No es contra el circo
Es a favor de los animales. El necesario respeto hacia ellos es lo que está motivando que, como ocurre en la mayoría de países de la Unión Europea, cada vez sean más los municipios españoles que prohíben los espectáculos de circo con animales. Ya van para cuatrocientos, entre ellos la ciudad de Madrid. Pero quienes pedimos la eliminación de ese tipo de espectáculos no lo hacemos en contra el circo si no en su defensa.
Muchos de los que amamos la naturaleza y nos dedicamos hoy en día a divulgar la necesidad de protegerla nos formamos como naturalistas siguiendo los programas de radio y las series de televisión de una de las mayores celebridades que ha dado este país: Félix Rodríguez de la Fuente, el famoso naturalista al que todos conocían como “el amigo de los animales”.
Su muerte, en marzo de 1980, dejó desamparada a toda una generación de niños que soñábamos con un mundo donde reinara el respeto a los animales y el amor a la naturaleza. Pero cuatro años antes de la muerte de Félix, los niños de esa misma generación ya habíamos sufrido otra pérdida irreparable, la de nuestro adorado Alfonso Aragón “Fofó” del programa El Gran Circo de TVE.
La naturaleza y el circo forman parte de la memoria de toda aquella generación de niños. En aquellos años Félix nos enseñó a amar a los animales como Gabi, Fofó y Miliki, los payasos de la tele, nos enseñaron a amar el circo. Y no eran incompatibles.
Es posible que alguien pueda conseguir alguna imagen de aquellos entrañables payasos realizando un número de circo con un animal, tal vez lo hicieran en alguna ocasión. Pero desde luego ni era la marca de la casa ni es la imagen que mantengo de ellos en mi recuerdo. Y nunca he visto un circo mejor que el suyo.
Era un circo basado en el ingenio y la inspiración de sus payasos. Sus principales herramientas para arrancarnos las sonrisas y entretenernos eran las chirigotas, los chistes, las canciones o los trucos de magia, no el sometimiento y el sufrimiento animal.
Los defensores del circo con animales, que han decidido movilizarse en señal de protesta por el avance de las prohibiciones en todo el mundo, argumentan la fascinación que provocan en los niños los domadores de tigres y leones, su cara de sorpresa al ver entrar en escena a un elefante o las risas que les provocan los números con las focas. Pero nos ocultan el sufrimiento al que se ven sometidos todos esos animales, un sufrimiento injustificable desde la sonrisa e intolerable desde cualquier punto de vista.
Así pues no es contra el circo contra quien van las leyes que prohíben los espectáculos con animales, sino a favor del circo. Pero de un circo que no entre en conflicto con la educación en valores de los niños, y que por lo tanto ampare y defienda los derechos de todos, incluidos los que se recogen en la Declaración Universal de los Derechos del Animal reconocida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Una declaración que ya en su preámbulo señala “la educación implica enseñar, desde la infancia, a observar, comprender, respetar y amar a los animales” y que entre muchas otros aspectos proclama que “todo animal tiene derecho a ser respetado” que “ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles” o que “las exhibiciones de animales y los espectáculos que se sirvan de ellos son incompatibles con la dignidad del animal”. Para acabar afirmando que “Los derechos del animal deben ser defendidos por la ley, al igual que los derechos del hombre.”