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Llanto por una niña

Cartel recordando que "Solo sí es sí" en la manifestación del 8M en Gran Canaria.

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El trato que se le da a los niños es el que ellos luego darán a la sociedad

Karl Menninger

Trece años de miel y luna. Trece años abatidos bajo la furia innoble de ocho niños convertidos en bestias lascivas. Trece años manchados por una culpa que es más extensa que cualquier delito y que tal vez nos señala a todos. La inocencia revolcada en la miseria. Una vida agostada en un descampado o en un baño de centro comercial. Lloro por ellas, lloro como si sintiera el despertar de sus sentidos asesinado por la afilada hoja de la humillación. Lloro como si las viera romperse en mil pedazos, como si las viera frotándose la piel hasta arrancarla para borrar de ella la suciedad inmensa que las ha cubierto. Son niñas y su futuro está siendo violentado y poca gente quiere mirar a los ojos al problema. Lloro por ellas, pero lo hago también por esta sociedad absurda y vil, embrutecida y egoísta, que a sabiendas del daño que está infligiendo a varias generaciones, persiste en el error por interés o por miedo.

Llamarles manadas sólo tendría sentido si quisiéramos entroncar con la animalidad de sus acciones, que no es tal porque no hay animales ni bestias feroces que traten así a sus hembras o a sus crías más jóvenes. La naturaleza es respetuosa con la capacidad de dar la vida. En 2021 se produjeron diez violaciones grupales a la semana. Sí, leen bien, tres violaciones grupales cada dos días. Es un fenómeno nuevo, en el sentido de que altera la tipología criminal de la violación, se empeñen lo que se empeñen algunas criminólogas, el modus operandi ha variado. Claro que siempre las hubo, pero no en este número y frecuencia. Tampoco era norma criminal que los violadores fueran menores de edad ni que los chavales de 14 años que comenzaban sus escarceos sexuales llamaran a su pandilla para ofrecerles a su conquista como sórdida presa de la violencia de sus penes apenas estrenados. Desde 2016 las violaciones grupales se han incrementado en un 54 por ciento.

Chavales que se exhiben como hombres ante otros hombres sin manifestar la más mínima empatía hacia el objeto que utilizan para ello: una niña. ¿Recuerdan el excitante camino del petting? ¿No era que antes el delirio de un hombre era un menage à... con varias mujeres para demostrarse su potencial de satisfacerlas? El cambio es evidente. Lloremos por todas esas niñas y adolescentes que no van a disfrutar del tierno y placentero aprendizaje de las relaciones sexuales sino que van a ser sometidas a “prácticas” que las más de las veces no buscan ni desean ni soportan sus cuerpos y sus psiques. Yo lloro por ellas, por el cántaro roto de la inocencia compartida, del descubrimiento del placer, del amor adolescente, del paso de niña a mujer. Lloro porque recuerdo lo hermoso y perturbador que era y porque es evidente que ha muerto, como tantas otras cosas que nos hacían más humanos.

Mirar al dedo. Mirar al dedo es pedir como remedio que se haga descender la edad penal para castigar penalmente a los violadores menores de 14 años. Es harto posible que esos niños no sean a su vez sino víctimas de ese enorme mercado de violencia contra la mujer, de objetualización y de miseria embrutecedora que precisa de un creciente número de consumidores. ¡Oh, sí, insúltenme si quieren, pero es imposible que exponer el espíritu humano a tales niveles de degradación deje incólume a un adulto, cuanto menos a un niño! 97.000 millones de euros son 97.000 millones de razones por las que han convencido a todo el corpus social de que la industria pornográfica es una industria como otra cualquiera y que no esconde detrás una máquina de picar carne femenina y delante otra de picar mentes masculinas. Sí, siempre hubo porno, pero ni tan prolífico ni tan accesible ni tan bestial ni tan degradante. Mantener vivos 97.000 millones exige ir siempre un poco más allá en la degradación de la representación de la sexualidad humana y un poco más acá en la captación de “consumidores” desde la infancia. Opio del pueblo, en el que anestesiar el vacío y proveer al capitalismo.

La imitación. Los sexólogos la sitúan, junto con la pornografía, en la base del fenómeno que se expande y que asesina el futuro de generaciones completas. Unos niños violan en grupo y otros niños deforman para siempre su idealización de las relaciones sexuales y emocionales con el otro sexo. ¿Por qué dicen que desciende el número de relaciones sexuales de los jóvenes? Tal vez porque lo que se les ofrece como tal es para muchas una porquería que las daña. Algo que se aleja de lo que la humanidad de las chicas desea. Pero nada, sigamos afirmando que la industria pornográfica es liberadora, que empodera a las mujeres, que proporciona educación sexual... Busquemos la forma de liberar nuestras conciencias pidiendo más cárcel para los niños perdidos en el mundo de mierda que les estamos dando. 97.000 millones son mucho PIB, ¿qué coño importan los niños?

La hipersexualización. ¡Qué gracia que a perengano le gusten las colegialas! ¡Qué literario que a mengano las carnes tersas de las niñas le llamen más que el olor de los sexos adultos! Cada mañana, la acera llena de colegialas con faldas imposibles en pleno invierno ¿por gusto de ellas o por imperativo de quién? Redes llenas de lolitas orgullosas. Niñas maquilladas hasta lo grotesco. Niñas vestidas de leopardo y brillantina, niñas envalentonadas de labios rojos. Niñas, al fin y al cabo, con su almita de niñas que en este siglo XXI no devendrán mujeres plenamente adultas hasta casi la treintena, pero que se muestran como si los tuvieran. La niña que recibió sobre sí el embate de ocho violadores en Badalona había mantenido “sexo consentido con el primero de ellos”, el que luego llamó a sus amigos para “ofrecérsela”. Será muy moderno pero a mí trece años me parece muy temprano, casi tercermundista. Dejémoslas ser niñas, una infancia feliz es el único territorio del que nunca seremos desahuciados.

Especial referencia del problema para el feminismo y los progresistas, porque siendo un problema transversal, se reproduce con virulencia en entornos desfavorecidos o desestructurados, como hemos visto en Badalona o en Logroño. Es importante ser capaces de guiar estas jóvenes vidas hacia una experiencia plena y satisfactoria de su sexualidad, más allá de si en sus familias son capaces de apoyarles y guiarles. Aunque muchos lo vean como un atraso, no hay mayor atraso que separar el sexo de la afectividad en los momentos iniciales de la adolescencia. Tendrán tiempo para eso. Volvamos a ilusionarlos con llenarse del otro, con amar. Si no lo hacen a esa edad ¿cuándo creen que podrán ponerse a ello?

Lloro por una niña y es un llanto por lo que les estamos haciendo a todas.

Soy una boomer infame, pero precisamente por eso lloro por la inocencia derramada que nunca les será devuelta. Aquella que nosotros sí tuvimos.  

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