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Los idiomas de los políticos

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

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La retirada de Iván Espinosa de los Monteros de la primera línea de la política ha sido recogida por los medios como una derrota de la facción “liberal” de su partido, frente al grupo ultraconservador.

Lo que no han resaltado es que se va también el único “americano ”que tenía Vox. Era la persona a la que entrevistaban los periodistas anglosajones- y también los de otros países- cuando querían información sobre ese partido. Su magnífico inglés americano, aprendido durante sus años infantiles en Chicago y sus exquisitos modales, le convertían en el interlocutor ideal, aunque de liberal tenía poco. Ninguno de los actuales dirigentes de Vox podrá rellenar ese hueco. 

Sorprende igualmente que, en la actualidad, de entre los 4 lideres de los principales partidos políticos, solo el presidente del Gobierno domine ese idioma, además de hablar un buen francés y un digno italiano. Los otros 3 ni siquiera hablan “ globish” que es como se denomina internacionalmente al inglés de batalla, con acento neutro,  en el que se expresan los que no llegan a más o los funcionarios de las organizaciones internacionales para hacerse entender por los que saben menos.

También extraña que en la campaña electoral dicho asunto no haya sido utilizado, quizás porque la gran mayoría del público pensaría en su interior que ellos tampoco hablan idiomas.

Históricamente no era un asunto importante; cada país vivía en su mundo, pero la progresiva globalización, la integración de España en la Unión Europea y el creciente poder del Consejo y la Comisión, obligan una comunicación permanente entre los máximos dirigentes de los países. No se puede vivir de traducciones y con interpretes agarrados de la mano. Las decisiones de verdad se toman en las cenas -solo los jefes, no ayudantes -o en los corrillos donde, automáticamente, se habla en inglés, porque todos los jefes de Gobierno o, en su caso, jefes de estado, de los 27 países hablan o dominan ese idioma. Para algunos- no solo para el irlandés- es incluso su lengua materna.

Un vistazo a los currículos de los “jefes” nos descubre inmediatamente que la mayoría también maneja otros idiomas: Antonio Costa y Giorgia Meloni hablan francés y español. Los de los 4 países nórdicos vienen ya de fabrica con el inglés, al igual que los de Luxemburgo, Chipre y Malta y por supuesto Holanda y Bélgica - raro es el político holandés que no hable 3, o 4 idiomas-. En los países bálticos van aún más allá: el letón Karins nació en Estados Unidos, la lituana Simonyte también sabe ruso y polaco, la estonia Kallas estaba predestinada, su padre ya fue primer ministro y vicepresidente de la Comisión y enseguida aprendió lo necesario para su trabajo. 

Incluso en los Balcanes, donde el inglés esta menos extendido, no falla ni uno:  el esloveno Golov, hizo su doctorado en USA con una beca Fulbright ,el croata Plankovik ejerció su trabajo  durante 4 años en la Unión Europea, el rumano Ciolacu , sabe también francés, mientras que el búlgaro Denkov enseño durante 2 años en una universidad americana y otros 2 en una francesa .El griego Mitsotakis, otro predestinado , tiene tirulos por Harvard y por Stanford y además vivió sus primeros 6 años en Paris 

En Centroeuropa el eslovaco Ödor es bilingüe, pertenece a la minoría húngara – y domina el idioma común, mientras que el checo Fiala es catedrático Jean Monnet.

Incluso nuestro vecino Macron a veces se molesta desdeñosamente en explicar algo en un magnífico inglés. Sholz solo habla “globish”, también aprendió algo de español, pero representa a Alemania, el país más importante de la Unión.

Finalmente los lideres de los 2 partidos afines a Vox no se libran, Orban tiene su título universitario -derecho-por la Universidad de Oxford y el polaco Morawieki, que estudió en las Universidades de Hamburgo y Basilea y en las americanas de Connecticut y Northwest también domina el alemán.

Los currículos de todos los dirigentes son impresionantes: doctorados, estudios y carreras internacionales, publicaciones, etc etc .

Un presidente de gobierno español que no conociera el inglés se vería en la necesidad de dejarse tutelar por los únicos que hablan español: Costa y Meloni. Ninguno de los dos es del Partido Popular Europeo.

También dificultaría sus relaciones con los jefes de la comisión: Von de Leyen, del Consejo: Michel y del Parlamento: Metsola que se comunican habitualmente en inglés, aunque los tres dominan también el francés y algún otro. Michel y Metsola fueron becarios Erasmus.

En España la situación se ha ido deteriorando. En el primer gobierno de Felipe González eran políglotas: Boyer, Solana, Almunia, Barón, Solchaga, Morán, Maravall y Ernest Lluch, fruto de sus estudios en universidades americanas inglesas y francesas; alguno tras abandonar el Gobierno pudo, gracias a eso, llevar a cabo una nueva carrera en el ámbito de las organizaciones internacionales. Bueno para ellos y bueno para el prestigio de España. Más recientemente Iglesias y Rivera sabían inglés gracias a los programas Erasmus, que también realizó Arrimadas, mientras que Pablo Casado estudió uno de los últimos cursos de EGB en el Reino Unido. Vox se limitaba a tener a su americano.

Para sustituir a Casado eligieron a una persona casi 20 años mayor. Estudió en una época en la que no existía el programa Erasmus ni se le daba al aprendizaje de idiomas la importancia que hoy tiene.

Cada individuo tiene una parte de culpa en sus deficiencias lingüísticas, pero mayor aún es la culpa del sistema. Los primeros que hablan mal el inglés son los propios profesores en escuelas e institutos. Enseñan gramática, que se olvida pronto, pero en hay pocas clases de conversación por motivos obvios. Son métodos anticuados y poco útiles. Aún más grave es que el cine se dobla, privando a los niños de ese aprendizaje natural que si tiene la infancia de todos los países donde hablar inglés ya no es un mérito sino una obligación.

Vox se ha quedado sin su americano, otros nunca han tenido uno.

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