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La otra Caja de Pandora

Imagen de archivo de varias personas en una reunión.

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Juan, nuestro hijo de ocho años, ha llegado del colegio hablando de la historia mitológica de La Caja de Pandora: Zeus regaló una tinaja a Pandora por su boda con Epitemeo, dándole la misteriosa orden de no abrirla jamás. La curiosidad de la novia se impuso; pero al destaparla, se escaparon todos los males del mundo (esta es la parte que más le fascina). Cuando consiguió volverla a cerrar, advirtió que en el fondo permanecía aún la esperanza.

Panta dora significa todos los dones, que hoy pronunciamos “competencias”. No sé si los dueños de las principales empresas del mundo conocen, como ahora Juan, el enigmático relato, aunque parece que no comparten que las mujeres disfruten de esos dones que encierran la etimología del nombre de la protagonista, ya que durante los seis primeros meses de la pandemia han contratado para la posición de consejero delegado (CEO) a la mitad de las mujeres en comparación con lo que hicieron en el 2019: 6% vs 12%, cifra ésta última, asimismo, auto-explicativa.

Como a Pandora, a mí también me ha podido la curiosidad: he vuelto a abrir la caja preguntando a las mujeres empresarias y directivas con responsabilidades de peso a las que he tenido la suerte y satisfacción de dar clase o ayudar: ¿qué competencias aportáis para la gestión de la crisis que nos atenaza? Mi objetivo es entender de modo indirecto si “els que remenen les cireres” que dicen en Cataluña, o los que tienen la manija, que traducen en el sur, se han dejado llevar por prejuicios irredentos a la hora de contratar muchos menos jefes mujeres en los tiempos del virus. 

Todas coinciden en que la mejor gestión no es una cuestión de género. Así lo expresa con una frescura que sería difícil de encontrar, al menos entre mis alumnos, la Directora de Comunicación y Relaciones Institucionales de un gran Grupo de Medios: “yo no creo en esto de las competencias según el sexo. La dirección es cuestión de talento, trabajo y oportunidades. Eso de atribuir cualidades a la mujer en el ámbito profesional por el mero hecho de serlo me parece cosa de antaño y discurso político súper manido. Conozco señoras en la dirección que son estupendas y unas cracks y las hay también incompetentes. Las hay con ”sensibilidad“ y las hay que no. Me espanta el tema de las cuotas, pero es cierto que hay que dar un poquito de empuje en las empresas para que aflore lo mejor que tenemos”.

Vamos a entender mejor eso que ha de aflorar.

La Directora de Recursos Humanos y Comunicación, además de la Fundación, de una aseguradora líder, tras confesarme que está a punto de desengancharse de varios chats y asociaciones de mujeres directivas, apunta: “Sabemos mantener los valores más básicos, esos que dan luz en los momentos de incertidumbre. Son los que nos ayudan a interpretar las señales y las emociones”.

La Directora Jurídica Global de una las empresas mineras líderes manifiesta que “si algo se ha puesto de manifiesto durante la pandemia, es que en este entorno VUCA nos habíamos olvidado de la importancia de poner en valor la meritocracia, la sostenibilidad y la magnanimidad. Hemos aprendido que somos vulnerables, mucho más de lo que pensábamos, y que necesitamos una sociedad robusta en valores y principios. Parecía que la conciliación y el equilibrio en la vida eran reivindicaciones femeninas que nada tenían que ver con los hombres, pero ello se ha demostrado que no es así. El equilibrio no entiende de género; el equilibrio hace que se alcance una sociedad más sostenible, más corresponsable”.

Y añade: “La mayor presencia de mujeres directivas, de consejeras y líderes políticas femeninas ayudarán a las empresas y a la sociedad a complementarlas, a enfocar los problemas y sus soluciones de una manera diferente y más enriquecedora”.

Una empresaria del sector logístico subraya: “Vamos en directo a la raíz de los problemas, sin andarnos por las ramas. Yo veo cómo muchos hombres en las reuniones tardan en llegar al meollo. Esto nos ayuda a anticiparnos y ser más rápidas y drásticas en las decisiones; por lo que somos muy válidas para gestionar crisis”.

Una banquera, parca en palabras, añade: “Anticipación, visión. Pero la que más me gusta: asertividad”.

La presidenta de un holding familiar presente en varios sectores contesta: “somos más claras y directas, lo que para vosotros es ser complicadas. Identificamos el problema, lo etiquetamos y lo abordamos”.

Una empresaria del sector de la alimentación lo tiene claro: “En general y lo más importante han sido VALIENTES, pragmáticas, increíblemente imaginativas y resolutivas. No les ha temblado la mano si han tenido que reestructurar, modificar procesos, adaptar espacios y medidas en función de lo requerido por la situación, y, además, han sido capaces de combinarlo con cuidar de manera especial al personal –hasta donde las circunstancias lo permitían– sin caer en el paternalismo ni la ñoñería, sino por responsabilidad”.

Una consultora que trabaja en España añade: “Serenidad, visión práctica de los problemas, conciliación, cohesión, gestión de conflictos con visión económica y humana, y análisis no solo objetivo sino visión lateral. En fin, lo que hago como madre”.

Y otra consultora internacional afirma: “Creo que en las crisis se necesita decisión, agilidad, flexibilidad y honestidad. No son cualidades exclusivas de las mujeres, pero acostumbramos a cultivar la capacidad de adaptación. Otra habilidad muy necesaria en esta crisis tan especial es la capacidad de comunicar y empatizar. Puede sonar a cliché, pero las mujeres suelen destacar ahí”.

Una abogada experta en Gobierno corporativo avista una “razón” del desequilibrio 6% vs 94%: “Los consejos de administración han vuelto a posturas conservadoras, contratando a candidatos con experiencia previa como CEO, y perfiles con mayor experiencia contrastada. Estos perfiles son mayoritariamente hombres”.

Una empresaria alemana, miembro del consejo de administración de un gran grupo automovilístico global, reflexiona al estilo de su patria: “No creo que tenga una respuesta clara, pues dudo de que existan diferencias”, para a renglón seguido sostener: “Hay mujeres directivas que se han vuelto masculinas o neutras. Nuestro liderazgo es el de las formas suaves, el ejercicio de la auctoritas sin agresividad”.

Le confieso, respetado lector, que no salgo de mi perplejidad, pero sí atisbo que los que manejan los hilos han de apostar en el futuro que empieza ya por el mejor talento en toda la amplitud, dar ese empujoncito que se mencionaba arriba, sin el lastre de una cicatería miope.

En su magna novela, Fortunata y Jacinta, de obligada lectura para los que deseen entender el alma humana en su doble declinación, Pérez Galdós esculpe la quintaesencia de un estilo fresco y refrescante, el que los tiempos nos están pidiendo a gritos al frente de nuestras empresas y organizaciones: “Barbarita era desenfadada en el pensar, pronta en el responder y sabía sacudirse una mosca que le molestase. Tenía mucho talento, un talento que se descubría dónde y cómo debe descubrirse, en las ocasiones”.

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