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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Tantas dudas, tan poco tiempo

Santiago Abascal, Pablo Casado y Albert Rivera, en el estrado en la manifestación en Colón contra Pedro Sánchez.

Antón Losada

No deja de resultar irónico que la derecha convoque una manifestación para pedir el adelanto electoral y sea precisamente el fracaso de esa convocatoria lo que acabe precipitando la llamada a las urnas. Es el signo de los tiempos. Los estrategas proponen y la realidad dispone.

Tras la semana negra del relator fantasma y los presupuestos tumbados, Pedro Sánchez y el PSOE se han venido arriba con los evidentes apuros de la derecha para llenar Colón. Puede que tengan razón y se trate de la señal de debilidad que indicaba que ahora era el momento propicio para poner las urnas. Todos hemos tenido esas fases de subidón después de haberlo pasado francamente mal y no siempre escogemos las mejores ideas, ni tomamos las mejores decisiones. Se verá. Lo bueno de los pronósticos es que el tiempo los acaba confirmando o desmintiendo. Lo malo es que, para entonces, ya no se puede hacer mucho para arreglarlos.

El electorado es una criatura muy sensible y detecta el miedo a perder a kilómetros. Las primeras encuestas que ya tenemos nos dan todavía poca información sobre el impacto que puede haber causado el adelanto en muchos votantes que, hasta hace apenas unos días, escuchaban al presidente Sánchez decirle muy seguro a la derecha que esperase sentada por las elecciones. El PSOE empieza la carrera en cabeza, aunque con una ventaja tan ligera que podría servirle para ganar pero no resultaría suficiente para gobernar. La duda que se irá despejando reside en comprobar si ese “todos contra Sánchez” que corean PP, Cs y Vox y la crisis de Podemos provocan una concentración de voto en torno al candidato socialista o, por el contrario, generan más dispersión y desmovilización en una izquierda que se ilusionó con el éxito de la moción de censura, pero ahora no sabe cómo sentirse exactamente o si irá a votar el 28-A.

En la derecha existen bastantes más dudas de las que aparentan. Populares y naranjas saben que nos les conviene dejarse ver mucho con Santiago Abascal porque eso sólo beneficia a Vox, pero les da miedo dejar desatendido ese frente por incomparecencia. La vertiginosa sensación de que Vox sube con la marea y solo tiene que flotar y dejarse llevar hacia arriba les mantiene escorados en los extremos, cuando la experiencia les dicta que necesitan ir hacia el centro para ganar y hacerlo rápido.

No se puede correr en dos direcciones sin acabar en el suelo. Hay una derecha moderada y poco amiga de las estridencias y los excesos que tampoco sabe muy bien qué hacer, ni a quién votar. Comprobar cómo se decanta y si le compran a Pablo Casado y Albert Rivera la idea de que lo importante es echar a Sánchez, aunque sea con la incómoda compañía de la derecha extrema, conformará otra de las claves que marquen el resultado de unos comicios bastante más abiertos e imprevisibles de lo que muchos creen.

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