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Hungría en la Puerta del Sol

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el expresidente José María Aznar durante una conferencia este viernes.

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''Me preguntaron por ella en Hungría'', afirmó José María Aznar en una conferencia junto a Isabel Díaz Ayuso. Es normal que interese en Budapest el nombre de la mujer que quiere implementar las políticas de Viktor Orbán en una de las principales economías de Europa mientras el líder ultraderechista tiene que lidiar con la oposición de los grandes líderes de la Unión Europa por sus medidas de segregación homófobas. Hungría está anidando en la Puerta del Sol, el cuervo negro de la intolerancia ha puesto sus huevos en la presidencia de Isabel Díaz Ayuso y los humores de Orbán empiezan a aparecer de diversas formas por la permeabilización que el PP de Madrid tiene con el posfascismo de Vox. Como siempre, como todos los procesos de devaluación de los derechos, es paulatino, ocurre de manera gradual, como ocurrió también con el proceder del totalitario de Alba Regia que ha instaurado un régimen iliberal en el país del este de Europa.

Ayuso ha comenzado a implantar medidas similares a las que el líder de Fidesz implantó hace años en su proceso de demolición del Estado de Derecho en Hungría. Siempre, al principio, con medidas que podían verse desde un lado positivo. Las ayudas a la familia son la clave de bóveda del armazón ideológico de Orbán, pero eso es solo el principio. Las medidas de Ayuso de protección a la maternidad que planteó en el debate de investidura van en la línea de protección de la nación biológica, medidas nativistas que están en el seno de las políticas de la extrema derecha del grupo de Visegrado y que la lerrouxista de nuevo cuño quiere implementar en Madrid impulsada por el apoyo de Vox. Una ayuda que pide 10 años de empadronamiento está anclada en un proyecto ideológico que excluye de forma deliberada a la mayor bolsa posible de mujeres migrantes para que los nacimientos sean solo de mujeres nacionales y trata además de evitar los abortos para después olvidarse de los menores una vez nacidos. Por eso las ayudas son para madres menores de 30 años y no para los menores que lo necesiten. El lebensraum particular de Ayuso es matizado, tenue, con aromas y trazas posfascistas. Pero es que no se empieza asustando, sino despistando. 

Ayudas a la familia, pedían desde la izquierda que brama a la contra expresando una pureza iletrada. Pero, ¿qué familia? Ese es el problema que los que hacen el juego a la extrema derecha no saben responder cuando les ganan la partida los que sí tienen claro su modelo. La marginalidad indigesta de esos espacios de izquierda les lleva a usar las respuestas del posfacismo a las preguntas que las ideas de progreso ya se hacen. Proponen desde el desconocimiento profundo del corpus del adversario convirtiéndose solo en los tontos útiles de los postulados ultras. Por eso viene Ayuso y con medidas calcadas del líder ultra húngaro les deja sin programa ni discurso en solo dos minutos. Porque ella sí tiene claro que el concepto familia, anclado en cientos de años de opresión, no se resignifica hablando un día desde una tribuna.

Las medidas nativistas están directamente entroncadas con el discurso racista, de odio y contra la inmigración, pero también con la instrumentalización machista de la mujer como mero sujeto pariente. El machismo y el racismo confluyen en una serie de teorías y conspiraciones que emanan de la conspiración antisemita Plan Kalergi y que se concretan en evoluciones diversas de la teoría del ''gran reemplazo''. Una arquitectura ideológica que Viktor Orbán explotó de manera efectiva con la crisis de los refugiados de 2015, a los que acusaba de estar siendo impulsados por las élites de Bruselas para diluir las raíces cristianas de Hungría. El gran reemplazo es una teoría racista que argumenta que existe un plan para fomentar la sustitución de población occidental por inmigrantes con otras culturas. 

''Se llama sustitución demográfica'', respondía Vox a un mensaje de la periodista Ana Pastor. Detrás de esa frase existe una conspiración racista que entronca con las medidas de protección de la natalidad para los nacionales y de desprecio a la inmigración. Los discursos racistas, machistas y contra el colectivo LGTBI están unidos en esta teoría del gran reemplazo que va en la línea de las primeras medidas exigidas por Vox a Isabel Díaz Ayuso. El objetivo es tener más nacimientos de nacionales para que la raza occidental y cristiana no se pervierta. Los enemigos de esa aspiración son los inmigrantes que diluyen la pureza de la nación, las mujeres que no quieren ser solo paridoras –por eso el feminismo y el aborto molestan– y el colectivo LGTBI+ que no puede procrear. Esos son los grupos enemigos de la idea de nación biológica y por eso son las medidas que exige Vox y que asimila Ayuso. Viktor Orbán es el modelo para los posfascistas de toda Europa, aspiran a conseguir lo que él tiene y todas las medidas que ahora proponen son las que el jerarca húngaro ya implementó. Si quieren saber hacia dónde avanza Madrid no tienen más que buscar en Budapest. 

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