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El arte de lo posible

El portavoz del PP en el Senado, Javier Maroto.
20 de noviembre de 2020 21:56 h

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Fue dar a conocer que EH Bildu apoyaba los Presupuestos Generales del Estado (PGE) y armarse la de Dios es Cristo.

El PP incluyó en su argumentario para portavoces y cargos públicos la consigna de dar caña al Gobierno con la utilización al máximo de la matraca: “ETA apoya al Gobierno”. No importa que ETA dejara las armas hace diez años y que se disolviera hace tres. Lo que importa es aquella máxima del periodismo amarillo tronante: “Que la realidad no te estropee un buen titular”.

Y hay que repetirlo una y otra vez, para que se impregne en las masas. “La más brillante técnica de propaganda no producirá ningún éxito a menos que siempre se tenga presente un principio fundamental: debe limitarse a unos pocos puntos y debe repetirlos una y otra vez”, especificaba Adolf Hitler en su libro Mein Kampf.

Lo evidente es que EH Bildu encontró en el proyecto de los Presupuestos mimbres sociales que le son cercanos, y actuó en consecuencia anunciando su apoyo a los PGE. Cierto que el principal partido que la sostiene, Sortu, tiene sobre sí la espada de Damocles de una simple palabra: condena. Se le exige un paso adelante como el que dio el alcalde de Rentería en 2017, Julen Mendoza de EH Bildu, que homenajeó a tres asesinados por ETA en el pueblo y pidió, ante sus familiares allí como congregados, “perdón por ello en nombre del Ayuntamiento y en el mío propio”. Por eso el horror de los años de plomo acompaña el devenir de alguno de los partidos componentes de EH Bildu, que por una parte quiere hacer política y por otra olvida de dónde viene un importante sector de esa coalición. 

A ver, ETA dejó un reguero de 864 muertos, los familiares de víctimas del terrorismo etarra se cuentan por miles, ese pasado no se puede olvidar. Pero muchos políticos de todo signo político dijeron que si terminaba la violencia de ETA se podría defender cualquier idea con el arma de la palabra. Hoy la coalición EH Bildu, que tiene en su interior a Sortu, heredera de Herri Batasuna, pero también a otras fuerzas políticas, apoya los PGE, ¿y qué?

También Vox quiere eliminar las autonomías de un plumazo, acabar con partidos independentistas y hacer “España grande otra vez” al estilo de Donald Trump. Quedamos en que las ideas, la palabra, son libres en democracia.

El problema es otro. El verdadero problema es que el actual gobierno iba a tener un breve recorrido y ahora en la derecha más diestra y en la más siniestra, intuyen que esto parece ir para más largo. Si a ello le añadimos la aprobación de los PGE, tenemos legislatura y largo recorrido en lontananza. Y este sí, este es un grave problema sobre todo para la derecha recalcitrante.

El gobierno actual no le gusta al líder del PP Pablo Casado, y es normal y nos lo dice a diario. Y lo acusa de gestos como los de acercar a presos de ETA a cárceles cercanas a su lugar de origen. Pero esto es algo que han hecho muchos gobiernos, incluso con ETA en acción. La réplica, en este caso, le ha llegado de Consuelo Ordóñez, presidenta de la asociación de víctimas del terrorismo COVITE, quien le recuerda que en los gobiernos presididos por José María Aznar del Partido Popular, se llevaron a cabo 426 traslados de presos, de los cuales “199 durante la tregua del 98 como gesto”.

Alguien dijo aquello tan sesudo de que la política es el arte de lo posible, y en esas estamos. Es evidente que José María Aznar, como presidente del PP y presidente del Gobierno, no era partidario de esos “traslados humanitarios”, pero lo hizo. Es evidente que era enemigo de ETA, pero la suavizó denominándola “movimiento vasco de liberación” ante las cámaras de televisión, tal como acordaron con los encapuchados. Es evidente que estaba en las antípodas de Xabier Arzalluz, a la sazón máximo dirigente del PNV, pero le dio un apretón de manos en la puerta de la Moncloa y pactó con él. El arte de lo posible.

El 11 de junio de 2011, quien luego llegaría a ser vicesecretario de organización del Partido Popular, Javier Maroto, accedía a la Alcaldía de Vitoria-Gasteiz, y lo hacía con un gobierno en minoría y se vio obligado a poner en marcha esa dinámica política de la geometría variable. ETA había declarado el alto el fuego unos meses antes, en septiembre de 2010. Una de sus actuaciones estrella fue la del BAI Center y el traslado de la estación de autobuses, y ¿con quien contó para lograrlo? ¡Oh sorpresa! Con EH Bildu. Poco después, el PP y EH Bildu anunciaron el centro cultural Gasteiz Antzokia y el desmantelamiento de la Agencia para la Revitalización Integral de la Ciudad Histórica. Todo ello con acuerdos entre dos partidos antagónicos: Partido Popular y EH Bildu. Maroto defendió esos acuerdos con una frase lapidaria: “Creo que excluir en estos momentos no está en la agenda”.

La geometría variable, efectivamente, no casa con la exclusión. En su momento, el presidente Pedro Sánchez que intentó lo de la geometría variable a derecha e izquierda, dijo que no iba a dormir tranquilo con Podemos en el gobierno, en el primer turno de negociación. En los siguientes turnos llegó a un acuerdo y ahora dormirá algo más tranquilo, siempre que los números de la pandemia le dejen, y lo hará  aún más cuando el Parlamento apruebe los presupuestos sea con separatistas o integristas. Como decía Baltasar Gracián: “No basta la substancia, requiérese también la circunstancia”.

Esa es la cuestión, hay que avanzar y en el camino siempre se dejan pelos en la gatera. Y hay quien va contando esos pelos, con constancia digna de mejor causa, y los muestra en público olvidando que a él le ocurrió lo mismo. 

Emiliano García Page, presidente de Castilla - La Mancha, como buen político, dice hoy una cosa y mañana otra. Hace unos días manifestaba que “Podemos nos está marcando la agenda. Lo de Bildu no tiene un pase”. Días después reconocía que “lo que sí es verdad es que si no hay más apoyos, el Gobierno tiene que sacar un presupuesto para adelante, porque lo contrario, simple y llanamente, no es una opción”. Claro Emiliano, el arte de lo posible.

Page retocó su planteamiento inicial tras la reunión de la ejecutiva federal de su partido el pasado lunes. El cabreo del presidente porque algunos vendieran el apoyo de EH Bildu a los PGE como si fuera un pacto, tesis del PP, y no simplemente un apoyo por la cercanía a las medidas sociales planteadas en los presupuestos, se debió notar y mucho en la reunión de los socialistas.

Tiene gracia que Page se refiriera a que “Podemos nos está marcando la agenda” cuando en realidad, el experimento de un gobierno con Podemos lo inició él. En 2017 tenía un grave problema, no veía la posibilidad de aprobar los presupuestos de la comunidad de Castilla - La Mancha y ya se sabe que sin presupuestos no hay forma de llevar adelante el programa político. Así que Page se reunió con José García Molina, el jefe de Podemos, y firmó un acuerdo. Podemos entró en el gobierno y los presupuestos fueron aprobados. En esa ocasión Page dijo que el nuevo ejecutivo era “un gobierno para todos” y que si “alguien no lo entiende así, hará un flaco favor” a los ciudadanos, cuyos intereses “están por delante del propio gobierno”. Eso es hacer política para Page, sólo que cuando la hace él; cuando la hacen otros “no tiene un pase”. “Tengo la sensación de que en el Gobierno se hace lo que impone el tacticismo de Pablo Iglesias”, ha dicho ahora Page, y alguien le podría sugerir que en aquellos presupuestos de 2017 se le impuso el tacticismo de García Molina, jefe de Podemos en su comunidad, y santas pascuas. 

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