Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Israel amenaza con una guerra en Líbano
Moreno y Rueda piden que el Gobierno busque mayorías para los Presupuestos
Los problemas que no preocupan a los españoles. Opina Rosa María Artal

El cinismo como arma de guerra

Ucranianos huyen de la invasión rusa.

73

Solo la mención atragantó la saliva de muchos: Biden negocia con Maduro la compra de petróleo como alternativa al ruso. Una gestión incipiente lleva a las portadas de la prensa ultraconservadora española el nombre del mandatario venezolano exento por primera vez de cualquier apelativo despectivo. Lo necesitan. ¿Quién? Estados Unidos es con Rusia el otro gran productor de petróleo del mundo, estaría haciendo la gestión más por nosotros los europeos. “Si es por el bien del pueblo…”, dicen unos. Otros echan mano de la ironía: ¿Pues no era Guaidó el “presidente encargado”? Los más están dispuestos a cambiar las etiquetas que haga falta por el bien del bolsillo. De algunos. La sonrisa inicial se congela: vaya panorama.  

Las guerras se pueden prevenir antes de que estallen, concluirlas es más difícil ni siquiera con la certificación de vencedores y vencidos. Desatado el conflicto con el ataque de Putin a Ucrania, se va comprobando que la guerra económica es todavía más complicada que la militar, aun usando como moneda de cambio muerte, destrucción y dolor. Hay quien oye los sollozos, el sonido mudo del terror, y quien solo escucha el tintinear de los beneficios a obtener de esta guerra. Y de los crédulos que se comen falaces argumentos y colaboran así en sus objetivos.

El gas y el petróleo, objetivos cruciales de la confrontación. La UE y EEUU buscan, en efecto, alternativas a la producción rusa. Es poco presentable llenarse la boca de sanciones mientras se siguen pagando millones a Putin cada día y se deja fuera al banco ruso que gestiona el negocio. Curiosamente Biden y Von Der Leyen empezaron a trabajar en ello hace meses, en plena desmesura del coste energético. En cualquier caso, cuanto más lejos esté el gas o el petróleo, más se encarece el producto. Alemania es muy reacia a esta solución porque tiene una alta dependencia del gas ruso y ahora se lo surten desde al lado.

La guerra del gas ha estallado ya en plenitud esta misma semana. Solo en este martes se han producido decisiones en cadena cruzando el tablero mundial. Washington confirma los “contactos de alto nivel” con Venezuela y Nicolás Maduro transmite su voluntad de “avanzar en una agenda que permita el bienestar y la paz”. Biden decide prohibir las importaciones de gas y petróleo ruso y sus derivados (que apenas representan para EEUU el 8%). Putin firma un decreto por el que autoriza a su gobierno y también a prohibir las exportaciones de gas. Rusia ya había adelantado que podría detener el suministro que envía a Europa a través del gasoducto Nord Stream 1. Bruselas anuncia a continuación que se dispone a acelerar la autonomía frente al gas ruso (reduciendo las importaciones, con energías renovables y otras fuentes) y avala regular precios. España encabeza con Francia la búsqueda de fórmulas de alivio a la escalada de precios. Impuestos “adicionales a las ganancias extraordinarias” de las eléctricas. El gobierno de Sánchez lo intentó en septiembre, pero dio marcha atrás por la reacción airada de las empresas. Ahora parece que la Comisión Europea lo avalaría.

Son datos relevantes que olvidan los ardorosos defensores de armar a los ucranianos aunque la guerra dure más y se deje en el camino tantas vida y recursos. Esta parte de la confrontación, menos expuesta en su crudeza a la opinión pública, tiene como consecuencia ver disparados los precios de la energía que repercuten en el alza de los productos básicos de la cesta de la compra. Y eso sí lo notan los ciudadanos. Y no solo eso, de entrada se va a comer los fondos Covid europeos por los que tanto lucharon algunas derechas en el intento de decidir su distribución. Y no deja de ser casualidad que todo esto surja justo cuando se quiere aparcar la pandemia tras dos años de sufrimiento. El dinero, ya saben, viene a ser como la energía, que no se crea ni se destruye, solo se transforma: en beneficios para unos u otros, en este caso.

Lo trágico es la sociedad en la que cae esta tragedia de amplias e intrincadas dimensiones. Se le está abocando a una reacción visceral que aparque datos y razones. De nuevo el universo mediático del sol que más les calienta ha llevado la guerra en Ucrania a la política local. Desbordando ya todos los límites de la cordura y la desfachatez. Una obsesión por adscribir al malvado Putin a su enemigo en casa. El aliado del mandatario ruso no es, en su versión, la ultraderecha sino el socio minoritario del gobierno. Cualquiera con un dedo de frente siquiera puede advertir la irracionalidad de la afirmación labrada a través de una intrincada cadena que quieren hacer partir de la muy extinta URSS. Hasta en rótulos se afirma que Podemos vota lo mismo que Le Pen. Y el PSOE lo mismo que Vox por esa regla. Vox es aún más cínico que su homólogo francés. Es inadmisible caer en eso, si algo anida aún en el alma del periodismo debería siquiera repensarlo.

Llega a ser tan repulsiva la manipulación emprendida como para plantearse la inutilidad de afrontar tamaña marea. Porque luego están los belicistas salidos del armario. Una lista que se va nutriendo hasta el pasmo. Nunca será ya nada igual. Máxime con quienes despliegan agresividad manifiesta contra la ingenua izquierda pacifista teñida hasta de ironía. La brutalidad que estamos viendo en la guerra, los desplazados a un destino incierto y seguramente precario, los muertos, la irracionalidad… claro que mueven a cualquier ser humano decente a enfrentarse al agresor. A ir a coger del brazo al anciano que no puede andar, a sacar del infierno al bebé que ha debido perder a sus padres. Incluso a tomar en las manos una metralleta. ¿Para conseguir qué? Dirigida ¿a quién? Tantos culpables, tantos. Pero los humanos tenemos algo más que vísceras, sentimientos para empezar y sobre todo un cerebro que aloja a la razón.

Los intereses subyacentes, el dichoso dinero que se mueve bajo la épica, ese cúmulo de intereses y realidades alternativas ¿no cuentan como variables del análisis? Ya no leen, ni oyen. Titulares, tuits manipulados toscamente, la inmensa suciedad del establishment español que llama “prorrusos” a quien no empuje a tomar ese Kalashnikov para ser masacrados por las bombas, con él o sin él. Es de suponer que tras no haber conseguido desestabilizar al gobierno de coalición, moderarán hasta la próxima sus calificativos. Llamar a opinar sobre alianzas y votaciones a seres como Esperanza Aguirre, alma mater del régimen corrupto de Madrid. Orillar a altos cargos militares cuando no dicen lo que se quiere oír para afirmar posturas. ¿Por qué? Información real hay mucha y potente. Menos masiva claro. Menos gota malaya que es la clave.

Precisamente este 8M, día internacional de la mujer, objetivo de un gran ataque reaccionario, esa misma España sale con sus indisimuladas estrategias. Con todo su armamento, porque esto es también una guerra. Una encuesta, en El Mundo, se plantea para buscar la condena de “las mujeres del gobierno”, machista pues hasta en el enunciado. Pero también se informa - por supuesto, en un medio informativo, no de manipulación, Infolibre- que dos oligarcas rusos riegan con sus fortunas el movimiento antifeminista en Europa. “Un informe del Foro Europeo sobre Derechos Sexuales y Reproductivos atribuye a entidades de los oligarcas Vladímir Yakunin y Konstantin Malofeev el gasto de más de 170 millones en activismo ”antigénero“. Malofeev figura como vinculado a un patrono de Citizen Go, fundación con múltiples lazos con Vox”. Ultrareligioso y  ultranacionalista evidentemente. Son apoyos… de Putin.

España es un país en el que en el mismo telediario se da una información del mejor periodismo sobre la guerra en Ucrania, con datos para el análisis y poniendo ojos a la tragedia sobre el terreno, y otra como se emitiría en una televisión del Medioevo hablando del rey, del monarca, de su carta, de su vuelta con una reverencia no apta para los estándares de quién es en este siglo el personaje. Y cuál es la justicia que lo ampara. ¿Cómo saldremos de esta con los ojos vendados de tanta gente? Con tanta incertidumbre, sufrimiento y miedo. Un país, un mundo, en el que las verdades cambian al gusto del cinismo. Lo que hoy es blanco, mañana puede ser negro, como ayer fue morado, rojo o añil. En el caso de que “Maduro”, ya ven, venda petróleo a Europa por la gestión de Biden, lo canonizarán también. El público ¿no sale ni con esto de sus errores? ¿no duda siquiera de cuánto le mienten? ¿no se pregunta por qué?

Etiquetas
stats