Ganemos conciencias para que no caigan los derechos de todas
Hay quien piensa que el próximo 23 de julio nos jugamos unas elecciones y cuatro años de gobierno. Pero yo creo que nos jugamos nuestras vidas, todas nuestras vidas, para los próximos 15 o 20 años. Y es que los derechos sociales se consiguen con mucho esfuerzo, con mucha lucha, pero se pierden muy rápido.
Más allá de todo lo logrado en esta legislatura, el debate ahora no es si avanzaremos más, o si vamos hacia atrás. Estamos ante el abismo, ante un precipicio oscuro. Debemos elegir si caemos o si volamos, pero para seguir avanzando no basta con tener razón, hay que hacerlo con inteligencia pero sobre todo con corazón.
Nuestros derechos, pero también los de toda la ciudadanía, nuestras vidas enteras, están en peligro, en riesgo. Lo están porque somos el centro de la batalla, de la guerra cultural que la derecha ha desplegado, desde EEUU, con los bulos y los discursos de odio como herramientas. ¿Tenemos razón las personas LGTBI+ cuando reivindicamos la igualdad? por supuesto. ¿Basta con eso? no.
Por eso, es fundamental apostar por convencer a la gente, por dialogar. Defender la libertad de expresión, aunque nos duela, porque eso nos legitima para criticar el odio mientras exigimos poder seguir expresándonos. Hay que hablar en positivo, de libertad, de igualdad, de derechos para todas, todos y todes: aunar gente, convencer a gente. Así es como lograremos mantener y ampliar derechos, para el colectivo LGTBI+, pero también para las mujeres o para cualquier otro colectivo vulnerable. Así es como lograremos emocionar, animar y convencer de que los derechos LGTBI+ son la mejor síntesis de la libertad y de la igualdad, para nosotras, pero también para toda la sociedad.
Y la furia y la rabia no convencen, le sirven a la derecha para construir su caricatura de nosotras. De hecho, nos provocan, polarizan, para que reaccionemos sin pensar, desde la furia, porque saben que desde ahí, la ciudadanía no nos entiende. No se trata de imponer, ni de tratar de tener razón. Tampoco de ganar denuncias que se pierden en la opinión pública, o pulsos o broncas. Se trata de ganar convicciones, de ganar personas en favor de la igualdad, de llegar al espíritu de la gente. Se trata de que la sociedad, España, quiera defendernos porque representamos lo mejor que tiene: los mejores valores, lo más hermoso y brillante de este país.
Hay quien se pregunta por qué España, de tradición católica, como Italia, es uno de los países donde los derechos LGTBI+ han avanzado más. Uno de los motivos más importantes es porque las organizaciones LGTBI+, especialmente, la Federación Estatal LGTBI+, siempre hemos apostado por el diálogo, la negociación, la escucha y nunca por la censura.
Siempre hemos entendido que no se trata solo de tener razón, ni de imponerla, sino de persuadir y, también, de sumar a la ciudadanía: a nuestras madres, padres, hermanos y hermanas, que nos conocen, para que nos apoyen; a los medios de comunicación, haciéndoles nuestros aliados; a tantas personas que necesitamos, hoy, que nos defiendan cuando vayan a votar, que piensen si quieren una sociedad en la que se nos señale, se nos insulte y se nos persiga, un gobierno que quite nuestras banderas y nos robe nuestros derechos. ¿Es eso lo que queréis para nuestro país?
Todo el proceso de aprobación de la Ley LGTBI+ ha sido un doctorado en unidad, un máster en persuasión, una tesis en negociación. Ha sido una pesadilla durísima, pero a la vez, desde la Federación Estatal LGTBI+, hemos comprobado, una vez más, lo que nos enseñaron Beatriz Gimeno y Pedro Zerolo: que las cosas se logran convenciendo, también reclamando con contundencia, pero, sobre todo, convenciendo, incluso a los oponentes, al menos, a quienes sí se podía convencer. Porque una ley no se puede aprobar contra quienes la tienen que votar y, por eso, hay que lograr que la apoyen, que se sumen sin renunciar jamás a lo fundamental, a la autodeterminación.
Los derechos se conquistan, se disfrutan y se defienden. Y hoy tenemos ley estatal LGTBI+ gracias al diálogo, a la persuasión, al haber convencido a quienes podían haber retrasado eternamente la ley, gracias. Y gracias a tantas personas sensibles a las demandas del colectivo LGTBI+, personas buenas que apoyaron nuestros derechos. Les convencimos de que tenían que apoyarla, que tenían que votarla, y lo hicieron.
Hacer esto no era lo más sencillo. No era lo que algunos querían oír. Pero fuimos valientes y funcionó. Y esta lección que hemos vuelto a aprender, con mucho esfuerzo, con mucha dificultad, es algo que debemos compartir con el colectivo. Porque vienen tiempos duros. Y porque necesitamos tener muy claro lo que tenemos que hacer a futuro.
Por eso, insistimos: no sirve pensar que tenemos razón y que la gente tiene que hacernos caso. La razón no basta. También debemos ilusionar: los derechos LGTBI+ deben ampliar los de toda la ciudadanía. Debemos defender la libertad de expresión: la censura nunca funciona, no podemos imponerla y se vuelve en nuestra contra rápidamente.
Hay que tejer alianzas, especialmente con la mayoría de la población: no podemos nosotras solas contra la ola reaccionaria que viene. Debemos apostar por la unidad en la diversidad: nuestras identidades son herramientas para la movilización y para el cambio, no son un fin en sí mismo, sino un medio para la igualdad de la diversidad.
Y, sobre todo, debemos ganar el corazón de la ciudadanía con argumentos, no con reproches.. Porque nuestros derechos, si no están en el corazón de la gente, si solo están en las leyes o en sus cabezas sin convicción, caerán. Por eso, activistas, aliadas, ciudadanía en favor del progreso social, persuadamos, convenzamos, ganemos conciencias de cara al 23J para frenar en masa este frente reaccionario. Por nuestros derechos, por nuestras vidas. Y con orgullo.
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