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Un derecho como una casa

La jornada se enmarca dentro del Plan Integral para las Personas Sin Hogar en Zaragoza

Marian Juste Picón

Presidenta de la Fundación HOGAR SÍ —

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Las necesarias medidas de distanciamiento social, el confinamiento y los lemas que nos piden que nos quedemos en casa han puesto de relieve la importancia del derecho a la vivienda. Un derecho que se vulnera cada día para las más de 33.000 personas en situación de sinhogarismo que hay en nuestro país. Cuando las calles se han quedado vacías, el problema del sinhogarismo ha sido más evidente que nunca. Porque, ¿cómo se quedan en casa los que no tienen casa?

La relatora de la ONU sobre el derecho a una vivienda adecuada, Leilani Fahra, señalaba acertadamente hace unos días que, durante la crisis del coronavirus, “la vivienda se ha convertido en la primera línea de defensa contra el coronavirus”. Y es que, esta situación de crisis nos deja ver de forma muy clara cómo el derecho a la vivienda interacciona con otros derechos como el derecho a la salud, a la seguridad y a la integridad física y moral. Como añadía Leilani Fahra, “tener un hogar, ahora más que nunca, es una situación de vida o muerte”.

Efectivamente, la relación entre el derecho al acceso a la vivienda y los niveles de salud se ha demostrado sobradamente en múltiples investigaciones. En el caso de las personas que viven en una situación de sinhogarismo, su esperanza de vida es entre 20 y 30 años menor que la de la población general. Un hogar es el mejor espacio para descansar, alimentarse de forma adecuada, relajarse, tener la higiene necesaria y recuperarse de cualquier enfermedad. Un hogar, en este momento, es la mejor protección frente al coronavirus. La vulneración del derecho a la vivienda está suponiendo un riesgo evidente para la salud de las personas que viven en la calle, bastante diezmada ya, pero también supone, en este momento, un desafío de salud pública.

Quienes nos dedicamos día a día a luchar por una solución al sinhogarismo estamos agradecidos por la enorme movilización de recursos que todas las administraciones han puesto en marcha para proteger la vida de las personas que carecen de un hogar ante la crisis del COVID-19. Ahora bien, tan importante como el “cuánto” es el “cómo”. El diseño es crucial para que todos esos recursos sean bien empleados y realmente supongan una protección a la salud de estas personas.

Ante esta vulnerabilidad que están sufriendo las personas sin hogar, se ha puesto de manifiesto más que nunca una cruda realidad que veníamos denunciando desde hace tiempo, pero que ahora se hace totalmente evidente ante la opinión pública: el sistema de atención al sinhogarismo en España es del todo insuficiente para garantizar los derechos más básicos de estas personas. Estamos aplicando medidas de emergencia, necesarias y valiosas en este momento, pero sobre un sistema que, invirtiendo muchos recursos, solo consigue “gestionar”, que no “solucionar” el problema del sinhogarismo en España.

Este sistema, basado en alojamientos colectivos, lamentablemente sigue siendo el principal tipo de respuesta al sinhogarismo en nuestro país. Por ello, cuando busquemos aprendizajes y conclusiones sobre esta crisis, seremos mucho más conscientes de que este sistema de atención basado en alojamientos colectivos y que, además, deja a miles de personas viviendo en la calle, no es el más adecuado para poner solución al sinhogarismo.

Cuando todo esto pase, será el mejor momento para apostar por soluciones integrales basadas en el acceso a la vivienda, como el modelo Housing First aplicado con probado éxito en varios países y por el que ya han apostado en España varios gobiernos. Aprovechemos la evidente importancia del derecho a la vivienda que ha puesto de manifiesto esta crisis, para dejar de ver el sinhogarismo como un problema a gestionar y entenderlo como un fenómeno a solucionar.

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