Una abstención vergonzante
Las democracias tienen una ventaja sobre las dictaduras, y es que ninguna voz por gruesa o estrambótica que suene puede ser silenciada. Tampoco la que representa Vox, a pesar de su cruzada contra periodistas y medios de comunicación que no le bailen el agua. En esto, ciertamente, no se puede decir que estén solos. Lo del respeto a la libertad de expresión rara vez pasa de mera declaración retórica.
Y aun así el Congreso de los Diputados será pronto la imagen de un país donde vale todo, en el que la política se ha abonado al esperpento, y la vida pública torna en un espectáculo burdo donde la provocación y el sectarismo se alternan de vez en cuando con algún momento estelar. Pocos. Cada vez menos.
Como si se tratara de un show político-mediático afrontan todos los grupos parlamentarios la moción de censura que la ultraderecha ha impulsado contra Pedro Sánchez y liderará Ramón Tamames. No es para menos. Los elementos caricaturescos de la sexta moción de censura de nuestra democracia resultan cómicos, pero también trágicos. Ya no se trata de que el candidato roce los 90 años. Tampoco de que haya aceptado ser protagonista de un juego estrafalario al servicio de una formación política que representa lo contrario a lo que él mismo significó en tiempos de la Transición. Ni siquiera que haya un acuerdo entre Tamames y Abascal para obviar asuntos que incomoden a Vox, como el aborto, los derechos LGTBI, la violencia machista o la España autonómica.
La verdadera desdicha es que un partido como el PP, que aspira a ser alternativa de gobierno en España, mire de reojo a Vox para mantener un equilibrio imposible. El desastre democrático es que Alberto Núñez Feijóo ande atrapado entre el latir de los votantes de la ultraderecha española y la necesidad de ampliar su base social hacia el centro y que vire de un lado a otro en función de la coyuntura semanal.
Que el PP haya anunciado su abstención a semejante vodevil demuestra muy poco respeto por las instituciones democráticas y además solemniza que no se atreve a dar un 'no' sin paliativos a un juego fatuo y estrafalario de la ultraderecha, a la que necesitará para gobernar. Si es así, sin plantar cara a los de Abascal y a su nacional populismo, como pretende conquistar al votante moderado es probable que acabe como Pablo Casado. La moderación significa también sensatez, escapar de las ocurrencias de tu competidor de bloque y demostrar respeto por las instituciones democráticas.
Abstenerse en la estrambótica moción de censura también es hacer el juego a Vox y a la antipolítica. Y si verdaderamente Feijóo piensa, como ha dicho, que a España y a la política “hay que tomárselas más en serio que un par de tardes en el Congreso con alguien que sabe que no va a ser presidente y con un partido al que se le ha ocurrido incrementar el show parlamentario” debería demostrarlo con un voto en contra y no camuflarse en una vergonzante abstención.
Al menos su antecesor tuvo el coraje, en la anterior moción de censura que impulsó Abascal en octubre de 2020, de votar en contra e hilvanar un discurso demoledor. “Votaremos 'no' a su candidatura para presidir el Gobierno de España. Votaremos 'no' porque decimos no a la ruptura que usted busca, 'no' a la polarización que usted necesita. 'No' a esa España a garrotazos, en blanco y negro, de trincheras, ira y miedo. 'No' a ese engendro antiespañol, que también patrocinan ustedes, esa antipolítica cainita de izquierda o de derecha destinada a hacer que los españoles se odien y se teman”, dijo entonces Casado desde la tribuna muy consciente de que el objetivo de Vox con aquella moción no era Sánchez sino él, como hoy lo es Feijóo.
La diferencia es que el actual líder del PP, con una vergonzante abstención, se convertirá esta vez en cómplice de los de Abascal. Y en La Moncloa, donde tratan de impostar cierta solemnidad a esta extravagante sesión, ya han comprado las palomitas para asistir al doble espectáculo que en breve protagonizarán las derechas en medio del desgaste del Gobierno por la ley del solo sí es sí y las diferencias entre los socios de la coalición.
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