Cuerpo y alma del dinero

El psicoanalista y escritor Gustavo Dessal sostiene que la profunda e intrincada relación subjetiva que el ser humano tiene con el dinero escapa a la potestad de la economía y que, por lo tanto, el dinero, en cuanto símbolo, persiste en desafiar cualquier intento de dominio. Es decir, el dinero goza de un libre albedrío total, ajeno a los dictados de las escuelas, las teorías y los dogmas. Ese es el aspecto con el que ejerce fascinación y genera tantos oráculos.
Una variante de los contenidos de autoayuda directos es aquella que se construye sobre relatos preexistentes, como puede ser una película o una serie exitosa, a partir de los cuales se crea un modelo de negocio o, lo que es lo mismo, un modo indirecto para alcanzar la fortuna. En la red social LinkedIn, el directivo de una empresa americana publicó una suerte de manual para alcanzar el éxito empresarial a partir de la película Moneyball de Bennett Miller.
En el film, Brad Pitt interpreta al manager de un equipo de béisbol que aplica un método inusual para alcanzar el éxito, basado en la estadística y no en la inversión millonaria en jugadores. La página cuenta ya con más de quinientos mil seguidores. No son pocos los deportistas que en el otoño de su exitosa carrera ofrecen diferentes metodologías para llevar al terreno empresarial aquellas estrategias deportivas que pueden ayudar a mejorar el funcionamiento de los recursos humanos en aras de alcanzar mayores beneficios.
El deporte, la espiritualidad y la inteligencia financiera, que conduce a conseguir resultados desde la vocación, remiten al modelo empresarial de Richard Branson, el mega empresario inglés que cuenta con más de doscientas empresas y comenzó con una revista estudiantil con la que obtuvo sus primeros ocho mil dólares. Como en todos los relatos de los 'tycoons', se comienza con un magro capital que luego permite construir la gran catedral. El énfasis siempre está puesto en este ascenso. En biografías como la de Branson, por ejemplo, se subraya que era un hippie que en sus comienzos puso en marcha Virgin, una discográfica independiente con la que lanzó a Mike Oldfield y su célebre Tubular Bells.
Con los hippies ocurre como con la leyenda de los habitantes despeinados de los garajes americanos: son los sujetos que toma como modelo la inteligencia financiera por ser gente inconformista, a veces bohemia, siempre a contracorriente, que rompe reglas a la manera de Steve Jobs, Bill Gates o el propio Branson. Pero detrás de las greñas, las gafas de pasta y las zapatillas Converse hay personas ricas con capacidad ilimitada de serlo aún más.
En Estados Unidos, al igual que en Europa, el dinero nunca estuvo tan barato, ya que la Reserva Federal lo entrega a la banca prácticamente por nada. Pero allí, a diferencia de Europa, el dinero también llega a las empresas y no sólo a los bancos. Esto lleva a Zigmunt Bauman a afirmar que aquello que llaman “rescate de la economía del país” se ha convertido en una operación que permite a los ricos acrecentar su riqueza. Por ejemplo, Richard Lane, analista de Microsoft y mano derecha de Bill Gates, ha declarado que a una empresa le resulta “mucho más barato tomar prestado dinero nuevo en el mercado de deuda [es decir, dinero público] que recuperar su propio dinero del extranjero”.
Lejos de recurrir a los manuales de autoayuda y a los oráculos del deporte, estos nombres propios del dinero lo toman para ponerlo en circulación con el fin de readquirir sus propias acciones o financiar nuevas fusiones o bien comprar nuevas empresas. Michael Gapen, economista del banco Barclays Capital, sugiere que lo más probable es que las empresas utilicen toda esta masa de dinero público y barato para obtener tecnología sustitutiva de mano de obra y recortar empleos.
En este punto merece la pena volver a un texto de Gustavo Dessal en el que nos recuerda que “hace ya más de un siglo que Freud descubrió el origen secreto del valor del dinero, y la procedencia inconsciente de esta dinámica entre la acumulación y el gasto. El excremento constituye el primer objeto que ponemos en circulación en el mercado del intercambio, en este caso amoroso. Es aquello que se nos enseña a guardar (ahorrar) o depositar según las circunstancias, nuestra inicial y más preciosa posesión que —con gran pesar— debemos ceder. Es en torno a este curioso objeto que se trama el primer capítulo de nuestra ambivalencia: ceder o no ceder, esa es la cuestión que se le plantea tanto al niño como a Angela Merkel, con la salvedad de que la canciller alemana —a diferencia del niño— no se deja sobornar por el amor de la madre (…) Con el esfínter anal se puede obrar como con el gasto público: abrirlo o contraerlo. Del mismo modo que el erotismo anal keynesiano se opone al friedmaniano, hay quienes gozan de gastar así como otros encuentran su placer más exquisito en retener. Esto último demuestra que la idea habitual de que el dinero solo existe en función de aquello que puede comprar es absolutamente falsa. El dinero puede proporcionar un goce por sí mismo, por el mero hecho de su retención y acumulación.”
El inversor y empresario estadounidense Warren Edward Buffett encarna a la perfección el síntoma de la retención y, además, no tiene reparos en plantear los términos de su accionar. Buffett, según la revista Forbes, es el tercer hombre más rico este año, después de su compatriota Bill Gates y el mexicano Carlos Slim; el español Amancio Ortega puntúa en cuarto lugar.
Las características destacables de Buffett son su brillante capacidad como inversor y su radical austeridad. Su salario no supera los cien mil dólares (unos setenta y cinco mil euros). Para ponerlo en contexto, basta compararlo con Florentino Pérez que figura en el lugar 949 de la lista y que en 2013 percibió un salario de 4,56 millones de euros. Buffet, en los términos que plantea Dessal, retiene y acumula, a tal punto que piensa donar para caridad el noventa y nueve por ciento de su fortuna a través de la Fundación Bill y Melinda Gates, pero sólo después de su deceso. Mientras satisface su pulsión acumulativa, Buffett declara, textualmente, que “hay una guerra de clases, de acuerdo. Pero es mi clase, la clase rica, la que está librando esa guerra… y la estamos ganando”.