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Echar a los indigentes, ¿da votos?

José María Calleja

La candidata del PP (sector auténtico) a la alcaldía de Madrid dice que no quiere que haya gente que duerma en las calles de Madrid porque se espanta a los turistas. Dice también que en el centro de Madrid la queja principal de los vecinos es por los que duermen en la calle y asegura que en su mayoría son extranjeros. (¿Los ha contado?).

Por si no fuera suficiente, la que huye de los guardias acusa a los que duermen al raso de vivir bien y de formar parte de mafias, por lo que cree que hay que apartarlos de la vista de sus potenciales votantes y expulsarlos del centro. (No nos dice cómo ni adónde los llevará).

A la candidata no le importa, por lo que dice, que esa gente viva mal, en la penuria, pasando frío y penalidades, o que no haya albergues suficientes para acogerlos; estas personas le molestan y le preocupan únicamente porque pueden impedir a los turistas viajar a Madrid y porque ve posible, digo yo, que echándolos se lleve algún voto.

Conozco bien alguno de los distritos del centro de Madrid cuyos problemas la candidata parece citar de oído –entre otros, el barrio de las Letras– y les puedo asegurar que el problema principal es el millón de ruidos, las toneladas de suciedad, los restos sólidos de farra que alfombran el suelo cada amanecer y los litros de meadas que provocan la multitud de sujetos, indígenas españoles, que cada fin de semana, todas las vísperas de fiestas de guardar y las jornadas de fútbol, invaden el centro de Madrid.

Hay también extranjeros con dinero –muchos dan síntomas de hablar inglés desde pequeños– que se integran al instante en el jolgorio y aportan en oleadas su polícromo catálogo de voces, restos, líquidos y punibles despedidas de solteros/as. Es este un tipo de turismo que ya ha arrasado zonas –antes singulares– del centro de Barcelona y que amenaza con anegar, si no lo ha hecho ya, el cogollo central de Madrid. De estos, que se dejan los euros y no permiten dormir a los madrileños que viven en sus casas en el centro, no habla la candidata del PP. Si tiene dudas de lo que digo, que mire las pancartas que cuelgan de tantos balcones pidiendo un poco de silencio, aunque solo sea por las noches.

No sé, puestos a cambiar cosas que dan mala imagen de Madrid en el mundo y que espantan turistas, quizás la candidata podía quejarse de ese prodigio de la marca España, que ha sido capaz de colocar en las portadas de los medios de comunicación más influyentes del planeta la imagen de la mano en el pescuezo de su intimísimo y admirado amigo, luz de donde el sol tomó el milagro económico.

Las portadas de todos esos medios, los minutos de televisión, resultan impagables para los promotores de la marca España, a la altura del betún después de que el liberal Rato fuera detenido por unos funcionarios.

Puestos a hablar de malas imágenes para la ciudad, podría pensar la candidata del PP auténtico en el daño que hace que su mano derecha, y vicepresidente gracias a ella, Francisco Granados, esté en la cárcel, también por robar. Rato y Granados son muy partidarios de ese patriotismo de pulserita con bandera bicolor, dinero en Suiza y fraude –tengo que poner presunto– a la Hacienda española.

En el barrio en el que vivo hay unos rumanos que duermen en las mínimas aceras de un túnel por el que no paran de pasar coches. Hay también gente que duerme en los cajeros de los bancos, algunos con detalles que parecen informar de haber pasado de lo más alto a lo peor. A la hora del cierre de los supermercados, gentes de todo tipo, algunos con ropa que en su día costó dinero, se arremolinan en torno a los contenedores y se reparten ordenadamente y en silencio lo sobrante y caducado.

A la candidata del PP debería preocuparle la gente que duerme en la calle en Madrid y en el resto de España, la gente que vive en precario, para tratar de que dejaran de tener esa mala vida, pero no para quitarlos de nuestra vista porque a ella le dicen que incomodan y porque ella cree que echarlos le dará votos.

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