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Los actos fallidos y la Casa Real

Infantas

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Primero fue lo del rótulo de la princesa y el rey, y ahora lo de la foto de las infantas. La tele pública no para de meter la pata, voluntaria o involuntariamente, con la Casa Real, en una suerte de acto fallido que dice mucho del estado de confusión en el que se encuentra la propia jefatura del Estado. En un cóctel medio cómico, medio poético, y para regocijo del espíritu republicano, la tele pública del reino está haciendo más por el boicot a la monarquía que la tonadilla de un rapero (pongamos que hablo de Hasel, antes de que su nombre quede como un eco apenas audible, uno de esos nombres que suenan a algo que sucedió hace no tanto pero que poca gente recuerda qué fue; Hasel el que duerme, come y crea en una cárcel, supongo que sin vacunar).

El otro día, en el matinal La hora de la 1 de TVE trataban la noticia de que las infantas Elena y Cristina, hermanas del rey no mérito, se habían vacunado contra la Covid en los Emiratos Árabes, donde también se ha vacunado su padre, rey emérito fugado allí, y otros cortesanos de confianza suya. Para ilustrar el escándalo, comentado por el presentador Igor Gómez, pusieron de fondo una foto de Leonor y Sofía, sobrinas de las infantas, nietas del emérito, hijas del rey. Teniendo en cuenta que el rey en activo lleva tiempo queriendo protegerse de las salpicaduras de su familia para así conservar el privilegio del trono, cabe interpretar como un desliz freudiano de nuestro estado mental que sus dos pulcras hijas sean confundidas con sus dos turbias hermanas.

Quien puso la foto equivocada cometió un acto fallido, inconsciente por definición y que desde TVE calificaron como “fallo técnico”, que en realidad solo fue un reflejo del reemplazo constante en el que se halla nuestro súbdito imaginario: es un hecho que, cuando se dice rey, nadie sabe si estamos hablando de Felipe o de Juan Carlos; cuando se dice reina, nadie sabe si nos referimos a Letizia o a Sofía; cuando se dice infantas, a ver quién es el guapo o la guapa que sabe, a bote pronto, si aludimos a Elena, a Cristina, a Leonor o a la otra Sofía. El lío de la foto del matinal no sería consciente pero sí muy significativo: la familia real ha querido dejar fuera de la familia real a la familia real, pero, para la plebe, la familia real es la familia real, y claro, pasa lo que pasa. No sé si me explico.

Unas semanas antes, en el mismo programa matinal, comentaban la noticia de la que la infanta Leonor (que no es infanta sino princesa, aunque la confundamos con infanta; o sea, la princesa) se va a ir a estudiar el Bachillerato a una prestigiosa institución educativa en Gales, por supuesto solo porque es muy espabilada y ha superado con creces todas las pruebas de selección, como las pasaría cualquier infante listo de, pongamos, la Cañada Real (no confundir cañada con casa). Mientras se trataba tan estimulante revelación, apareció en pantalla un rótulo sobreimpresionado en el que se podía leer: “Leonor se va de España, como su abuelo”. En sentido estricto, la frase es impecable y nada ofensivo se le puede achacar. Tú a Abu Dabi y yo a Gales. El autor del rótulo, sin embargo, fue despedido ese mismo día. Rosa María Mateo, entonces administradora única provisional de RTVE, declaró que la Casa Real no tuvo nada que ver con el despido (que llamaron “relevo”, como si fuera el turno de una agotadora y atlética carrera), aunque dijo que se trataba de un “grave error” y añadió que en la libertad de expresión “no todo vale”.

Solo decir que Casa Real suele llamar a veces a los medios para darles toques cuando algo no le gusta. Me consta. Y que la salud democrática en el Estado español tiene la medida de un rótulo de televisión, muy corta. Ni siquiera me refiero a que la televisión pública acepte el rótulo de la princesa y el abuelo (una quimera en un Estado súbdito) sino al hecho mismo de que alguien decida colarlo. Si se piensa bien, hay que estar muy desesperado (ciudadanamente hablando) para atreverse a hacerlo, pensar que tienes muy poco que perder, aunque lo que puedas perder sea el trabajo, y lanzarte a emitirlo (como el mensaje que desliza en cualquier papel una persona cautiva). Ese rótulo fue como una PCR: positivo en desesperación democrática. Porque en el Estado español una frase, que en sentido estricto es incontestable, acaba por ser un brote de locura transitoria que te lleva al suicidio.

Por debajo del rótulo mártir, y del acto fallido de la foto de las princesas y de las infantas, hay un estado de confusión que el inconsciente colectivo se encarga de traicionar. A nadie, empezando por los miembros de la familia real (el rey, la reina, el otro rey, la otra reina, la princesa, la infanta, las otras infantas, el resto), se le escapa ya lo insostenible del artificio de normalidad que la Casa de todos ellos (los aferrados y los repudiados) quiere transmitir. Porque lo cierto es que esa Casa lleva ya demasiado tiempo viviendo en un continuo “error técnico”, como tuvo que volver a calificar TVE lo ocurrido el otro día con la foto. La Casa Real se lo debería mirar: como analizó el ínclito Freud en si Psicopatología de la vida cotidiana, la sucesión frecuente de actos fallidos es síntoma de algo peor.

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