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No lloréis más, ya pasó

Sánchez pierde la primera votación de investidura aunque Podemos sale del no

Antón Losada

No han pasado ni cinco días y el luto de la izquierda por el fracaso de la investidura de Pedro Sánchez ya empieza a quedar tan largo como insoportable. Otro día más con los fanboys socialistas empeñados en convencernos de que los morados son cómplices y secuaces de la ultraderecha franquista en la tarea de poner palos en las ruedas de la brillante carroza del progresismo y bienestar que conduce, con mano maestra, el gran líder Pedro Sánchez, o con los fanboys morados empeñados en convencernos de que los socialistas son simple sicarios y mercenarios del Ibex 35, el Deep State, la monarquía y la gran banca internacional, en un complot destinado a acabar con el liderazgo heroico y fundacional del visionario Pablo Iglesias, se antoja un esfuerzo insoportable; además de un insulto a la inteligencia. Paso. Resulta inútil y extravagante.

Ya puestos. También paso de apuntarme a ese argumento tan de derechas sobre lo mal que se ha hecho todo, porque no se ha hecho como se hacía toda la vida y Dios manda. Las instituciones sirven si suministran acuerdos y estabilidad, no si acreditan su capacidad para repetir las mismas formas y procedimientos, aunque no sirvan para resolver absolutamente nada. El problema de esta investidura es que salió mal. No que se hiciera o no respetando las normas y tradiciones de las investiduras anteriores, o que se negociara doce, doscientas o mil horas, o que se lanzaran o dejaran de lanzar ofertas antes o después del mediodía del segundo o el tercer día.

Aquel funcionamiento institucional bipartidista del siglo XX, y su incapacidad para asumir los cambios y las demandas del siglo XXI, nos ha traído, en parte, hasta aquí. Desear que nuestras instituciones vuelvan al pasado para resolver los problemas del presente no es una estrategia. Solo es un ataque de pánico. Los mismos que llevaban décadas llorando porque los debates parlamentarios no servían para nada, los discursos no movían un voto, y ya estaba todo decidido antes de que se reuniera el Parlamento, ahora se quejan de que en esta investidura, no estuviera todo atado y bien atado antes de empezar, los votos ya decididos y los discursos no fueran más que un trámite formal que solo sirviera para hacer titulares y meter cortes en las crónicas.

Queríamos un Parlamento vivo, porque el anterior nos parecía muerto y desconectado de la realidad. Ahora echamos de menos aquella irrelevancia parsimoniosa y nos escandaliza el vértigo y las turbulencias de un Congreso, donde las sesiones empiezan sin nada decidido y hay que ir improvisando y tomando decisiones sobre la marcha. A ver si nos aclaramos, a ver si el problema vamos a ser nosotros, que no sabemos lo que queremos y nos asustamos cuando lo tenemos.

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