Las apariencias engañan
La imputación de la infanta Cristina hace bueno el dicho del presidente Cárdenas de que error solo hay uno y lo demás son sus consecuencias. A raíz del caso Nóos, la Casa Real, en coherencia con su concepción aristocrática del poder, y en abierta contradicción con la reacción de cierre de filas militar del PP ante su caso Bárcenas, adoptó la estrategia de las apariencias.
Apariencia, en primer lugar, de separación del advenedizo Urdangarin de los miembros de la familia real. Apariencia que echó por tierra la propia infanta Cristina y, mas tarde, la facción sucesoria. Apariencia también de una rectificación que se ha demostrado solo formal, de los objetivos y métodos non santos del cambio societario, en el momento en que los negocios son conocidos por el monarca.
Apariencia, en fin, de intervención real para la reconducción del plebeyo que, con el mantenimiento de la presencia activa de la infanta en la sociedad, ha quedado hecha añicos.
La realidad se ha impuesto por el ejercicio cabal y valiente de un juez, por la independencia judicial en la fase de instrucción. No se trata del negocio de un advenedizo que traiciona la confianza real y utiliza su nombre como enseña. Queda por saber la verdad y toda la verdad.