ETA: derrota por fascículos
Tiene que ser muy duro, después de 40 años de asesinatos, secuestros, extorsiones, miedo y tristeza, decir que todo este destrozo no ha servido para nada. Decir que ahora toda esa potencia criminal se traduce en organizar la recogida de basuras, con comisarios uniformados con espíritu maoísta. Tiene que ser muy duro, después de 858 asesinados, más de 3.000 heridos, 68 secuestrados y miles de exiliados, que ahora el debate se centre en la posología de la entrega de las armas.
Tiene que ser muy duro que después de la foto de los terroristas derrotados de Durango, de centenares de años de cárcel, de la certeza de que muchos vascos han pasado los mejores años de su vida en prisión, el asunto consista en hacer un análisis sintáctico, y un poco morfológico, de si han entregado escopetas caducadas, granadas huecas, de carga, detonadores inutilizados por la humedad y cuántos metros de ese cordón detonador, todo a 100, que sustituyó al reguero de pólvora de las películas del Oeste.
Claro, cómo decir: la hemos cagado durante 40 años y ahora plegamos sin conseguir ni uno solo de nuestros objetivos, después de haber ensangrentado el país, después de incluir la tristeza como seña de identidad, después de patentar tiro en la nuca y zulo.
El caso es que en esta entrega de armas de la guerra de Gila, pero sin gracia, solo ha faltado una pistola de agua, un casco de vikingo de plástico y una espada de romano de atrezzo. Pero bueno, siguen certificando la derrota. Si esto era un teatro que buscaba la conmoción cuando asesinaba, no podemos pensar que dejen de hacer teatro, ahora que dan pena. Los restos del naufragio no pueden decir lo que dijo el etarra Pikabea: esto ha sido una mierda y no ha servido para nada.
Lo evidente es que están derrotados, que saben que están derrotados, que no han hecho más que decirnos que están derrotados –no solo desde 2011, cuando dijeron que no volverán a matar–, también desde 2001, cuando empezó la cuesta abajo.
Bien, acaban de detener a dos etarras en México, llenos de sangre, que han sentido vergüenza de decir a sus hijos que eran etarras, que les han negado su historia y su biografía, que les han dado nombres y apellidos falsos para no darles los suyos, los que tenían cuando asesinaban y pensaban que el mañana les pertenecía. Es una forma de reconocer su fracaso y su derrota.
Lo noticia es la derrota de ETA. Derrota por fascículos, no necesariamente coleccionables, pero derrota. La noticia ya no es, desde hace tiempo, que ETA vuelve a asesinar, que otra viuda, que otro huérfano, que otro exilio, otro dolor, otro silencio...
Este febrero tenebroso esta trufado de muerte: el 20, ayer, asesinaron a Buesa y Díez; el 23, a Casas; el 14, a Tomás y Valiente; el 8, a Joseba Pagazaurtundua; el 6, a Fernando Múgica; el 2, a seis guardias civiles entre Ispaster y Ea… Asistimos ahora a una entrega de armas, la puntita nada más, que no modifica ni un ápice la certeza de la derrota de ETA y el triunfo de la democracia.
Siguen reconociendo su fracaso, siguen reconociendo su derrota, pero necesitan dosificarla para hacerla digerible. Alegrémonos, no volverán a matar.