Felipe VI defrauda con su último look
Si en nuestra anterior columna abordábamos el espinoso asunto del vello en los senadores, hoy tenemos que volver a la ropa, al Congreso y a la Corona.
Ayer Su Majestad Felipe VI volvió a castigar a sus admiradores con un conjunto de chaqueta y pantalón que parecía declarar la imperiosa necesidad de un referéndum por la República. Lo peor es que habíamos visto ese traje no menos de diez veces (y las diez gritamos de espanto). Parece mentira que un monarca europeo de su talla, literal y figurada, siga apostando por el clasicismo más aburrido. ¿Acaso le ha robado la ropa a su padre? ¿Es que nadie le aconseja? ¿Es que quiere acabar con la monarquía a base de bostezos?
El de Su Majestad es un estilo que recuerda al del Josep Borrell más lánguido, ese que aplica la anglofilia a todo menos al armario. Basta con echar un ojo a esas corbatas que pasea por Europa y que pasaron de moda ya al primer pespunte. ¿Qué os pasa, chicos, es que no entendéis que “estilo” no es solo una pestaña del Excel?
La mera visión del consejo de ministros, con esos trajes idénticos entre sí, todos 100% lana virgen, deprime hasta tal punto que uno llega a sentir lástima por tanta oveja trasquilada para tan triste resultado.
Hasta los de Podemos han empezado a renegar del look trosko que los caracterizaba (espantoso, sí, pero, al menos, diferente). Se ve que los artesanos altermundistas no hacen abrigos y hay que agenciárselos en Inditex, temporada 2013-2014.
El do de pecho del mal gusto lo dio Pablo Iglesias el día de la Constitución, cuando acudió al Congreso con aquella americana de… ¿qué era eso?, ¿comadreja? Dicen las malas lenguas que la quiso comprar morada, por aquello de la República, pero con las prisas la cogió lavanda, que para un jabón es soportable, pero para ejercer la democracia queda un poco qué sé yo.
Por algún motivo, los hombres de Podemos tienden a olvidar que la manga de las americanas no debe ser más larga que el brazo entero mano incluida. Ese desliz, recurrente desde la fundación del partido (o desde Marx, vete a saber), provoca que España dé la impresión de tener una izquierda manca de los dos brazos.
Lo del PSOE no merece ni comentario. O sí, pero solo uno. Todos sabemos que los hombres socialistas no conjuntan desde que la OTAN les parecía mal, pero la situación se ha vuelto ya irrespirable. Al final conseguirán deprimir a Sánchez, el Trudeau Wannabe, con tantísimo azul marino.
Solo los chicos rebeldes de Bildu y ERC siguen apostado por algo. No verás esos outfits en París (tiran más bien hacia Las Barranquillas), pero sirven para romper la monotonía cromática de la España de las autonomías. Es el caso de Oskar Matute y su look Pasaba Por Aquí Y Me Senté. Matute insiste, con éxito, en su apuesta por el denim, las camisas de cuadros y las pulseras trenzadas, dando como resultado una mezcla de Hijos de la Anarquía y Duncan Dhu.
Mención aparte merece Joan Tardà y sus conjuntos siempre negrísimos que lo mismo le valen para tirar abajo un gobierno que para ir a un cóctel pintiparado de los de copa Margarita. Aburrido, aburrido, aburrido.
Las watchers del Congreso dicen ya que los looks de las bancadas, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, muestran a las claras el agotamiento de la legislatura. En fin, que, si Amancio no lo remedia, en nada elecciones. Y vuelta otra vez a cambiar los armarios.