El guardián entre sospechas
Lo de la corrupción es muy grave, gravísimo, pero lo que resulta verdaderamente inasumible y desestabilizador es el descubrimiento de que ésta se ha extendido a aquellas instituciones llamadas a controlar a los corruptos, a descubrirlos y a castigarlos. El guardián está bajo sospecha y eso supone llegar al límite, verter la última de las gotas. Si los llamados a controlar están podridos de corruptelas, entonces el sistema está muerto. Hablo de fiscales, de jueces, de policías y de periodistas, hablo del primer, el tercer y el cuarto de los poderes de una democracia occidental. El segundo en términos de control, está prácticamente inane con una oposición difusa, unas comisiones de investigación sin consecuencias y unas sesiones de control en las que el Gobierno se limita a decir manzanas traigo con un cinismo inigualable.
Hace más de tres semanas que llevo denunciando que no se haya iniciado ninguna investigación para aclarar quién es la magistrada que habría delinquido al avisar de las escuchas a las que se estaba sometiendo judicialmente a Ignacio González y sus mariachis. Seguimos prácticamente igual, sólo que tenemos que añadir a la balanza de las sospechas el hecho de que el juez Velasco le haya negado a la UCO la petición de abrir una pieza separada para investigar este asunto y que el CGPJ nos haya dicho que es algo que compete investigar al propio juzgado de Velasco y no a ellos. La corrupción judicial en tierra de nadie. Ningún mando en la Audiencia Nacional ha hecho tampoco la más mínima manifestación de indignación por la notitia criminis que aportan las escuchas sobre la posible corrupción de alguno de sus miembros.
Ha tenido que ser la Plataforma para la Independencia Judicial –formada por jueces, fiscales, juristas y ciudadanos preocupados por esta insostenible situación– la que se dirija a la Fiscalía para exigir que este delito sea investigado. “Urge la incoación de un procedimiento penal para el esclarecimiento de la noticia criminal pues, de acreditarse tales hechos, constituirían indiciariamente un grave delito que compromete la confianza de los ciudadanos españoles en el normal funcionamiento del Estado de Derecho. Instamos, por tanto, a la Fiscalía a que adopte las medidas conducentes a tal efecto”, dice la denuncia.
Ya saben, ante la Fiscalía que dirige José Manuel Maza, quien fue alertado por una teniente fiscal y por la Asociación Progresista de Fiscales de que Manuel Moix aparecía en las grabaciones como el favorito en torno al que maquinaban los presuntos y que siguió adelante para nombrarlo. Moix, el fiscal idóneo sobre el que ya habían hablado con “Rafa”, a la sazón ministro de Justicia. Poco le importó a Maza. Lo habían traído para descabezar las fiscalías indómitas, que para eso le sacaron el cargo a Madrigal.
Maza había venido a lo suyo y Moix a lo que le tocaba. No crean que porque aceptan órdenes, no me sean tan burdos. Las cosas no funcionan así. Lo cierto es que resulta casi matemático. Hay señores y señoras que les cuentan a los políticos cómo harían las cosas y resulta que esa es la forma en la que se solucionarían los problemas de sus interlocutores. Así que no los corrompen, se autopostulan. Y son nombrados.
Por otra parte, el Consejo General del Poder Judicial le ha abierto unas diligencias informativas al propio juez Eloy Velasco para aclarar esa parte de las grabaciones en las que se afirma que él mismo le pidió a Ignacio González que empleara a su mujer. Lo cierto es que la mujer de Velasco trabaja para la Comunidad de Madrid desde hace años y que él le preguntó a González, al iniciar el interrogatorio, si debía abstenerse por ese hecho. Veremos en qué acaban, pero tampoco se iniciaron de oficio sino por la denuncia del partido Contrapoder.
Lo pornográfico del Caso Lezo es que ha dejado a la vista, más bien al oído, cuestiones que hasta ahora han discurrido por los mentideros de la Villa de París y de las salas de togas. Cuando con una jeta de cemento armado nos insisten en que el sistema funciona –porque Ignacio González y otros están en la cárcel– sólo podemos contestar que lo que indigna es no saber cuántos otros habrán conseguido su objetivo antes de que el del expresidente de la CAM se frustrase. Las escuchas y los escritos de las fiscales recogen que González y sus hermanos se habían movido con sus colegas políticos, judiciales y policiales para intentar parar el asunto. Ni siquiera sabemos aún si tuvieron algún éxito puesto que, si al ser alertados dejaron de hablar y dejar pruebas por teléfono o destruyeron documentación o movieron capitales, al menos parcialmente habrán conseguido su objetivo.
El escalón sigue hacia arriba y la sombra de la sospecha sube al ministro de Justicia del que sabemos que hablaba con Cerezo sobre los asuntos judiciales de ambos. Catalá que tiene la flema de afirmar que está “trabajando para recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones” y al que un juez le ha contestado en Twitter que puede empezar echándose a un lado. O el secretario de Estado de Interior –coleguita de Pablo González desde la historia del Pósito de Córdoba, siendo el uno alcalde y el otro directivo de Mercasa– que lo recibió en su despacho aunque pretende que creamos que no hablaron de nada, en un contexto en el que hasta el Fiscal General del Estado ha mentido palmariamente. Ya no saben dónde poner los parches. Moix corre de aquí a allí como pollo descabezado intentando remendar agujeros por los que escapa la verdad y la vergüenza.
No entiendo el silencio de los jueces de a pie, de los decanos, de algunas asociaciones de fiscales y jueces. No se me pasa por la cabeza que crean que esto es un hecho aislado o que no les afecte ni a ellos ni al Estado de Derecho.
Les recuerdo que para que triunfe la corrupción basta con que las gentes de bien callen y no hagan nada. Existe la corrupción y existen las corruptelas y existe la gran masa de silentes que no sé si no saben o prefieren no saber. Por ello hay que instar a las carreras judicial y fiscal a que hagan corporativismo positivo y apoyen la necesaria limpieza en las cúpulas que les dirigen sin ocuparse para nada de otra cosa que no sean sus ambiciones, mientras ellos van sucumbiendo hundidos entre estanterías que se derrumban, ratas y señalamientos a años vista.
La mierda hiede distinto según dónde se paste y la peste que las grabaciones de Lezo nos deja es perfectamente reconocible. Sin limpiar esto, nada podremos regenerar.