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Creer a Cáritas o a Montoro y los “marhuendas”

Rosa María Artal

Creer o razonar, ésa es la cuestión. Cáritas ha presentado un demoledor informe sobre el aumento de la pobreza en España desde el inicio de la crisis que evidencia un agravamiento con la gestión del PP, y Cristóbal Montoro acusa a Cáritas de venir provocando, dado que los datos que aporta, dice, no se corresponden con “su” realidad.

Nos hallamos ante una disyuntiva clara: creer a esa peligrosa organización extremista radical de ultraizquierda vinculada a española por demás progresista o a un ministro fiable como pocos, incapaz de mentir y volcado en el bien común. Se organizan los habituales falsos debates –espectáculo para vender– en donde un lado de la grada “cree” a Montoro y el otro a Cáritas y una termina por certificar que vive en un país con un decisivo predominio de idiotas que explica la caótica situación que padecemos.

España es el país europeo con más pobreza infantil sólo superado por Rumania. Casi el 30% de los niños están en riesgo de pobreza, nueve puntos más que la media europea. El 12% de los españoles con trabajo no reciben el salario que cubra sus necesidades. También ha aumentado la pobreza de los ancianos, cuando además se ha incrementado el número de familias completas que viven sólo de la pensión de los abuelos. ¿Nos lo creemos o preferimos seguir las zanahorias de recuperación que nos presenta el PP? ¿Nos atenemos a los datos o miramos cómo los retuercen en las pizarras de la complicidad mediática?

Porque es muy fácil saber la verdad. Basta con atender a todos los indicadores, todos, para ver que reflejan ese descomunal aumento de la pobreza y la desigualdad en España.

El índice Gini –el más conocido y valorado– refleja en España un 34% de desigualdad (en una escala que va del 0 al 100% y en el que 0 sería la perfecta igualdad y 100%, la completa desigualdad). Suele crecer muy lentamente, por milésimas, y en cambio ha subido 2,7 puntos para España durante la crisis. Sólo Letonia supera a España, con un 35,2%. Alemania tiene el 29 % y Noruega, el 22,5%.

En datos de Eurostat, España saca la nota más alta en desigualdad de los 28 miembros de , un 7,5, medidos esta vez del 0 al 10. Aquí superamos incluso a Letonia. Alemania baja a un 4,6. Y Noruega, al 3,3.

Veamos : las rentas más bajas en España han perdido un 33% de capital; las más elevadas, un 3%. Al 10% de la población más rica, apenas le ha afectado. “El retroceso de las rentas bajas no ha sido tan notable en ningún otro país desarrollado”, firma añade: el 30% de la población más rica recibe más ayudas que el 30% de los más pobres. De filiación liberal, advierte: “las prestaciones asistenciales para los desempleados de larga duración y para las familias de trabajadores pobres deben ser fortalecidas urgentemente”.

Seguimos por el Informe Global de de Credit Suisse. Pese a los recortes y la crisis, el número de millonarios ha crecido en el mundo y en España. Tenemos 47.000 conciudadanos más que añadir en el último año a los que les sale el dinero por las orejas. Ésos no se pueden quejar, ésos son a los que mira Montoro y su patrocinador Rajoy. Y sus compinches mediáticos y la sarta de bobos que contemplan la filigrana sin usar ni una neurona en el empeño. Hay que estimarse en muy poco para no aventar hasta el receptor de televisión cuando le presentan ciertos panoramas.

La Comisión Europea, este mismo lunes, también certifica que los recortes y subidas de impuestos se han ensañado con los hogares españoles más pobres, liderando con Reino Unido ese ranking, dado que otros países repartieron las cargas de forma más equitativa. El incremento del IVA del PP –que fue el mayor de toda la zona euro– ha tenido consecuencias devastadoras. El empleo no tiene ni el más pequeño signo de recuperación, advierte el informe. El recorte en inversión social (no gasto) nos está volviendo mucho más vulnerables. También señalan que, como consecuencia de estas políticas, ha aumentado la pobreza y la exclusión social.

El mundo entero, una vez más, contra “de bien”, la de derechas, y sus colaboradores necesarios. Pero es que organismos patrios también aportan datos. El Instituto Nacional de Estadística, el INE, cuantifica cómo han disminuido los salarios en España, en especial los de las rentas más bajas, que están en caída libre. Mientras los ricos se forraban, por ejemplo, los consejeros del IBEX.

Y ya no nos faltaba más que Cáritas. A la que Montoro, este lunes, ha dedicado un amago de rectificación con la prepotencia habitual, sin entrar, por supuesto, en el fondo. El informe de Cáritas llama particularmente la atención sobre las descomunales cifras de abandono escolar en España y lo que implica. Las generaciones de jóvenes sin trabajo que no podrán acceder a una jubilación. Cita informes internacionales que reflejan el profundo deterioro de la sanidad pública. El poder, los marhuendas y los que potencian y acentúan el sabor de los marhuendas para desvirtuar el producto niegan hasta lo que contemplan nuestros propios ojos: cómo van cayendo en la precariedad tantos ciudadanos, cómo no pueden ni calentarse adecuadamente en invierno, la angustia por nuestro propio futuro si –por decencia– no pertenecemos a las corruptas castas de la Gürtel y similares.

Hay un grupo que les cree o duda. Es el mismo que les compra el mensaje de la violencia radical de los manifestantes que quiere, les cuentan, desestabilizar el Estado de derecho. De atemperar sus atropellos, ni palabra. Los que andan de corrillos por la calle temerosos de que les quiten ese pienso rancio con el que –a toque de campana– les suministran miedo.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Creemos o nos guiamos por la realidad? La creencia se basa en la fe, considerar cierto lo que no se ve, lo que carece de fundamentos. Rechazar incluso la razón y las certezas. Confiar no es creer –aunque se utilicen como sinónimos– porque se apoya en bases sólidas.

Cuando tratamos de explicarnos por qué triunfa esta solemne estafa que vivimos, acabamos en esa conclusión: todo se debe a una minoría decisiva de crédulos que actúan ante su partido y su medio con ceguera religiosa. Para alimentar su idiocia trabajan sus políticos y sus falsos periodistas. Con ellos les basta y les sobra. No necesitan más para mantenerse. Pero no es un eximente, son culpables de cada daño que causan. En sus manos, la verdad es como este valeroso ser humano arrodillado por la fuerza, a quienes estos mediocres y pusilánimes coautores, todos ellos, gasean para inmovilizarlo y acallarlo.

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