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Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.

Empleo estacional, desempleo y malempleo estructural

Imanol Zubero

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Según se dice, el periódico The Wall Street Journal pidió en una ocasión a un grupo de expertos económicos criterios para vaticinar las oscilaciones en las cotizaciones de los principales valores de la bolsa de Nueva York. Al mismo tiempo, unos monos lanzaban dardos sobre unos paneles en los que figuraban diversas previsiones. El resultado fue que los monos acertaron en mayor medida que los analistas. No sé cuánto habrá de verdadero en esta historia. Puede que no sea más que un intento de zaherir a los expertos, esos personajes que, como también se ha dicho, cinco minutos antes de que estalle el mundo nos asegurarán que tal cosa es imposible.

Lo cierto es que las observaciones publicadas periódicamente sobre la coyuntura económica, en particular aquellas que se refieren a la evolución del empleo, son fundamentalmente irrelevantes. El paro se reduce a una tasa evolucionando como una sucesión de picos o irregulares dientes de sierra: ahora sube, ahora baja, luego vuelve a subir, continúa subiendo, vuelve a bajar... Las observaciones periódicas sobre la realidad del empleo acaban por convertirse en un ejercicio de irresponsabilidad, cuando no de algo mucho peor. Es como si un individuo, situado en la orilla de un río, se dedicara a comentar las evoluciones de otra persona caída en el agua y luchando contra la corriente: ahora desaparece bajo las aguas, lleva un tiempo braceando en la superficie, parece que vuelve a hundirse, no vuelve a la superficie, ahí vuelve a sacar la cabeza, cuidado con esa ola que viene, parece que esta vez se ha librado, yo creo que ayer estaba más hundido... Al final, lo único importante es la tasa en sí misma, su continuo vaivén.

De este modo, las tasas de empleo y paro acaban encubriendo más realidad de la que muestran, hasta el punto de poder aplicar a la mayoría de estudios e informaciones sobre el empleo la magistral descripción que Miguel Barroso hace de la lógica profunda de los casinos y salones de juego en su novela Amanecer con hormigas en la boca: “Las ganancias más insignificantes se pregonaban con campanillas y luces intermitentes; las pérdidas fluían silenciosas hacia la banca a través de conductos invisibles”. Esta es la lógica de una economía que ha sido caracterizada como “capitalismo de casino”. Las más insignificantes ganancias en las tasas de empleo son pregonadas con gran profusión de luces y acompañadas de pegadizas y alegres melodías; las pérdidas de empleo, cuantitativas o cualitativas, fluyen silenciosas a través de conductos invisibles.

El pasado viernes día 26 recibíamos la noticia, gracias a la publicación el día anterior de la Encuesta de Población Activa (EPA), de que durante el segundo trimestre de este año el número de parados se había reducido en 225.000, al tiempo que en el mismo periodo se habían creado 149.000 nuevos empleos. Inmediatamente el ministro de Guindos habló de un cambio de tendencia “incipiente” en la economía española, y no faltaron catedráticos y analistas de economía que proclamaron la mejoría evidente de nuestro mercado laboral. Desgraciadamente, el lunes 29 el Instituto Nacional de Estadística publicaba los datos desestacionalizados de ocupación y paro (es decir, controlando los efectos estacionales sobre el empleo, en este caso las vacaciones de Semana Santa y de verano) para advertir que de creación de empleo nada, que en el segundo trimestre de 2013 también se había destruido empleo.

Más allá de este baile de interpretaciones, por otra parte muy habitual, debemos reconocer que las tasas de empleo ya no nos dicen nada o casi nada sobre la realidad que vivimos. El mercado de trabajo es una institución social. Trabajar no es, sin más, producir, o vender la fuerza de trabajo; es hacerlo en un marco de normas sociales que definen lo que es empleo y lo que no es, lo que es y no es un buen empleo, lo que es ser un buen trabajador, etc., y en un marco de regulaciones legales que organiza en la práctica la actividad laboral. Y es esto, esta norma social de empleo, la que se viene modificando dramáticamente desde hace ya tres décadas, pasando de la estabilidad a la precariedad como norma. Esta transformación de fondo es la que nos debe preocupar. ¿Las tasas? Sí, pero menos.

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