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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

¿Llegan a 158 las familias que sustentan a los partidos y candidatos españoles?

Rosa María Artal

Siendo realistas, ninguno de los partidos que concurrirán a las elecciones del 20D experimentará cambio alguno de aquí a entonces. Son exactamente los mismos hoy que mañana, a salvo de leves retoques. Una pura obviedad que se olvida al abordar las campañas electorales. Con ellas, se inicia una carrera en la que influyen numerosos factores externos. Los humores, las pasiones, juegan un papel fundamental en la elección.

En EEUU, la democracia está en manos de 158 familias –como resumía un reportaje de El Mundo y de The New York Times-. Ellas aportan casi la mitad de los fondos para las campañas presidenciales. Un escándalo porque representan un porcentaje ínfimo de la población: el 0,00014%. El 87% sustenta al Partido Republicano, el 13% al Demócrata. La Comisión Federal Electoral y la Hacienda de EEUU facilitan estos datos. Los que permiten saber por ejemplo qué empresas aportan dinero a los diferentes candidatos. Michael Moore en Sicko (2007) mostró ejemplos de las de sanidad colocando unos bocadillos sobre los congresistas con las donaciones recibidas. La transparencia no es total, ni suficiente. Larry Lessing (autor, por cierto, del Creative Commons) quiere ser presidente de EEUU durante una hora para denunciar y revertir la que, dice, corrupción del sistema electoral norteamericano. La poderosa inversión en políticos no garantiza la elección, pero influye sin duda. Muy notablemente.

¿Llegan a 158 las familias –personales o jurídicas- que sustentan a los partidos y candidatos españoles? No hay registro de ello, pero los apoyos y rechazos son evidentes. Precisaría ser aclarado. Sin normas, puede convertirse en manipulación y desequilibrio. Y es esencial saberlo porque están trabajando por sus propios intereses que casi nunca coinciden con los nuestros.

En este momento, la imagen de la competición nos muestra a un Partido Popular para el que han bajado las apuestas. El PP se ha convertido en una disparate insalvable, aunque todo es posible en este país. En somera selección de hitos, ahí tenemos a Soria poniendo impuestos al sol –primas dice-, entregándonos a manos de las empresas eléctricas para que se den con nosotros un festín o adjudicando licencias de televisión, de poder en estas lides, por intereses de partido. A Catalá destrozando la Justicia - la grave politización del Tribunal Constitucional o las reformas que para fiscales y jueces equivalen a una ley de Punto Final para los delincuentes, entre otras medidas-. Al pío ministro del Interior, responsable de chirriantes medidas de su Departamento, solazándose en el Vaticano. La vicepresidenta actúa de maestra de ceremonias de un jolgorio en el Congreso, con barra libre de cerveza, para celebrar los presuntos éxitos del PP y presentar un vídeo promocional –copiado-. Por ella apuesta el Financial Times, dado que aquí tratan de intervenir todos. Y Rajoy ¿qué decir ya de Rajoy? Es un puro esperpento. Varios destacados miembros del PP se están descabalgando del proyecto y hasta medios entregados a su defensa plantean críticas.

Rezagado en apoyos el PP (no carente de ellos), avanza en prodigio Albert Rivera con sus Ciudadanos. El despliegue mediático está siendo tan abrumador que empieza a resultar hasta empalagoso. Hay días en los que a Rivera o a Arrimadas no les falta más que dar el tiempo y los deportes, dado que están en pantalla de la mañana a la noche, por no hablar de editoriales y noticias en prensa escrita. Es ostensible, pero no declarado expresamente como hacen en EEUU. Resulta además curiosa la ausencia total de críticas. Políticas y personales, a diferencia de otros candidatos que ocupan horas de programación.

La pareja perfecta para Ciudadanos, estiman los diferentes poderes, es el PSOE. O viceversa. Pedro Sánchez presidiendo el Gobierno con el apoyo de Rivera. Se trabaja para que el PSOE suba en votos como mal menor. Mejor lo conocido que “aventuras”. El problema es que la actual dirección del PSOE comete deslices como anunciar y desanunciar que derogará la Reforma Laboral, por trozos o completa. Siguen las desavenencias internas y Susana Díaz –a la baja en la política nacional- graba vídeos con Feijóo por la Unidad de España y comparte asiento con él en la Fiesta del 12 de Octubre.

Una salvedad: de Oscar la campaña que le están haciendo a Artur Mas llamándole a declarar en el 75 aniversario de la ejecución del President Companys. El problema es que no quieren pero sí quieren que siga. Y tampoco se deciden en si les convienen más los réditos electorales de atacarle que el mantenerlo sin ruido. Retroalimentación.

Los medios muestran ahora un inusitado y novedoso interés por Izquierda Unida, por Alberto Garzón, que tanto hubiera precisado con anterioridad. No es desinteresado. Aun así, no le apoyan para que logre cambios significativos. En los progresistas, algunos siguen engrasando palos para ruedas de bicicleta contra Podemos. Lo que se cuece más arriba, en las alianzas de centro-derecha, interesa mucho menos.

En este zigzag de emociones, espontáneas y provocadas, Podemos se desanima o esa impresión da. Alguna intervención en televisión ha sido francamente desafortunada. Estaría defraudando las esperanzas de cambio que mucha gente ha depositado en ellos. Se les coló: daba audiencia. Y ahora sobran manos para apretar y desinflarlos. Algunos análisis solventes, como el de Ignacio Sánchez-Cuenca, hablan de una –relativa- bajada de expectativas de voto a Podemos influida por varios factores. Entre otros, la campaña de acusaciones –veraces o no, dice- contra sus principales líderes que influyó y, ahora, por “un contexto económico algo más esperanzador en el que el discurso de Podemos suena demasiado agorero”.

¿De qué mejora del contexto estamos hablando? Empleos de una hora por 3 euros, subida de los productos básicos del consumo. Y los endémicos: Deuda Pública de más de un billón de euros, paro que aún está por encima del 21,5% en el que lo encontró Rajoy –una Crisis social era entonces- y la hucha de las pensiones agotándose… El varapalo a los presupuestos de Bruselas es un indicio sintomático. Y pide más recortes.

Y es que los promotores de sus propias campañas electorales venden también recuperación económica y cala. Ahora para que la gestionen PSOE y Ciudadanos. A lo largo de la carrera pueden cambiar las apuestas y venirse arriba o abajo los corredores. Los ciudadanos como parte del decorado para que reaccionen adecuadamente a los estímulos. Las campañas electorales se basan en las emociones. Las que se tienen, comunican y provocan. Las políticas son las mismas. Hoy, en diciembre, y después.

“Para dejar de soñar ya habrá tiempo cuando nos muramos”, concluía su artículo de eldiario.es Olga Rodríguez. El tránsito hasta ese día puede ser de los que cercena sueños y… realidades que nos dejen muy magullados. Por supervivencia, hay que tener claro cuáles son nuestros intereses, no los de otros. Puede que nadie más que nosotros los defienda.

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