Por Dios y por España
De repente, mucho ciberactivista ha descubierto que hay pueblo fuera de las redes sociales y que el voto de la ciudadanía analógica cuenta tanto como la digital. Está bien descubrir que la política no es el arte de hacer lo que quieres, sino lo que puedes, dados los recursos con los que cuentas y los adversarios a los que te enfrentas. En esta confusión entre deseos y realidad, creo que no se ha considerado lo suficiente el peso ideológico de “Santiago y cierra España”.
El suelo rocoso de unos siete millones de votos del PP está formado por el nacionalismo español y por la fe católica, o, para los más descreídos, la islamofobia. Estos dos temas unen profundamente a la derecha, pero a la izquierda la fracturan. En Andalucía o en Castilla–La Mancha abundan las personas de izquierdas que sienten que forman parte de una España que es una sola nación y que se sienten católicos. Durante mucho tiempo el PSOE lo ha sabido, y ha tenido que convivir en equilibrio inestable. Por un lado, el sector más joven y urbano, claramente laico, por otro, el más mayor y del sur, más católico. Por un lado, el centralismo de los “castellanos”, por otro, los nacionalismos periféricos.
Unidos Podemos ha logrado hacerse con una parte importante del antiguo votante del PSOE federal y laico. La cuestión es si el sorpasso en el futuro es posible sin incorporar a la izquierda españolista y católica. El análisis post-marxista de Errejón es a mi entender la vía correcta. Según este análisis, es el propio discurso el que configura las identidades políticas. Y la identidad se genera mediante oposiciones. Jugando a la oposición “los de arriba contra los de abajo” se activa el discurso de los pocos malos contra los muchos buenos, en el que todos caben.
Sin embargo, fueron a estas elecciones con un discurso de derecha frente a izquierda, unas etiquetas que huelen a rancio a mucho votante, y lo hicieron aliándose con un partido del “Régimen” (recordemos los abucheos con los que fue recibido Cayo Lara en actividades cercanas al 15M o las protestas en las manifestaciones ante banderas comunistas). En vez de seguir jugando con los “significantes vacíos y transversales” sacaron a Anguita del armario. Genial para enfervorecer a los convencidos, ideal para espantar a los tibios. No podemos saber qué habría pasado si en vez de volver al viejo tablero de derecha frente a izquierda hubiesen seguido en su intención de romper el tablero, y jugar con el de lo viejo frente a lo nuevo.
Dadas las fracturas ideológicas de la sociedad española, la hegemonía en la izquierda pasa por saber hacer lo que hizo el PSOE en sus buenos tiempos: desactivar la cuestión religiosa y nacional, y activar la cuestión de la redistribución y de la ampliación de derechos. Menos batallas identitarias, más igualdad económica y política.