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Jugando con fuego

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, recibe en el Palacio de la Moncloa al líder de Podemos Pablo Iglesias.

Rodolfo Irago

La degradación de la política española puede llevarnos a celebrar las cuartas elecciones generales en 4 años el próximo mes de noviembre.

Todos pensábamos que el bochornoso espectáculo dado por todos los partidos en 2016 había sido una vacuna definitiva para no repetir el desfile de egos, vanidades e irresponsabilidades. Pues parece que no, todo lo contrario. Desde febrero llevamos ya cinco meses de parálisis total, primero con la campaña de las generales, luego con la del 26 de mayo y ahora con el deprimente politiqueo de los pactos.

Nadie está a salvo. Ciudadanos con su cinismo, al proclamar que nunca pactará con la ultraderecha a la vez que acuerda por vía interpuesta con Vox; el PP firmando un pacto con los de Abascal contradictorio con el que había suscrito con los de Rivera. Ver a un partido de gobierno como el PP haciendo de trilero para tomarle el pelo a los de Vox y amarrar alcaldías es un ejemplo de la peor política.

Lo de Vox no tiene nombre, pero eso ya lo esperábamos. Condicionar su apoyo a que se apliquen recortes de derechos a mujeres, inmigrantes y al colectivo LGTBI es tan abyecto como anunciaban sus portavoces.

Por la izquierda las cosas no están mejor. Estoy seguro de que a Unidas Podemos les importan mucho las políticas y las medidas que pueda poner en marcha el próximo gobierno, pero no lo está pareciendo. Siendo legítima su reivindicación de un gobierno de coalición, está dando la impresión de que solo importa que Pablo Iglesias tenga un ministerio.

Y en el PSOE, Pedro Sánchez se comporta como si tuviera 180 escaños cuando tiene 123. Ganaron las elecciones con claridad, pero no deberían olvidar que más del 70% de los españoles que fueron a votar el 28 de abril no cogieron la papeleta del PSOE, así que están muy lejos de poder gobernar sin dar explicaciones a nadie.

Sánchez ya fue propuesto por el Rey para la investidura sin ninguna garantía de lograrla, algo ya de por sí anómalo, y ahora pretende ir al debate sin negociar con nadie y pidiendo apoyos y abstenciones a derecha e izquierda. Una situación surrealista porque además no es precisamente el presidente del gobierno el más indicado para pedir esas abstenciones después de haberse enfrentado a su partido por haberlo hecho hace 3 años.

En esto la coherencia también brilla por su ausencia. Cuando el PSOE acusa al PP de irresponsable parece olvidar que Sánchez tampoco se abstuvo y cuando Casado se aferra ahora al 'no es no', no recuerda que fue el quien prometió abstenerse si se daba una situación exactamente igual a la que hay ahora.

Los ciudadanos asisten perplejos a esta situación mientras aguantan las olas de calor y están deseando irse a la playa y olvidarse unas semanas de unos políticos que no están a la altura.

En este escenario, y a pesar de las cuentas de Tezanos, una repetición de elecciones puede traer más de una sorpresa: el miedo a Vox está muy desactivado y la movilización sería mucho menor.

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