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Contenedores para la memoria

Punto Limpio
9 de julio de 2021 21:54 h

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A primeros de julio, especialmente los fines de semana, hay atasco en los centros de recogida de objetos para su reciclaje. Los llaman Punto Limpio cuando –sucios o impolutos- han entrado en la categoría de inservibles, salvo para la esperanza de que logren una segunda vida tras un proceso de rehabilitación. Son como contenedores de una memoria fugaz que se reencarna. Los residuos van a convertirse en materia prima volviendo a sus orígenes.

Cada persona los tira por sí misma en un respetuoso silencio. Los objetos más apreciados –incluso por espontáneos que aguardan a la entrada- son los electrodomésticos. Hay contenedores para ropa, para vidrio y hasta para aceite que reciclar. Enseres que se encuentran unos con otros al fondo de la gran cubeta de hierro abierta: almohadas usadas con alguna caja de madera, quizás una sartén o el marco de una ventana.

El de papel está entre los grandes recipientes. Todavía. En la era tecnológica cada vez se usa menos el papel como soporte de lo escrito. Algunos tenemos sin embargo voluminosos depósitos que ocupan demasiado espacio. Hemerotecas personales que nunca se terminaron de ordenar, archivos periodísticos, notas, apuntes, cartas de las que venían con sello, hasta poemas y cuentos. Terminan siendo como un diario volante de nuestras vidas, a retazos un punto inconexos.

Hace dos veranos exactamente que emprendí sin piedad ni nostalgia el rito de tirar esos papeles en un Punto Limpio de Madrid. En lugar de quemarlos en las hogueras de San Juan. Realmente pierde mucho encanto, pero sirve también. El 2020, en pandemia, no estábamos ni para eso.

Cuando los seleccionas del conjunto se van filtrando emociones, ideas, recuerdos de viajes, de proyectos, nombres de personas que reaparecen o de algunas de las que apenas recuerdas quiénes eran con precisión. Memoria fragmentada que vuelve. En tramos de trayectoria, afloran los errores: desde el “me llama, no me llama” a lo que se esfumó después.

Así que salí con mis bolsas al punto de la mañana. Y las tiré en el contenedor como se esparcen las cenizas de un muerto. Partes del pasado peculiares y anodinas, se fundieron con palabras manuscritas, con periódicos, hasta libros enteros y vacíos con cobertura de piel que ni se recuerda cómo llegaron allí. Y resultó ser un ejercicio denso y liberador. En algún caso un punto final. Limpio.

Hubo mucho papel indultado que este año ha caído ya en bolsas para el contenedor. Noticias, desde fondos profundos a los que nunca se llega. Se han vuelto tan efímeras hoy las noticias, y son tan reveladoras en sus antecedentes sin embargo.

“La terapia génica curará el cáncer y el SIDA”, 1996 y ahí andamos aún. “Internet sustituirá al correo y al teléfono en 10 años. 1996 también. En El País. ”Presentan un tratamiento que en tres meses rejuvenece la piel seis años“. Con esta precisión. ABC 1993. Porque esto ya pasaba. Y el tiempo siguió su curso. EFE contaba en 2008: ”Logran con un rayo láser que las hembras de mosca actúen como los machos“. Se unieron las Universidades de Yale y Oxford  para el estudio. Se trataba de modificar el comportamiento de las hembras… en el cortejo. Que pusieran más interés. Uno de los investigadores señaló que ”este descubrimiento no se podía extrapolar al ser humano“. Clara excusatio non petita. Y debí guardarlo por eso. Otro estudio determinó en 2003 que los peces sienten dolor. Era lógico, son seres vivos. Aunque bien pensado conocemos notorias excepciones en las alimañas de la política, la justicia, el periodismo, los negocios o las turbas deshumanizadas de la sociedad. Y ya que estamos en ese terreno, ”La enfermedad del presidente“. Era somatotopagnosia adjudicada a José María Aznar. Y lo escribía, en 1996 –he dado con una veta de año- Pedro J. Ramírez en El Mundo aún, antes de que llegara Rajoy con la rebaja.

“La Asociación Española de Banca dice que la burbuja inmobiliaria se creó con el PP”, 2012. “El número de afectados por el ERE y reducción de jornada aumenta un 48,6% en el primer semestre”. De 2012, tras la Reforma Laboral de Fátima Báñez. Qué poca memoria han conservado de estos datos. “El Financial Times exige una investigación exhaustiva, transparente e independiente”… de los papeles del extesorero Luis Bárcenas. En 2012. Ahora ya no.

“En Somalia sólo sonríen el hambre y la guerra”, Manuel Bustamante escribe. “Los jefes de los clanes esperan que el manto del olvido ciegue de nuevo a las potencias occidentales, momentáneamente aturdidas por la magnitud de la tragedia”. Esta vez era por la caída del dictador Siad Barre tras 21 años en el poder. Era 1991 y esto tampoco cambia. Pero este reportaje sí se queda en el archivo.

Lástima que no haya Puntos limpios para tirar o regenerar tantos errores en la convivencia, tanta tragedia gratuita que se cobra en más violencia. Puntos limpios para tirar lo más puerco y corrosivo. Un gran contenedor frigorífico para cerebros resecos, dada su acelerada superproducción, y alguno para refinar la mala vid.

Esta vez a los textos personales les he practicado una despedida más solemne y más discreta al tiempo. En lugar de caer desparramados para juntarse con otros papeles, se fueron en una bolsa de papel ya reciclado de una cadena de ropa y otra de la Librería Antonio Machado. Se inscribían en las mismas circunstancias, destacando sobre todas la frialdad que imprime la distancia en el tiempo. Para minimizar el dolor y magnificar la felicidad si una es de ese palo. Para separar con nitidez lo fundamental de lo accesorio. Tendrán otra vida. Como cartón de embalar o de regreso a sus orígenes como folio. Hasta del consabido DinA4.

En alguna parte estarán procesando ya los borradores que contenían palabras escritas. De puentes rotos, de tierras perdidas sin dejar rastro, de las personas  que, sin hacer ruido, consiguen que el mundo no se desmorone. Éstas también. De parar la Tierra y sentir una respiración profunda. ¿Qué envolverán, limpiarán o escribirán encima? Me voy, te quiero, la cuenta de una frutería.

Hay días en los que se precisa arrojar al contenedor el malestar que la basura inservible nos provoca. Y escribir así cuando parece hundirse la Tierra, aunque mejor guardarlo ya en un pendrive. Mucho más discreto e impersonal en los reciclajes.

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