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El Little Big Horn de Rajoy

Rajoy ha ordenado poner las caravanas en un círculo.

Iñigo Sáenz de Ugarte

El barco hace aguas hasta el punto de que unos cuantos grumetes a sueldo empiezan a buscar el camino hacia los botes salvavidas. El capitán no da señales de vida y su segunda no sólo no ha calmado al pasaje sino que ha provocado con su actuación las primeras señales de pánico. El debate emitido por TVE en la noche del jueves ha dado un espectáculo revelador sobre los periodistas que sólo unos días atrás hubieran cerrado filas sin complejos para proteger al Gobierno.

El plantel autorizado por Somoano ofreció algunos ejemplos sobre el rotundo fracaso de la comparecencia de Cospedal. No sólo no convenció en su intento de defender la honorabilidad de los dirigentes del Partido Popular, sino que despertó más dudas. Esa es la palabra que utiliza el viernes el siempre fiel ABC en su portada: Cospedal “desmiente las acusaciones” (sólo faltaba), “anuncia querellas” (lo que suelen prometer los políticos y pocas veces cumplen) “pero deja dudas”.

No se puede negar que Cospedal se empleó a fondo, repitiendo eso sí los nervios de hace dos semanas, sin impresionar ni mucho menos a los abogados de oficio del PP en los medios de comunicación.

Los rostros de los tertulianos eran un poema. El director de ABC pidió al “señor Rajoy” (quizá en otro contexto le habría llamado presidente) que comparezca cuanto antes. Su cara era la del que no da crédito que Rajoy haya optado por el silencio que deja el campo libre a los adversarios. Está claro que no le parece suficiente que lo haga el sábado en la reunión de emergencia del Comité Ejecutivo del PP.

El director de Europa Press lanzó una carga de profundidad sobre el escondite subterráneo en el que debe de estar escondido Rajoy: “Un jefe de gobierno que ha cobrado en B no tiene ninguna legitimidad para pedir sacrificios”. Evidentemente, hablaba en condicional: que hubiera cobrado. No lo daba por hecho. Incluso así, la escuadra mediática que debería estar dando cobertura a Moncloa se mostraba muy poco entusiasta.

Sólo el subdirector de La Razón se afanaba con pico y pala en la defensa del castillo de arena. Llegó a sugerir que los papeles de Bárcenas podrían reflejar simplemente la contabilidad A del Partido Popular. No se oyeron risas, que hubiera sido lo apropiado, pero sí algunos comentarios y una voz nítida de otro tertuliano: “Ella (por Cospedal) lo ha negado”.

Según Europa Press, que cita fuentes del PP, la intención de Rajoy en relación al acto del sábado es cerrar filas. Poner las caravanas en círculo, protegerse detrás de ellas y afrontar el ataque de los apaches: “Rajoy quiere escenificar el sábado la unidad de todo su partido (...), antes de las dos citas internacionales que afrontará la próxima semana, primero en Berlín y luego en Bruselas”.

Rajoy está asustado. No tiene valor para enfrentarse a Merkel sin algún tipo de representación teatral con toda la dirección del PP aplaudiendo con la misma intensidad con que en Corea del Norte se reciben los discursos de Kim Jong-un. Quiere repetir la escena del 11 de febrero de 2009 cuando, tras el primer estallido del caso Gürtel, obligó a todos los dirigentes del PP a que se colocaran detrás de él, con sus mejores caras de funeral, para anunciar: “Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”.

No funcionó entonces. ¿Lo hará ahora? Rajoy ha conducido a su partido a Little Big Horn. Por lo escuchado al pelotón de fusileros reclutado anoche por TVE, cada vez son menos los dispuestos a poner el cuerpo para proteger al jefe. Y los apaches disparan cada vez con mejor puntería.

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