidir o el reconocimiento de Euskadi como un sujeto político con derecho a decidir su futuro al margen de la realidad política española. O incluso contra ella, como se ve ahora en Cataluña. Un desafío cuya estela ni Urkullu ni el presidente de su partido quieren seguir, ni de manera remota.

Si el PNV no consigue sus objetivos en la nueva legislatura que se abrirá en Madrid tras el 20-D perfilará mucho más su propuesta de nuevo estatus. Y con ella se presentará a las elecciones autonómicas. Joseba Egibar ya está pensando en la nueva composición que va a tener esa Cámara, con una fuerza emergente como la de Podemos-Ahal Dugu que lidera Roberto Uriarte, partido que defiende el derecho a decidir, un proceso constituyente que reconozca el carácter plurinacional del Estado, aunque la cuestión identitaria no sea una de sus prioridades políticas. Y Egibar sigue pensando en amasar una nueva mayoría en torno al derecho a decidir para activar, siguiendo los cauces legales, la reforma del Estatuto de Gernika.

Pero hasta entonces el PNV seguirá quemando etapas, sin prisas, aguantando por un lado los envites de EH Bildu e intentando sumar a los socialistas a un nuevo consenso estatutario. Fuerzas centrípedas y centrífugas y remolinos electorales en los que los peneuvistas han dado muestras de saber pilotar la nave del “nuevo estatus político” para Euskadi, tanto en el manejo de los tiempos, como se ha podido comprobar en la Ponencia de Autogobierno, como en el de acordar con diferentes (PSE) para asegurar la estabilidad institucional del país.

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