¿Dónde está el Feijóo de “la buena política”?
En ‘El extraño que llevamos dentro’ (Arpa), su autor, Arno Gruen, analizó el origen del odio y la violencia en las personas y las sociedades. Si hubiera que buscar un punto de partida sería la falta de sensibilidad y empatía, siempre presentes en comportamientos que a menudo confunden las diferencias con amenazas.
“La empatía es la cualidad fundamental de todos los humanos. Es una barrera que nos impide caer en la inhumanidad y es el núcleo de nuestra sensibilidad humana, es decir, el núcleo de lo que nos es propio”, describió este profesor de psicología de la Universidad Rutgers, fallecido en 2015. La capacidad para comprender los argumentos del otro se atrofia en grados distintos hasta, en algunos casos, situarse en el más extremo, el odio.
La camaradería es uno de los elementos que contribuyen a respaldar conductas cuyo propósito es deshumanizar al otro. Situados en el ámbito de la política, algunos dirigentes y seguidores de partidos confunden la lealtad a unas siglas con menospreciar de manera intolerable al adversario. Es lo que el PP y la mayoría de sus altavoces han puesto en práctica estos días al mostrarse equidistantes entre la actitud del hombre que increpó a Óscar Puente y la del diputado socialista, que en este caso era el agraviado por un comportamiento injustificable.
La estrategia de la cúpula del PP sólo puede calificarse de irresponsable, además de peligrosa puesto que el mensaje que han trasladado a la sociedad en general y a sus votantes en particular es que todo vale, también atacar a un parlamentario por el simple hecho de que no les guste el tono de sus intervenciones públicas.
¿Dónde está el Alberto Núñez Feijóo que presume de ser garante de “la buena política, la seriedad y el sentido de Estado” cuando su partido, empezando por su mano derecha, Miguel Tellado, equipara a un agresor y a un agredido? Evidentemente es una pregunta retórica.
Las palabras son el primer paso para deshumanizar a un adversario y tanto el PP como Vox se han aplicado desde hace tiempo a la hora de retratar a Pedro Sánchez como un político despreciable. En el último pleno del Ayuntamiento de Barcelona, el concejal de extrema derecha Gonzalo de Oro calificó al presidente del Gobierno de “oscuro, tenebroso, malvado, egoísta y narcisista”. “En mi opinión, es el mismo diablo”, remachó.
Es incompatible llenarse la boca de apelaciones a los valores y a la vez actuar con esta falta de respeto y educación. O debería serlo puesto que solo hace falta un repaso a los diarios de sesiones para comprobar cómo la deshumanización del rival político es la base de cualquier populismo y una seña de identidad de la extrema derecha. Es su manera de tratar también fenómenos como la migración, despojando de dignidad a las personas migrantes y obviando los más elementales principios de los derechos humanos. El problema es que ese uso perverso de las palabras ha sido adoptado, incluso a veces sin tener conciencia de ello, por otras formaciones y medios de comunicación cuando, por ejemplo, han normalizado las referencias a personas ‘ilegales’ o presentan a los jóvenes no acompañados como ‘menas’.
Hay caminos que, una vez se empiezan a transitar, cuesta desandar. El del PP abrazando actitudes y argumentos de la extrema derecha, es uno de ellos. Y no será porque no se lo hayan recordado. “A Feijóo no se le va a acercar nadie mientras siga con Vox”, explica el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, cada vez que tiene un micrófono delante. El líder del PP haría bien en escucharle.
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