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Ciudadano cíborg

Imagen de robots

Elisa Beni

“Todos hemos estudiado los mensajes llegados desde la tierra (...) en apenas una décadas pasaron de la edad atómica a la de la información. ¡Esta civilización posee la aterradora capacidad de acelerar su progreso”

Cixin Liu. El problema de los tres cuerpos

Sobre el mapa de la Ruta de la Seda, Madrid figura como destino final de la vía ferroviaria más larga del mundo, que parte de la ciudad china Yiwu y recorre 13.000 kilómetros. No la recorrerán trenes convencionales, sino modelos maglev de levitación magnética que superen los 1.300 kilómetros por hora. Aún así, Madrid es un cul de sac en una inmensa red de comunicación comercial que atravesaría Eurasia. El presidente chino lo habló con Rajoy en su día, pero no hemos tenido grandes noticias sobre ello. España podría desaparecer de la conexión de un plumazo sin que eso entorpeciera los planes. El proyecto hyperloop de trenes solo tiene prevista en nuestro país una línea que una Madrid con Tánger en 45 minutos con una sola parada en Algeciras, cinco minutos antes de llegar a destino. Son proyectos en marcha, no ciencia ficción, aunque es muy posible que muchos no hayan oído hablar de ellos. Por mucho que la campaña electoral gire en torno a toreros y al Cid cabalga, esto es algo sobre lo que nuestros políticos deberían hacernos saber su opinión y sus propuestas. De momento, la línea desde China solo traerá vagones llenos de productos y volverá casi vacía si no somos capaces de innovar. Seremos tan solo consumidores.

En un década, la convivencia entre hombres y robots en el trabajo, que ya es una realidad, habrá alcanzado proporciones que no imaginamos. El año que viene, según la Federación Internacional de Robótica, habrá más de 1,7 millones de robots dotados de inteligencia artificial en fábricas de todo el mundo. ¿Cómo va a gestionarse el trabajo humano? ¿Qué leyes van a regir a esas inteligencias y nuestras relaciones con ellas? ¿Cómo vamos a conseguir acomodar a los trabajadores que sean desplazados en todos los sectores? ¿Qué legislación y que algoritmo ético se obligará a tener a los robots cuidadores? ¿Los robots destruirán más empleo del que crearán en 2025?

En esta maldita campaña oigo debates sobre crear empleo y sobre el peligro que la inmigración supone para los empleos de los autóctonos y sobre una seguridad social y unas pensiones que parecen en el aire sin que de verdad se introduzcan en el debate estas variables disruptivas que plantean problemas y oportunidades, que precisan de posturas políticas claras y de legislaciones que hay que preparar porque la realidad nos va a arrollar sin remedio. A esa pregunta sobre 2025, la nueva legislatura acabaría en 2024, Pew Research Center responde que muchas de las ocupaciones actuales (sanitarias, transporte, atención al cliente) ya serán realizadas por máquinas aunque “tienen fe en que el ser humano será capaz de crear nuevos oficios, usos y formas de ganarse la vida”. ¿Han oído hablar algo de esto a los que pugnan por conducirnos hasta esa fecha?, ¿Es posible que algunos crean que el simple hecho de bajar los impuestos dará una respuesta a algo tan nuevo y tan revolucionario?

La educación se plantea como imprescindible por los que creen que en su estado actual facilita el crecimiento del independentismo o de las ideologías que no comparten y también por los que pretenden que sea una forma de surtir al capital del tipo de empleos que necesita durante el tiempo que los precise, sin preocuparse de la posibilidad que esas personas tengan más adelante de acoplarse al mercado de trabajo en otras funciones. El modelo de educación para la próximas décadas no debe cifrarse en esos parámetros, sino en los que permitan al hombre adecuarse a la nueva realidad que está creando sin resultar víctima de la misma. La propia sociedad debe estar preparada para esa transición.

Discutiremos también sobre el patinete de Carmena o se buscarán votos en la defensa del taxi de siempre frente a lo que ya resultan nuevos modelos disruptivos. La smart city nos será presentada como una solución a los problemas que nos aquejan, pero este futuro que ya es en gran medida presente va a conllevar problemas como el riesgo de exclusión social de todas aquellas personas incapaces de manejarse a cierto nivel tecnológico y traerá apartheid sociales en los que las grandes empresas tecnológicas tengan más fuerza que las propia administraciones públicas. Podemos pelear sobre Madrid Central una y mil veces, pero eso nos hará olvidar que nuestros coches ya pueden ser hackeados y que ya se han utilizado nuestros frigoríficos, altavoces, tostadoras y otros aparatos conectados a internet para llevar a cabo ataques masivos. ¿Cómo va a sobrevivir la nueva sociedad totalmente conectada?

La disrupción y los fenómenos que ya manejamos, como la realidad virtual, el big data, la robótica, el internet de la cosas, precisarán de enfoques legales y hasta filosóficos y para ello necesitaremos legisladores capaces de enfocar los verdaderos problemas y no desempolvar las glorias de viejos guerreros cuya sombra no será tal vez entendida por los ciudadanos a los que habrán de gobernar en el futuro. ¿Qué se plantean los candidatos, todos, sobre todo esto? Porque todo ello afecta al trabajo, a la economía, a las formas de democracia, a la educación, al futuro de las pensiones, a la sanidad, a la desigualdad, a la protección de derechos fundamentales... ¿Qué sociedad vamos a hacer que pase? La historia, claro, la escriben los pueblos, pero ¿qué vamos a escribir? Ya no hay “valor seguro” a la vuelta de la esquina. Lo que prometen los carteles de la anacrónica pegada es un reino de otro tiempo.

Y como único guiño, Rivera manifestándose como holograma... desde un pueblo de la sierra. Vamos camino al pasado.

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