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El eterno retorno al armario cerrado

Manifestante en el Orgullo madrileño: "Love with pride". OLMO CALVO.

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Para sentirse completa y liberada, desde muy niña, se propuso cada día contestar de manera tajante, no dar lugar a la duda o a la inventiva y apuntillar siempre cualquier declaración con la convicción de que lo suyo no era una moda pasajera o un gusto adolescente. Como no quería estar maniatada o encerrada como en un cubículo de roble macizo, aprendió a utilizar sus armas verbales e incluso el estómago mismo para que nadie le acomplejase o le hiciera sentir pequeña. Si tenía el pecho plano, unos rasgos más bien normales o le gustaba jugar a fútbol en el pueblo sería cosa suya y de nadie más.

Aunque la tensión en los hombros, el sudor de las manos y el corazón desbocado siempre estaban presentes en cada pregunta incómoda o inadecuada, aprendió a domarse a sí misma y a responder de manera casi automática a las preguntas con forma de dardos. Si eran libres de preguntar, ella era libre de componer respuestas a su antojo, con altas dosis de acidez. Aun con el paso de los años, ciertas curiosidades sobre su persona le seguían acelerando. “Pero vosotras en la cama, ¿cómo lo hacéis?”

Dejó de llamar a las puertas con postigos cerrados y gran parte de los quebraderos de cabeza desaparecieron. Entre ella y los otros se dibujó un abismo, un tajo kilométrico. Otros problemas, sin embargo, no se fueron nunca. Siguieron tan presentes como el oxígeno o las bacterias. Si sería madre, si se casaría, si daría la mano a sus novias o si las presentaría a toda la familia. Porque estaba la tía del Opus y el primo facha. Dejó de rescatar pecios a la deriva y empezó a utilizar su saliva con prudencia, solo para causas nobles.

Experimentó en sus carnes cómo el tiempo se convertía en un campo de batalla eterno, de ida y vuelta. Casi todos los días regresaba al mismo punto, al de las preguntas y las explicaciones que ya se sabía de carrerilla, aunque cambiase el contexto o los interrogantes. “Pero ¿te quedarías embarazada tú primera o que se preñe la otra?” Como si el principal problema del interlocutor fueran sus tiempos, su fertilidad o su mismísima vagina. “¿Lo supiste desde siempre?”

Lo que sí supo desde siempre, o desde muy al principio, es que la mayoría de la gente nunca estaría completamente segura sin saber su orientación con exactitud, sin ponerle una etiqueta. Y no solo personas recién conocidas. A diario, bajo cualquier circunstancia. “¿Y yo te he atraído alguna vez?”

Porque claro que pasa y claro que hay presiones a niveles infinitos, inimaginables. No todo el mundo sale del armario desde una posición de privilegio y de una forma viral. Salir del armario es un eterno retorno a un armario cerrado que hay que abrir cada día.

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