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Annus horribilis (y 2)

Suso de Toro

(Primera parte)

Así que ya pisábamos dos horas del primer día del 2013 cuando Obama y los suyos consiguieron cerrar la brecha de un inesperado “abismo fiscal” que por lo visto nos podría haber tragado a todos. Y hay que temerles, a los abismos fiscales y a los norteamericanos en general, porque además de estar armados son peligrosos: aún no hemos comprendido bien lo que nos hicieron hace unos años, con la quiebra de “Lehman Brothers”, pero fueron cosas muy malas y aún nos duele por todas partes.

Seguimos viviendo peligrosamente sobre un suelo que se mueve y provoca terremotos y tsunamis. Y estamos tan desorientados como el Rey que le habló a quien quiso escucharlo de volver al espíritu de la Transición y sus consensos, una llamada a viajar a un pasado desaparecido hace tiempo que tenía algo de onírica. La dura realidad apareció en las mismas pantallas unas horas después encarnada en quien ostenta la jefatura del Gobierno, Rajoy. La realidad estaba allí y era aquello.

Rajoy había conseguido escapar de los diputados de la oposición, de los periodistas y de la ciudadanía en general con éxito durante un año, una vez demostrada su capacidad para escabullirse y sus dotes de invisibilidad creyó necesario comparecer y decir algo. Nos volvió a contar que era un pobre hombre engañado, lo habían engañado todos: el anterior presidente del Gobierno no le había contado que estaban las cosas tan mal y él le creyó; los presidentes de las autonomías que gobernaba su partido le ocultaron los agujeros que habían abierto en Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha...; los directores de las cajas de ahorro que había puesto su partido en Caja Madrid, Caja del Mediterráneo, le escondieron los pufos; el gobernador del Banco de España y del Banco Central Europeo no le contaron nada...Y, claro, ocurrió lo que ocurrió, llegó al Gobierno y resulta que estaba todo muy mal, por eso no pudo cumplir nada de lo que había prometido y por eso está haciendo todo lo que hace. La culpa de las medidas que nos aplica, este dolor que reparten sus ministros, no es suya. Ya se pueden imaginar de quién es. Aunque sabe que “hay mucha gente decepcionada”. Pero comprende la impaciencia de los que no están completamente convencidos, “hay que hacer un elogio de la sociedad española, de la moderación de la mayoría, de la calma con que acepta los sacrificios.” Fuera de ese elogio quedan los que no son moderados, o sea los exaltados y exagerados que no aceptan los sacrificios con calma. Para esa gente están las nuevas leyes que criminalizan las protestas y el ministro del Interior, las porras, balas de goma y las multas.

“No hay que engañarse, 2013 será duro”, nos dijo. Ya lo sabíamos, pero no era información, era un aviso. “Pido comprensión, con la necesidad de aplicar medidas que a nadie gustan, y solidaridad para entender que todos tenemos que aportar algo.” Pero no es cierto que sus medidas no gustan a nadie, no le gustan a la mayoría pero hay una minoría entusiasmada a la que le va mejor que nunca y que se está llevando las tajadas que corta Rajoy con el cuchillo de sus políticas. Que le pregunten a los que se están llevando la sanidad en Madrid y otras comunidades, por ejemplo. Ya acabando su comparecencia quien gobernó a base de decretos, en vez de leyes parlamentarias, quien no recibe a los sindicatos y sólo se apoya en un partido navarro y en otro madrileño-valenciano, mentó la necesidad de unidad. Se refería al proceso político que protagoniza la sociedad catalana, que no aprendió ni siquiera cuando se le hicieron unos buenos boicots y campañas de recogida de firmas, eso a lo que él llama “el lío”. Su llamada a la unidad es tan buena de creer como su petición de comprensión y de “solidaridad para entender que todos tenemos que aportar algo”. Se refería a los que “aceptan los sacrificios”, pues los evasores de impuestos amnistiados y demás beneficiados de sus políticas no es justo que aporten, pues dejarían de estar beneficiados.

Y todo eso es así porque este año se cayó con estruendo los restos del edificio de la Transición que evocaba el Rey, no sólo está roto el pacto español entre proyectos nacionales sino el pacto social sobre el que se levantó todo. En el año 1977 la economía española estaba ahogada por la inflación y el paro, la gran mayoría de las fuerzas políticas y sociales consideraron que era necesario un acuerdo que permitiese consolidar la democracia naciente y fraguaron los Pactos de la Moncloa, unos acuerdos que garantizasen la paz social. Lo firmaron los partidos parlamentarios de entonces y los sindicatos. Ese acuerdo social sobre el que nació este período democrático está liquidado, de ahí que el presidente del Gobierno no sólo no reciba a los sindicatos sino que su partido y su gobierno los culpabiliza y busca arrinconarlos. Y todo esto es así, lo quieren todo y no comparten ni reparten, por algo muy simple y evidente: tanto Aznar como Rajoy entraron en política en el posfranquismo con partidos antidemocráticos, Falange y Unión Nacional Española, combatieron la Constitución y, aunque ahora la invoquen y se la apropien, lógicamente traicionan lo que de integrador hay en ella. De hecho la utilizan perversamente para dividir a la sociedad, tanto social como nacionalmente.

No habrá unidad ni diálogo social mientras gobiernen, así de simple. Y no habrá solución a los problemas de la sociedad española mientras no haya un nuevo gobierno que abra de nuevo los diálogos sobre los que se levanta cualquier consenso democrático. Esto es lo que hemos visto en un año, aunque no nos lo cuenten así.

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