Cuando todo es ansiedad, nada lo es

23 de noviembre de 2025 22:02 h

0

“Ahora todo el mundo ha ido a terapia al menos una vez y está utilizando el lenguaje terapéutico para ser mala persona. Si no quieres quedar con una amiga dices que es que estás poniendo límites, por ejemplo”, esto opinaba la periodista y escritora Beatriz Serrano en el videopodcast ‘Cultura con Impacto: Esto no es un simulacro', un formato de El Confidencial patrocinado por Reale Seguros.

Entiendo y comparto el punto de Beatriz Serrano porque la salud mental ha hecho un viaje admirable hacia la luz, especialmente tras la pandemia, pero por pura banalización corre el riesgo de cegarnos como cuando se encienden las luces de la discoteca a las seis de la mañana. El autocuidado, por ejemplo, es un término que ha adquirido la suficiente flexibilidad como para abarcar desde la necesidad de dormir, aprender a decir no, meditar, apuntarse a clases de cerámica, poner límites con otras personas, hasta priorizarse a uno mismo. Pero esa priorización personal, necesaria y loable, a veces sobrepasa los límites del autocuidado para convertirse en otra cosa. Priorizarse es estupendo, claro, pero a veces corremos el riesgo de aislarnos en nuestra propia priorización personal en vez de vernos como seres inextricablemente ligados a otros. Entre tanta obsesiva autoobservación empieza a crecer algo parecido al individualismo extremo y en nuestros infinitos relatos individuales —algunos camino de los códices medievales— corren el riesgo de desaparecer los demás. 

Hay que aceptar, sin convertirlo en un acontecimiento clínico, que simplemente hay días malos o situaciones personales que no tienen por qué ser encasilladas en corrientes cognitivas. No todo exige un feroz análisis interno y no todo malestar ha de ser patologizado. La ansiedad y la depresión son asuntos demasiado serios e importantes como para utilizarlos con la brocha más gorda del mercado como autojustificantes en cualquier circunstancia. Porque cuando todo es ansiedad, nada lo es. Desde que algunos aprendieron expresiones como ‘apego evitativo’ ya le ponen esa etiqueta hasta a cuando el de la frutería le dice que no le quedan acelgas.

Por supuesto, no se trata de renunciar a la terapia —bendita sea— o al cuidado propio —bendito sea—, sino de recordar que la cabeza de uno también se ventila con los demás. La escritora Sigrid Núñez me contaba en una entrevista en el podcast ‘Nota al Pie’ que la mejor forma de pasar una mala racha o un bache emocional es ayudando o cuidando de otro. Si dispones del tiempo y los recursos necesarios, cuidar de otra persona (entendiendo cuidar en toda la amplitud del término) puede ser el mejor de los antídotos.