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Hola, ¿es el enemigo?

Cristina Pardo

-¡Hombre, Rodrigo!

-¿Qué tal, Jorge? ¿Cómo te va la vida aquí en el Ministerio?

-Bien, gracias a Dios. ¿Tú qué tal?

-Bueno, preocupado con mi situación judicial.

-Oye, ¿qué tal la familia?

-Pues bastante tocada, por todo lo que me está pasando. Fue un escarnio mi detención.

-Hace calor, ¿verdad? Menudo verano estamos teniendo…

-Dímelo a mí. Oye, ¿sabes cómo va la investigación de la Guardia Civil?

-Esta noche no he podido ni dormir del calor que hacía.

-Yo hace tiempo que no duermo demasiado bien. Me han dicho que Hacienda tiene pruebas para acusarme de blanqueo. ¿Sabes algo?

-¡Hala Madrid!

Así es como quiere hacernos creer el ministro del Interior que transcurrió su encuentro con Rodrigo Rato, como algo “exclusivamente personal” sin alusiones a su momento procesal. Esto es completamente inverosímil. El propio Rato ha declarado a ‘El País’: “Hablamos de muchos temas, además de todo lo que me está pasando”. Ah, bueno. Entonces, ya no sería “exclusivamente personal”. Pero vamos a suponer que fuera verdad que hablaron de las vacaciones o del tiempo. Entonces, ¿por qué reunirse en el Ministerio? Sostiene Fernández Díaz que es mucho más transparente que hacerlo “en el reservado de un restaurante”. No hombre, no. Lo verdaderamente transparente hubiera sido emitir un comunicado justo después del encuentro, no esconderlo para terminar admitiéndolo diez días después forzado por el diario ‘El Mundo’.

Tampoco es cierto, como asegura Interior, que las investigaciones las estén realizando únicamente los jueces, la Fiscalía y la Agencia Tributaria. El Ministerio no puede ser ajeno a las pesquisas, porque la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil interviene en el caso desde el pasado mes de mayo.

En todo caso, lo que me parece más duro de todo es constatar que el PP tiene el enemigo en casa. Llevan meses desgañitándose con un discurso de argumentario que consiste en decir que el Gobierno está tomando medidas contra la corrupción y que todos los imputados han sido expulsados. Y en un santiamén, Fernández Díaz –no sé si con el beneplácito de Rajoy- hace que ese discurso salte por los aires y se hunda (más, si cabe) la credibilidad del PP. Así de sencillo. Y de complicado a la vez.

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