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Ahora que tenemos agua

José Luis Gallego

Tenemos los embalses al 64% de su capacidad, no está mal, aunque lo cierto es que el año pasado por estas mismas fechas estaban al 73%. Eso significa que nuestras reservas de agua andan casi diez puntos por debajo que hace ahora un año. Bueno, no pasa nada, no nos pongamos nerviosos. Eso sí: si el otoño viene seco (algo que nadie puede afirmar ni negar) la cosa podría empezar a ponerse fea.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) dice que probablemente el final del verano y principio del otoño será un poco más lluvioso en la mitad este peninsular y Baleares y que en el resto del país no se producirán diferencias significativas respecto al periodo de referencia (1981-2010). Bueno, no es un mal pronóstico. Sin embargo, y dado que la meteorología a más de tres días es lucubración, haríamos bien en ser prudentes y atender a la posibilidad de hacer frente a una nueva sequía. Y la mejor manera de hacerlo es ahorrando agua ahora que hay agua.

Sería bueno por ejemplo que tomaran nota todos aquellos que, entre los nuestros, tienen por costumbre barrer la terraza con la manguera o vaciar y llenar la piscina del Carrefour a diario. Y si digo entre los nuestros es porque, aunque sé perfectamente que hay otros que hacen un uso mucho más insolidario e irresponsable del agua, en éste rincón del diario suelo hablar para nosotros, los que intentamos arrimar el hombro en el cuidado del medio ambiente. Los otros, los que pasaron del “quien paga contamina” al “como pago, contamino” no suelen andar por aquí ni tampoco se les espera. Para ellos los que andamos pendientes de reciclar, apagar la luz o ahorrar agua somos unos frikis.

Como hemos comentado aquí en otras ocasiones el problema con esa gente es que el despilfarro de agua les sale demasiado barato, por eso es tan difícil someterlos. Si el litro vano costase diez veces más que el litro básico la cosa cambiaria. No se trata de subir el precio del agua, sino de encarecer al máximo el derroche para disuadir a los que derraman nuestras reservas a golpe de billetera.

En España el recibo del agua representa el 0,71% del total del gasto medio de los hogares. No importa cuánto consumas: el precio medio del metro cúbico (mil litros) de agua corriente es de 1,76 euros. Desde el que usas para beber hasta el que despilfarras tirando varias veces de la cadena para que se lleve la colilla del cigarro: a 1,76 euros los mil litros. Pues bien ¿saben a cuanto les sale ese mismo metro cúbico de agua a los daneses? a 5,74 ¿Y a los alemanes? A 4,46. Los belgas pagan el metro cúbico a 3,83, los finlandeses a 3,40 y los británicos a 3,31 euros. Sin embargo los recursos hídricos de estos países pueden superar en mucho los nuestros.

España debe aumentar hasta niveles disuasorios el precio del malgasto de agua (que no el precio del agua) para razonar su uso antes de que tengamos que racionar su consumo. No sé cuál debería ser el mecanismo: un canon, un arbitrio, una ecotasa, no lo sé. En todo caso lo que tengo muy claro es que su implantación generalizada (en muchos lugares ya se está haciendo) debería realizarse desde el máximo rigor, recurriendo a la experiencia y con la supervisión municipal para evitar las injusticias, de manera que se premie el ahorro y se castigue mucho más severamente el derroche de los insolidarios, de los que pagan por despilfarrar, sin importarles si el acceso garantizado al agua potable se pueda complicar en los próximos años.

La región mediterránea va a ser uno de los lugares más afectados por el cambio climático, con una alteración entre fuerte y moderada del régimen de precipitaciones (tal vez llueva lo mismo, pero lo hará peor) que provocará una reducción de los recursos hídricos. Eso es lo que señalan los científicos que estudian los efectos del calentamiento global. Y haríamos bien en empezar a tomar nota desde ya. Por eso es tan importante educar a los niños en el respeto al agua, para que adquieran la cultura del ahorro y se relacionen de una manera mucho más cuidadosa con este recurso vital.

Pero no podemos ceder toda la responsabilidad a las generaciones venideras, eso sería injusto. Tenemos que ser nosotros, los que estamos aquí y ahora, quienes debemos corregir los malos hábitos de tener asegurado el caudal. Ya saben, eso que resulta tan cansino de leer como de escribir: lavarse los dientes o enjabonarse con el grifo cerrado, reparar los grifos que gotean o dejar de usar el váter como cenicero, entre otras cosas. Se trata de ahorrar éste agua: ahorrar lo que ahora tenemos. Porque si llega la sequía nos obligarán a hacerlo a golpe de restricción.

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