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¿Se pueden convertir las residencias geriátricas en un hogar?

Eduardo Azumendi

En la actualidad, casi un 20% de los vascos supera los 65 años. Las proyecciones demográficos presentan como escenario probable para 2050 una población de 554.765 personas que habrán superado esa edad. Esta población será entonces el 38,8% del total. En este contexto, las administraciones ensayan fórmulas para atender a esta población de la mejor manera bajo la premisa de que los ancianos donde realmente quieren seguir viviendo es en su casa. Desde hace un par de años, las instituciones ensayan con el proyecto Etxean Ondo, una iniciativa de Matia Fundazioa-Matia Instituto y el Gobierno vasco consistente en el desarrollo de un modelo de atención basado en mantener a las personas lo más cerca de su entorno.

Pero, ¿es posible convertir una residencia en un hogar cuando la salida del domicilio es inevitable? Pura Díaz, investigadora del instituto gerontológico Matia y coordinadora técnica del proyecto Etxean Ondo Residencias recalca que “el objetivo final del proyecto es lograr el bienestar de las personas ingresadas con las que trabajamos, en un entorno de vida cotidiana”. Por eso, es muy importante promover tanto la independencia como la autonomía en las personas residentes. Se debe crear un entorno “accesible, estimulante y confortable” en el que la persona se sienta segura, recalca durante una conferencia en los cursos de verano de la Universidad del País Vasco dedicados al envejecimiento.

Con este nuevo modelo, se le ha dado mayor importancia a la persona a la que hay que cuidar. “Nos importa el proceso de nuestro trabajo, el cómo lo hacemos”. “Estamos ante un cambio cultural de las residencias”, añade.

Cambio de mentalidad

Por su parte, Javier Quintas, director del centro residencial Lamourous, que ensaya con Etxean Ondo, subraya que para la implantación de este modelo “es necesario un cambio de cultura de todos los agentes implicados”. La demanda de atención de las personas que llegan a los centros ha cambiado. Ahora se pide que la atención sea mucho más personal. “La forma de trabajo ha cambiado, ya que antes estaba muy estructurado y parcelado. Ahora, la atención se centra en la persona y no en la organización, y es el mismo personal quien atiende siempre a los mismos residentes. De esta manera, conseguimos un trato más cercano. Trabajo en equipo, estabilidad del personal, horarios más flexibles… Son muchos los aspectos positivos que se han obtenido a raíz de la implantación del nuevo modelo”.

Además, las familias son conscientes de que “hay una atención personalizada”, que principalmente es lo que demandan. La implantación de esta fórmula requiere superar varias dificultades: como el cambio de competencia en la figura del auxiliar, “ya que ahora tienen más presencia y son más participes”, o el miedo a romper unos esquemas ya establecidos y asumidos como adecuados.

“Es necesaria una implicación total de todo el personal que trabaja en el centro. Al fin y al cabo, tenemos que convertir el espacio físico en un hogar, en una casa que facilite la convivencia. Para conseguirlo hay que crear lugares realmente propios y personalizar espacios comunes, aunque el tema económico dificulta esta tarea”.

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