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Sobre la sabiduría, la luna, la necedad y las tetas

La diputada Mar García Puig en el Congreso

Sofía Castañón

En 2016 el fotógrafo Francisco Prato y su novio sufrieron una agresión homófoba. Y aunque ante estas agresiones suele haber más silencio que denuncia, él dio el paso de contarlo públicamente y con esto nació el proyecto “Sólo tú sabes quién eres” en el verano de 2017. Francisco Prato hizo una exposición donde los cuerpos se superponen, se combinan; y una lee en esto no sólo que nadie más que nosotras sabe quién es por dentro, sino además que los cuerpos son como las mentes, y se van mezclando, aprendiendo, contaminando en el buen sentido de la expresión, de otros cuerpos. Un conjunto de imágenes que hablan de libertad, de autoconocimiento y de reconocimiento social de esa libertad propia.

El jueves pasado debatíamos en la Cámara del Congreso la enmienda a la totalidad que presentaba el PP a nuestra ley de igualdad LGTBI. Esa ley no es nuestra porque la presentara, defendiera y se admitiera a trámite mi grupo parlamentario. Es nuestra porque es de los colectivos y de toda la sociedad que queremos que seamos iguales y de plena ciudadanía todas las personas, al margen de nuestro sexo, de nuestra identidad de género, de nuestra expresión, de nuestros afectos y deseos. El PP esto no lo ve, salvo que haya una pancarta en la que hacerse la foto en un día tan simbólico como es el del Orgullo -más aún el año pasado que el World Pride era en Madrid-, que entonces sí: firman lo que haga falta (como que no impedirán la tramitación de la ley de igualdad LGTBI) y allí se van Javier Maroto y Andrea Levy a posar con toda la FELGTB, porque para eso ellos son la derecha moderna y tolerante.

La foto del jueves para mí, sin lugar a dudas, es la que sostiene Mar García Puig desde tribuna, en una intervención vibrante y contundente, en la que se ve a ambos diputados (del Congreso y de la Generalitat) tras esa pancarta, mientras ese mismo día Javier Maroto ocupa in extremis su escaño para votar a favor de una enmienda a la totalidad que hace de nuestra ley un “promoverán”, una nadería escrita en rajoyesco: el idioma de no decir absolutamente nada. Esa es la imagen del jueves: la de la traición.

Sin embargo, ha resultado ser mucho más jugosa (sí, voy a usar este término a sabiendas del campo en el que me muevo, y lo hago desde la realidad de quien ha usado los pechos propios para amamantar) la imagen de la camiseta con la que yo subí a tribuna a enumerar las ausencias y vergüenzas de la enmienda del PP a esta ley. La camiseta del proyecto de Francisco Prato, que me había regalado un amigo con la idea de que un día la pusiera y le diéramos así visibilidad al proyecto y la lucha.

He subido a tribuna con una camiseta que dice que “la rebelión empieza leyendo”, con una que en medio del símbolo feminista hace un corte de mangas (con un diseño precioso, muy poco agresiva, ciertamente), he llevado camisetas que reivindican que en Asturies hablamos una lengua y que sus hablantes tenemos ahora mismo derechos que se vulneran por falta de reconocimiento oficial. Cuando me puse ésta lo hice desde la misma idea. ¿Provocación? Claro, la misma que cuando mi compañera Ione Belarra lleva una por la Educación Pública o Pedro Arrojo viste una por la nueva cultura del agua. La provocación de recordar, también en lo visual y no sólo en lo verbal, que lo de este gobierno es una completa sinvergonzonería.

Y no, toda una vida trabajando con la imagen, e ingenua de mí no pensé que dos pechos (uno masculinizado y otro feminizado) fueran a causar revuelos. Ya ven, pensaba yo que sus señorías estaban por encima del “pedo, caca, culo, pis” al que sin embargo me remiten lecturas tan torpes como la de la diputada Ana Vázquez. Que de todas formas, van dentro de la línea general de sus tuis y no tengo que glosarlos yo, porque pienso que se califican en sí mismos.

Pienso que a Ana Pastor le pudo ocurrir lo que a otras personas: asumió que los dos pechos eran femeninos (y no sé, que una se marcaba de gratis un Femen -no, ellas ponen el cuerpo y lo ponen en riesgo; yo en tribuna soy una mujer con privilegios y la responsabilidad de hablar en nombre de muchas y de muchos como mejor sepa y pueda). ¿Qué sentido tendría eso? ¿No genera algunas preguntas? ¿De verdad pensamos que alguien se sube a tribuna con una camiseta con dos pechos de mujer fotografiados -cuando tiene los propios- porque sí, por llamar la atención? No nos hagamos preguntas, que dan migraña.

Ocurre, esto es cierto, que se ve mucho más el pecho feminizado porque todo el tiempo me dirigí a la bancada del PP, porque estaba tremendamente enfadada con ese grupo parlamentario y con ese partido, porque era lamentable lo que hacían y prueba de ello es que se quedaron solos en la votación. Pero no estaba pensando en nada de esto, y atribuí el murmullo más a que no querían escuchar verdades, que a una camiseta. Y un recordatorio importante: la tribuna es el espacio de privilegio y representación idóneo para decir las cosas con la mayor claridad y los refuerzos que encontremos para ello son bienhallados, no lo contrario. Cuando se coloca el eje en el decoro suele ser para no decir “mordaza”, que suena feo, claro.

La camiseta que llevaba el jueves era un guiño y un refuerzo a lo que estaba diciendo. A quienes lamentan que recurra a “trucos baratos” les preguntaría si escucharon algo de lo que dije. A quienes asumieron que eran dos pechos femeninos sin hacerse más preguntas, les preguntaría si no debería haberles generado alguna y querer saber más. A quienes en realidad les molesta, y aquí vamos al asunto, visibilizar la diversidad de los cuerpos, de los afectos, de las identidades, de los modelos de familia, les diría que miren a su alrededor: nuestra sociedad ha cambiado y esto no tiene vuelta atrás, porque no nos vamos a dejar arrebatar ni un sólo derecho, al contrario, venimos a lograr los que faltan. Miren a su alrededor, si no entienden que somos un pueblo diverso, que quiere ser feliz y libre en esa diversidad, están ustedes tan solos como la bancada del PP votando en contra de la sociedad que ya somos.

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